CORRIENDO A LA VELOCIDAD DEL AMOR

CAPÍTULO 6.

El domingo por la tarde, Kilian se encontraba en el piso que había comprado para mudarse definitivamente a Austin. Por su mente pasaba el rostro de aquella linda pelirroja que resulta ser su esposa legalmente. Durante la semana le llego a su domicilio el certificado de matrimonio. No podía creerlo. Era demasiada casualidad. Ahora no solo resulta que tiene una esposa, sino que se trataba de la ex de su sobrino.

En su vida se imaginó muchas cosas, pero jamás estar casado. Ahora debía resolver ese asunto cuanto antes. Apenas le llego aquel certificado, llamo a su amiga, Dana. Quien no solo siempre estuvo a su lado con el asunto de las carreras, sino que era su abogada y representante legal. Ella era la única persona que podría encargarse de esto. Y tenía su plena confianza. Sabía que Dana intentaría presentar un recurso para pedir la disolución de ese matrimonio, ya que ninguna de las dos partes estaba de acuerdo. Ni siquiera estaban enterados.

Kilian observaba la ciudad desde su ventana. Finalmente, tomo una decisión. Se dirigió a la habitación a ducharse, se colocó unos jeans, una camisa de color blanca, zapatillas del mismo color; acomodo un poco su cabello desordenado y luego de perfumarse, tomo las llaves de su coche y comenzó a conducir por la ciudad.

Briana, por su parte, se encontraba en su departamento. Acababa de terminar con la limpieza y se había dado una ducha. Se vistió con unos jeans, una blusa y unas botas. Soltó su cabello y esta vez decidió no maquillarse. Había pensado pasar a buscar a Audrey para ir al cine o hacer algún plan para despejarse y tal vez hablar acerca de su boda y buscar a un abogado que resuelva todo este caso. Sin embargo, su plan fue interrumpido por el ruido del timbre.

Al principio le pareció extraño, normalmente nadie la visitaba los domingos. Sobre todo porque sus conocidos sabían que su trabajo era muy exigente y, para no quitarle horas de sueño, solían enviar un mensaje antes de llegar.

La chica se acercó a la puerta y abrió sin mirar por la mirilla. Se sorprendió al ver de quién se trataba. Nada más y nada menos que Kilian Becker.

—Kilian. —Exclamo ella. —¿Qué haces aquí?

—Pasaba por el lugar y pensé que tal vez… Podía invitarte a salir y… hablar sobre… todo este asunto en el que estamos involucrados. ¿Acaso interrumpo algo?

—No. No. —Respondió. —De hecho, pensaba ir a buscar a Audrey para pensar una solución para esto.

—Entiendo. —Dijo él. —¿Entonces me voy?

—Ya que viniste hasta aquí, acepto tu invitación. —Sonrió ella tímidamente. —Además, deberíamos hablar.

Kilian asintió.

—Entonces, ¿primero el cine? —pregunto Briana, mientras volvía dentro para buscar su bolso.

—Tengo una mejor idea. —Dijo él, sonriéndole levemente.

Briana le sonrió en respuesta y ambos salieron del apartamento. Al llegar abajo, Kilian desbloqueo su carro y estaba a punto de abrir la puerta para dejar que Briana suba, pero ella lo detuvo.

—No creo que sea buena idea ir en tu carro. —Respondió.

—¿Por qué no? —preguntó él, confundido.

—Llamará demasiado la atención. Eres Kilian Becker.

—Y tu la reina de las nieves. —Sonrió en respuesta. —Anda, sube.

Briana asintió, rendida y se subió del lado del acompañante. Se sentía extraña por salir con ese hombre, pero lo cierto es que Kilian le caía bien y, de todos modos, no tenía nada que hacer.

Kilian se subió del lado del conductor y luego puso el coche en marcha. Después de recorrer la ciudad por unos minutos, Kilian estaciono frente a un parque de diversiones.

—Llegamos. —Sonrió.

—¿Un parque de diversiones? —Sonrió ella.

—¿No te agrada la idea?

—Al contrario, me gusta este plan. —Briana sonrió y Kilian suspiro. Esa sonrisa era realmente hermosa.

Ambos bajaron del coche e ingresaron al predio. Por supuesto que las personas lo reconocían y le daban sus saludos, pero lo que a Kilian le gustaba de Austin es que, al estar en casa, nadie se ponía eufórico. En Austin, podía ser simplemente Kilian Becker. En otros lugares, debía esconderse de los fanáticos.

La verdad es que la idea era despejarse y buscar una solución a su problema, pero esto último no paso, puesto que solo se centraron en divertirse.

—¿A dónde vamos primero? —pregunto él.

—Montaña rusa. —Dijo ella sin dudar.

Él asintió, sonriendo y ambos compraron boletos. Subieron al juego y pronto comenzó a avanzar. Cuando llegaba a algún rulo o a una cúspide, Briana apretaba fuerte la mano de Kilian, quien reía emocionado por la adrenalina del momento.

Al bajar de allí, ambos seguían riendo. La experiencia había sido increíble y pensaban en repetirlo, pero en otra ocasión.

—¿Qué te parecen los autos chocones? —pregunto Briana.

Kilian negó.

—Si quieres una experiencia como esa, la tendrás en un verdadero circuito de carreras. —Sonrió.

—Está bien. —Dijo ella. —Me gusta más tu idea.

Luego de aquello, fueron a un puesto de tiro al blanco, en donde Kilian pudo ganar un oso de peluche, el cual le entrego a Briana. Ella sonrió agradecida. Le había encantado aquel oso.

—Para mí… esposa. —Dijo este, riendo.

Briana soltó una risa por el comentario del hombre. Sin embargo, su mente se concentró por un microsegundo en lo importante: en algún momento debían hablar de su divorcio. Pero, por otro lado, la estaban pasando tan bien que ella no se atrevió a arruinar el momento.

Ambos regresaron al coche para dejar el peluche, ya que, querían seguir recorriendo el lugar y de regreso al predio, a Kilian se le ocurrió una idea.

—Ya que vas a tener la experiencia de recorrer una pista con un piloto profesional, pensaba en que puedo hacer lo mismo.

—No comprendo. —Dijo Briana.

—Vamos a la pista de patinaje, reina de las nieves. —Exclamo él, tomando dos pares de patines de un puesto. Compro los tickets para poder acceder y luego tomo la mano de su compañera.

—No creo que sea buena idea.

—Oh, vamos. —Exclamo él. —¿Por favor? —Dijo viéndola con ojos de cachorrito. Y ¿cómo podría Briana negarse a tan hermosos ojos?

Ella suspiró.

—Está bien. Vamos. —Dijo ella, mientras ambos se colocaban los patines.

—Debo confesar que nunca patine. —Exclamo Kilian algo avergonzado.

—No te preocupes, estas con una profesional. —Dijo ella, haciendo un gesto de grandeza, provocando que ambos rían a carcajadas.

Briana entro a la pista y tironeó de Kilian para que entre con ella. El chico iba tambaleándose en la pista, pero Briana lo llevaba de ambas manos, no permitiría que se caiga.

Briana se sintió diferente en la pista de patinaje. Amaba subirse a los patines, pero ahora, con Kilian, sentía algo distinto. Hace unos años, se moría por ser la mejor patinadora sobre hielo del país, soñaba con ganar las olimpiadas y tener un lugar entre los atletas olímpicos. Pero ahora, pensaba diferente. Veía el patinaje como una forma de despejarse, un escape de la realidad.

—¿En qué piensas? —pregunto Kilian, frenando en la pista.

—En que… Antes, mi sueño era ganar las olimpiadas; pero ahora… Solo me gusta patinar por ocio. Es como una especie de Hobby.

—Entiendo. —Exclamo él. —¿Significa eso que no piensas en regresar a las pistas?

Briana negó.

—Eso se acabó el día de la final. —Dijo ella.

—Pero era tu sueño. —Sonrió Kilian. —¿Tal vez en futuro puedas pensártelo?

—No. —Exclamo ella. —Tú lo dijiste. “Era” mi sueño. Mi sueño, ahora, es ser una buena cirujana para ayudar a niños y personas sin recursos.

—Espero que no te olvides de mí cuando lo seas. —Sonrió él. —Yo dire que algún día fui tu esposo. —Río él.

Después de un rato más de diversión, Kilian acompaño a Briana a su apartamento. Briana lo invito a pasar, ya que aún era algo temprano y una vez adentro, el chico comenzó a recorrer el lugar con la mirada.

No se parecía en absoluto a su departamento, el cual ocupaba todo un piso. Este era más pequeño, pero cálido y acogedor. Estaba limpio y tenía algunas decoraciones que lo hacían ver aún más hogareño.

—¿Todo está bien? —pregunto ella, notando que Kilian seguía de pie observando todo.

—Sí, solo observaba. —Dijo él. —Me gusta aquí.

—¿De verdad?

Él asintió.

—Es sencillo y cálido. —Exclamo.

—Pediré comida a domicilio, ¿qué prefieres? —pregunto ella.

Kilian negó.

—Cocinaré. —Exclamo, arremangando su camisa.

—¿Tú?, ¿sabes cocinar?

Él la observó, desafiante.

—Hay mucho que no sabes sobre mí. —Dijo él.

Briana lo acompaño a la cocina y le ayudo a preparar la cena. Lo cierto es que no pensaba cocinar, pero dado que Kilian se ofreció, no se negó en ayudarle.

Esa noche, luego de la deliciosa cena, Kilian se fue a su apartamento y Briana a dormir temprano, ya que al día siguiente tenía guardias. Ambos la habían pasado bien. Antes de irse, Kilian le dijo que hablaría con su abogada para arreglar lo de su matrimonio.