CORRIENDO A LA VELOCIDAD DEL AMOR

CORRIENDO A LA VELOCIDAD DEL AMOR

CAPITULO 1.

CAPÍTULO 1.

Briana Blossom tenía apenas veinte años cuando llego, junto a su novio y compañero, Zack Becker, a la final de las olimpiadas de patinaje sobre hielo. Estaba a solo una actuación de ganar la medalla dorada.

Los nervios por pensar en que todo salga bien la carcomían por dentro, pero eso no fue impedimento para que Briana de lo mejor de sí. Zack estaba a su lado, así que, ¿qué podía salir mal?

Llego el momento de la actuación y los jueces estaban sorprendidos por la conexión de aquella pareja y por la elegancia de cada uno de sus movimientos. Sin embargo, cuando estaban realizando un “salto picado”, algo salió mal.

Briana se sentía segura y feliz de lograrlo, sin embargo, pronto escucho a la tribuna enloquecer con gritos aterradores y Zack ya no estaba junto a ella. Briana cayó al piso, golpeándose muy fuerte, se tomó unos segundos para componerse y luego giro sus ojos buscando a su compañero. Ella pudo verlo a unos metros, desvanecido. Parecía no tener señales de vida. Los paramédicos estaban encargándose de darle los primeros auxilios y ella, preocupada, tomo fuerzas de donde no tenía y se arrastró hacia el chico.

—Zack, Zack… Reacciona. —Exclamo ella.

—Señorita, él estará bien. —Exclamo uno de los médicos, dándose cuenta al fin, que ella también estaba herida. —Solo tuvo un desmayo y un golpe fuerte, necesitamos atenderla.

Briana se quedó en su lugar, dejando que los médicos hagan su trabajo. Lo que parecía ser una tragedia para ella, se redujo a un esguince de tobillo y una rotura de ligamentos, sin embargo, Briana nunca pensó que ese sería el fin de su carrera de patinaje.

Días después, ella se encontraba internada en una clínica y Zack, permanecía a su lado en silencio.

Briana estaba preocupada, su madre había sido diagnosticada con cáncer y el tratamiento era demasiado caro. No tenía manera de afrontar aquel gasto. Su padre las abandono cuando ella era pequeña y solo vivían del dinero que traía su madre a la casa. Ella era arquitecta, así que si bien no les sobraba dinero, les alcanzaba para vivir sin preocupaciones. Al menos eso fue hasta que supieron de su enfermedad.

Briana contaba con el premio de las olimpiadas para poder hacer un último intento de salvar a su madre. A pesar de que ella ya se había rendido hace tiempo y solo quería vivir tranquila los últimos días de vida, Briana se negaba a dejarla ir. Pero ahora, no tenía opción.

Al principio, Zack y sus padres le ayudaban un poco, sobre todo con el colegio, de no ser por ellos, Briana ni siquiera hubiera podido terminar sus estudios. Pero después de las olimpiadas, las cosas fueron de mal en peor.

—Escucha Bri. —Exclamo Zack a su lado. —Sé cómo te sientes y…

—¿Sabes como me siento? —pregunto ella. —Confié en ti, Zack. Te dije que no estábamos preparados para realizar ese salto y tú insististe. Creí que habías muerto cuando te vi tirado sobre el hielo.

—Querías ganar, ¿ok? —exclamo él, enojado. —Hice lo que creí correcto.

—Los médicos dicen que pasara algún tiempo para poder volver a las pistas. —exclamo ella.

—Lo sé, pero ya tengo todo solucionado. —Dijo.

—¿De qué hablas?

—Me presentaré a las próximas olimpiadas en cuatro años, buscaré una nueva compañera y ganaré la medalla.

—¿Y qué hay de mí? —pregunto ella.

—Eres mi novia, ¿sí?, pero ganar las olimpiadas es mi sueño. Lo siento.

En ese momento, Briana acepto. Estaba un poco deprimida y además, estaba estudiando medicina. Dado que pasaría un tiempo fuera de las pistas por su lesión, decidió enfocarse de lleno en su carrera y quizás, más adelante, podría retomar el patín. Aunque lo cierto, es que el patinaje para ella siempre había sido un hobby, hasta que conoció a Zack y se adentró en el mundo de las competencias.

Tiempo después, su madre finalmente falleció. Briana se sentía muy culpable, ya que creía que de haber conseguido el dinero podría salvarle la vida. Pero no era así. Los médicos dijeron que no había nada para hacer, el cáncer estaba demasiado avanzado.

Todos esos sucesos hicieron que, Briana junto con su mejor amiga, Audrey, —con quien estudiaba medicina—, tomaran la decisión de tomarse unas semanas de vacaciones e ir a Las Vegas para despejar la mente y volver totalmente renovadas para continuar con su vida. Poco se imaginaban que aquel viaje de amigas, tendría consecuencias en el futuro.

Tres años después, con veintitrés años, Briana, junto a sus amigos, se habían graduado en medicina. La pelirroja quería ser cirujana. Con el tiempo se había olvidado del patinaje. De vez en cuando, solía ir a una pista y recorrerla para distraerse, Eso le encantaba. Pero ya no pensaba en las olimpiadas. Ahora tenía otras metas.

Zack había conseguido una nueva compañera y estaban preparándose para competir en las olimpiadas que serían dentro de poco tiempo. Ellos aún salían, incluso estaban comprometidos y Zack parecía emocionado por casarse con ella. Aunque lo cierto era, que ya apenas quedaba un poco de amor del tanto que alguna vez se tuvieron.

Ahora Briana estaba en el primer año de su residencia médica, pero a pesar de ser una brillante profesional, aún debía lidiar con algunos aficionados a las olimpiadas que la reconocían.

Muchos se sentían decepcionados con que la “Reina de las Nieves” -como solían llamarla-, se haya olvidado de su talento en el patinaje; y otros sentían orgullo por ella. Pero lo cierto es que a Briana no le importaba la opinión de las personas. Eso fue en el pasado y ya nada quedaba de aquella adolescente que soñaba con ganar la medalla dorada.

Por la tarde, cuando Briana salió de la clínica en donde realiza sus prácticas, recibió un llamado de Zack diciéndole que pasaría a buscarla para hablar con ella.

Briana espero pacientemente afuera de la clínica hasta que finalmente vio el coche de Zack arrimar.

—Hola. —exclamo ella.

—¿Cómo estás, amor? —pregunto él, dándole un pequeño beso.

—Un poco cansada, he estado en urgencias hoy. ¿Sobre qué querías hablar?

—¿Recuerdas que en algún momento te hable de Kilian, mi tío?

—¿El piloto? —Pregunto.

—Sí. —Asintió. —Está de visita. Papá dijo que correrá en el circuito de las Américas el fin de semana y, mañana es su cumpleaños. Planean hacerle una recepción en la casa y por supuesto, papá dice que todos debemos asistir a la carrera, además dijo que anunciara algo importante.

—¿Y quieres que vaya contigo? —preguntó Briana algo decepcionada. Casualmente, también sería su cumpleaños, pero Zack no lo recordó.

—Por supuesto, eres mi prometida. —Exclamo él.

—Iré apenas salga del hospital. —Exclamo ella.

—No veo a Kilian desde hace unos años. —Exclamo él. —Solíamos ser muy unidos, de pequeños, hasta que se fue. Lo próximo que supe de él fue que se convirtió en piloto de F1.

—Crecieron juntos, ¿eso significa que tienen la misma edad? —pregunto. —Lo siento, es que nunca hablas de él.

—Kilian cumplirá treinta mañana. —Dijo. —Mi abuela tuvo a papá muy joven, tenía diecinueve años en aquel entonces. Quince años después, nació Kilian. Fue casi un milagro, mi abuela creyó que no tendría más hijos. Cuando Kilian tenía seis años, nací yo. Tiempo después, mis abuelos fallecieron en un accidente, así que mi padre se hizo cargo de él y crecimos como hermanos, prácticamente. Al cumplir dieciocho, Kilian se fue a Italia y el resto es lo que conoces. Se convirtió en piloto y ya casi no nos vimos.

—Y ahora vuelve.

—Sí, así es. —Exclamo Zack, estacionando fuera de la casa de Briana. —Pasaré a buscarte por la Clínica mañana. Tengo entrenamiento intensivo en la pista de hielo, pero llegaré a tiempo para tu hora de salida.

La chica asintió.

—Estuve pensando… —Dijo Zack. —¿No crees que ya es hora de poner una fecha para la boda?

Briana sonrió, aunque no muy feliz. Por más que intente engañarse a sí misma, en su interior sabia que no quería casarse con Zack. Pero hizo oídos sordos a lo que le decía su conciencia.

—¿De verdad? —pregunto ella.

—Mañana mismo iré a solicitar la licencia de matrimonio. —Dijo él. —Y una vez tenga la fecha, la anunciaremos en la familia.

—Está bien. —Respondió Briana. —Me gusta la idea. —Sonrió.

Se despidió de Zack con un casto beso e ingreso a su casa, más pensativa que nunca.

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