Alina se encuentra en una situación desesperada.
No solo perdió a su esposo debido a algún malentendido que incluso si ella lo quiere aclarar solo lo oscurece más, sino que sus amigos y madre le dan la espalda.
Con un niño en brazos y otro en el vientre, Alina debe enfrentar un sinnúmero de situaciones que harán su vida difícil.
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¿Qué hiciste, Alina?
Torcí los labios mientras miraba la sonrisa presuntuosa de Sebastián, la cual deseaba borrar de una cachetada.
Sin embargo, no tuve más opción que contener mis emociones debido a que estaba en el trabajo y este era mi primer día por lo que no quería dar una mala impresión.
Esperaba que su llegada sea solo una coincidencia y no algo premeditado.
— Anda Alina con Andrea mientras atiendo a este cliente — enunció la dueña mientras sonreía hacia Sebastián — Joven Hidalgo, ¿qué lo trae por aquí?, ¿acaso debemos preparar el mismo arreglo de siempre?
Me congelé por un momento al escuchar las palabras llenas de familiaridad de la dueña. Mi suerte realmente debe ser mala, para terminar trabajando en un local del que al parecer Sebastián era conocido.
— Esta vez, no vengo por ningún arreglo, Karen. Quiero hablar con una de tus chicas — dijo aquel hombre de ojos azules y cabellos castaños.
Negué con la cabeza mientras saludaba a Andrea y me disponía seguir sus instrucciones acerca de cómo recoger las flores para que estas no se maltraten.
— ¿A quién? ¿Alguien hizo algo que te incomodó? — cuestionó la dueña con preocupación.
— No es eso. Ella es solo una amiga a la que quiero saludar — comentó haciendo que tuviera un mal presentimiento — Es Alina, tu nueva colaboradora.
Sabía qué haría esto.
Ese bastardo.
— ¡Alina! ¡Oh! Acércate y saluda al joven Hidalgo — me llamó la dueña mientras me daba una mirada un tanto indescriptible.
Por lo visto, iba a estar desempleada de nuevo.
Luego de que me acercará, la dueña se alejó para darnos espacio para charlar.
— ¿Qué quieres? ¿Por qué me andas siguiendo? — gruñí mientras miraba al hombre delante de mí que se parecía demasiado a Ale…
Sacudí la cabeza tratando de borrar el nombre de mi memoria.
— Es así como tratas a tu cuñado, no espera, ahora somos ex cuñados, qué conveniente — dijo mientras tomaba un mechón de mi cabello de manera juguetona.
Antes de que hiciera algún movimiento sobre mí, me alejé de él a una distancia segura.
Con Sebastián cualquier cosa podía esperar.
Él era el segundo hermano Hidalgo, tenía cerca de 27 años, tenía su propia agencia de turismo y un montón de hoteles, lo que lo hacían uno de los solteros más codiciados del país.
Sin embargo, dudo que aquellas señoritas quieran casarse con él con el tipo de personalidad desenfrenada que tenía.
A pesar de que muchos estudios describían que el segundo hermano era una persona sensata, ciertamente Sebastián no lo era.
Era un desastre, uno que parecía no tener una línea de fondo en lo que era correcto o no.
— Si solo viniste a molestarme, mejor vete. Estás perturbando mi trabajo.
Sebastián acortó nuestra distancia de nuevo mientras me miraba de una manera que me hizo sentir enferma.
Debido a que no era el tipo de mirada que alguien le daba a la esposa o exesposa de su hermano.
La forma en la que miró era dulce, casi tierna como si estuviera mirando a su amante. Sin embargo, sabía muy bien que todo era un acto de su parte.
Sebastián no sabía amar a nadie más que a él mismo.
A él solo le gustaba divertirse.
Y yo parecía haberme convertido en su objeto de diversión.
— Ali, Ali, no seas tan arisca, hay personas mirando. Solo vine a ver cómo te va luego de que mi hermano te dejará. Debe ser difícil, durante los últimos años has estado viviendo en el lujo, siendo tratada como una princesa. Trabajar…
Sacudió la cabeza como si la idea de que trabaje no le sentará bien.
— Vete — demande en un murmullo — Ya no tengo nada que ver con tu familia, así que solo déjame en paz. Ya sea que trabaje o no, no es de tu maldita incumbencia. No crees que ya hiciste demasiado.
Sebastián hizo un puchero mientras me miraba.
— Cariño, lo dices por el beso. Ya sabes, no pude contenerme, desde que Alejandro te trajo a casa me sentí atraído por ti. Muy atraído.
Me mordí la lengua para evitar maldecirlo y decirle lo mal que estaban sus palabras y su moral al querer involucrarse con la mujer de su hermano.
Pero, de nuevo, debido a que estaba en mi lugar de trabajo, me contuve de hacerlo.
— Tus sentimientos son asfixiantes para mí, si ya no tienes nada que decir solo lárgate y no vuelvas a aparecer ante mi vista.
Tras decir aquello traté de marcharme, sin embargo, antes de que pudiera hacerlo, Sebastián tomó mi mano atrayendo mi cuerpo hacia sus brazos.
— Tan terca. Me gusta. Alina, no seas estúpida. La razón por la que he estado rondando a tu alrededor es porque quiero que te conviertas en mi amante. Ya no está mi hermano a tu alrededor, solo será un secreto entre tú y yo. Antes de rechazar mi propuesta debes pensarlo bien. Tendrás todos los lujos a los que estabas acostumbrada, tu hijo tendrá todas las comodidades que antes tenía. Ya no tendrás que trabajar, lo único que tendrás que hacer es abrir tus…
Antes de que él terminará de hablar le di un puntapié en sus partes nobles.
— ¡Maldita! ¡Auch!
Respire hondo mientras lo señalaba con la mano.
— ¡No estoy en venta! Ni aunque fueras el último hombre en este mundo me acostaría contigo. Lo que me causas es asco, bastardo, inmoral.
Y como para remarcar mi punto justo en ese momento sentí unas inmensas ganas de vomitar que no pude contener, por lo que terminé vomitando encima de Sebastián bajo la atenta y asombrada mirada de todas las personas alrededor.
Sebastián no hizo nada más que gritar de terror.
Esperaba que con esto dejará de molestarme.
Aunque sinceramente no lo creía.
Después de todo, en el pasado lo había rechazado incontables veces y el muy bastardo hacía como si lo entendiera para después de un tiempo volver a andar atrás de mí.
— ¿Qué hiciste, Alina? — cuestionó la dueña mientras se acercaba a ayudar a Sebastián — La violencia no es la respuesta. Lo siento, pero no puedo mantener en mi local a una persona impulsiva y violenta…
Antes de que ella pudiera decir que estaba despedida, la interrumpí.
— Yo tampoco puedo soportar trabajar en un lugar que aceptan a canallas como clientes y justifican el acoso sexual.
Tras decir aquello salí del local con la cabeza en alto.
Sin embargo, quizás debido a que no había podido comer bien en los últimos días, unas cuadras más adelante sentí que mi visión se oscureció.
Parece que me había desmayado.
Hola, pequeña reina, gracias por leer, no te olvides de dejar un like o comentario, con amor, Erica.
vete y ya
desaparece y superate
pero ueo no lo perdonaría... es un perro desgraciado junto a todos los demás.