Leonor una joven de corazón puro que luego de que en su primera vida le tocará experimentar las peores atrocidades, vuelve en el tiempo y jura vengarse de todos aquellos que algunas vez destruyeron su vida por completo.
Nueva historia chicas, subiré capítulo intercalando con las otras dos. Sean pacientes, la tengo que subir por qué sino se me va la idea😜😜🤪
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cap. 6
El ambiente cambió drásticamente. De ser una celebración festiva y alegre, todos los presentes dirigieron su atención a la pista de baile, donde el príncipe de Zenda apartaba a la princesa de las garras del marqués Ford.
El hombre, furioso, miró al joven sin reconocerlo y exclamó:
—¿Quién se cree que es para apartarme así de la princesa?
Leonor lo miró con desdén y respondió:
—Es mi invitado especial: el príncipe heredero de Zenda. Príncipe Mauricio, gracias por asistir.
Mauricio inclinó apenas la cabeza hacia Leonor y dijo:
—Gracias por invitarme, princesa.
El marqués, al comprender quién era el joven, se apresuró a disculparse:
—Lo siento, alteza... no lo reconocí...
Mauricio levantó la mano, interrumpiéndolo:
—No hace falta disculparse —se acercó al oído del marqués y susurró, helándole la sangre—: vuelva a tocarla, y le cortaré el cuello. Espero que no tome a la ligera mi advertencia.
Con una sonrisa maliciosa, el príncipe se volvió hacia la princesa:
—¿Alteza, le gustaría dar un paseo?
Leonor asintió sin dudarlo y, sin prestar atención a las miradas curiosas de los nobles, se alejó junto a él hacia los jardines.
Una vez solos, Mauricio habló:
—Interesante propuesta la suya, princesa.
Leonor se separó ligeramente y respondió:
—Veo que logró despertar su curiosidad, de lo contrario no habría venido.
—Digamos que me intrigó que la princesa de un imperio con el que hemos tenido varios conflictos me propusiera una alianza. La escucho, alteza. ¿Cuál es su propuesta?
Leonor no titubeó:
—Quiero gobernar Atenea. Actualmente el príncipe y la emperatriz me lo impiden. Si me ayudas a alcanzar mis metas, no solo serás emperador de Zenda, sino también de Atenea. Mediante esta alianza, ambos saldremos beneficiados.
Mauricio sonrió, divertido.
—He investigado sobre usted. Su carta no fue demasiado explícita y tenía mis dudas sobre si era una trampa. Pero descubrí que la emperatriz ya tiene otros planes para usted.
—Lo sé. Por eso decidí adelantarme a ella... y a mi padre.
—¿El emperador tampoco la apoya? Tenía entendido otra cosa.
—El emperador es una marioneta en manos de la emperatriz. Pero eso no le incumbe. Le pregunto de nuevo: ¿formará una alianza conmigo o no?
Mauricio la observó en silencio.
—Veo que está desesperada. ¿No le importa lo que dicen de mí?
—¿Que es un asesino a sangre fría? ¿Que es un mujeriego? No me importa. Mientras no afecte nuestra alianza, su vida personal es suya. Yo seré emperatriz de ambos imperios. Usted podrá hacer lo que quiera.
Mauricio la miró fijamente.
—¿Solo busca poder?
—Busco sobrevivir. Después de esta noche, mi destino estará sellado. Y quiero asegurarme de que mi vida y mi futuro estén a salvo.
Mauricio sonrió aún más.
—Muy bien. Supongamos que acepto. ¿Qué sigue?
Leonor sacó una daga reluciente y dijo:
—Deme su mano.
Intrigado, Mauricio la extendió. Sin apartar la vista de ella, la vio cortar su palma con precisión. Luego hizo lo mismo con la suya y, uniendo sus manos ensangrentadas, Leonor recitó:
—Haremos un pacto de sangre. No dejaré que me engañe. No lo conozco, ni me conoce. Por eso, mejor sellarlo así. Nunca se sabe si uno podrá cumplir su palabra.
Mauricio arqueó una ceja.
—Veo que los rumores eran ciertos... Es portadora de magia.
—Así es. Ahora repita conmigo: "Yo, Leonor..."
—Yo, Mauricio...
—"Juro no traicionar a mi aliado."
—Juro no traicionar a mi aliada.
—"Y hacer todo lo que esté en mis manos para alcanzar nuestras metas."
—Y hacer todo lo que esté en mis manos para alcanzar nuestras metas.
—"En caso de romper mi promesa..."
—En caso de romper mi promesa...
—"...que mi imperio caiga en la pobreza y yo pierda todo el poder que ahora poseo."
Mauricio frunció el ceño. Aunque no quería, las palabras brotaron de sus labios como si fueran forzadas por una fuerza superior.
Cuando terminaron, las heridas se cerraron, pero una serpiente negra se enroscó alrededor de la muñeca de ambos.
—¿Qué es esto? —preguntó Mauricio, examinando la marca.
—La señal del pacto. Si uno rompe la promesa, sabrá lo que ocurrirá.
Mauricio soltó una carcajada baja.
—Muy bien... ¿Ahora qué sigue?
—Volveremos al salón y anunciaremos nuestra decisión.
—¿Segura? Tal vez deberíamos hablarlo en privado.
—No. Es mejor que los nobles sepan que su princesa, la favorita para ser heredera, ya tiene a un compañero digno.
Mauricio sonrió de lado.
—Me encanta crear caos.
—Vamos —dijo Leonor—. Quiero ver la cara de la Emperatriz cuando vea cómo sus planes se desmoronan.
En el salón, el emperador Maximus estaba visiblemente impaciente. Su hija había desaparecido hacía rato junto con el príncipe, heredero de uno de sus imperios enemigos. No entendía qué había pasado por la mente de Leonor al invitarlo, pero luego se encargaría de reprenderla.
Pronto, vio a la pareja regresar, sonriendo con complicidad. Antes de que pudiera acercarse, ambos avanzaron hasta el trono.
Mauricio, desafiando toda etiqueta, no se inclinó.
—Buenas noches, majestad.
Maximus le devolvió la mirada, ceñudo, notando cómo su hija se aferraba al brazo del príncipe.
—Buenas noches, príncipe Mauricio. No sabía que había sido invitado a la fiesta de mi hija.
—La princesa Leonor me invitó personalmente —Mauricio miró a Leonor, quien fingió sonrojarse—. Hemos estado en contacto por carta. Hoy he venido personalmente a pedir...
Antes de que terminara de hablar, Maximus estalló:
—¡No, ni pensarlo! ¿Qué significa esto, Leonor?
Un silencio tenso se adueñó del salón. Leonor sonrió inocentemente y dijo:
—No entiendo, padre. Creí que tanto usted como la emperatriz deseaban que encontrara un prometido. El príncipe Mauricio está aquí para pedir mi mano. ¿Qué problema hay?
Maximus estaba a punto de explotar de furia, pero la emperatriz intervino:
—¡De ninguna manera! ¡Yo ya había elegido un prometido para ti!
Maximus giró hacia ella, furioso:
—¿De qué estás hablando? ¡Te dije que no intervinieras!
—Prefieres que se case con un enemigo antes que con alguien que traería beneficios a nuestro imperio...
—¡Silencio! —tronó Maximus—. ¡La fiesta ha terminado! ¡Todos fuera!
Uno a uno, los nobles fueron abandonando el salón, dejando a la familia imperial, Mauricio, Leonor y el marqués Ford.
—Ahora sí, explícame esto, Leonor... —dijo Maximus, pero interrumpió su discurso al ver al marqués—. Marqués Ford, esto es un asunto privado. Retírese.
La emperatriz intervino:
—Creo que es conveniente que el prometido elegido esté presente.
Mauricio soltó una carcajada.
—Perdón... ¡Qué gran sentido del humor tiene la emperatriz! ¿En serio pretendía casar a la princesa con ese viejo?
El marqués y la emperatriz enrojecieron de ira, pero Leonor aprovechó:
—Menos mal que ya había conocido al príncipe Mauricio. No quiero ni pensar en lo que habría sido mi vida junto a ese hombre...
Leonor se abrazó a sí misma. Mauricio, para provocar aún más, rodeó sus hombros con su brazo y dijo:
—Tranquila, Leonor. Jamás permitiría tal cosa. Declararía la guerra si fuera necesario.
Maximus se adelantó, separándolos bruscamente.
—Suelta a mi hija. No sé qué planeas, pero no permitiré que la uses.
—No planeo tal cosa —respondió Mauricio con frialdad—. Pero veo que la Emperatriz sí lo hace. Tal vez la princesa esté más segura en Zenda.
La reina, hasta entonces en silencio, intervino:
—Estoy de acuerdo.
Maximus la miró sorprendido.
—Majestad —añadió Maribel con firmeza—, prefiero que mi hija se case con este joven, que al menos ha tenido el valor de venir aquí, que verla atada a ese anciano.
Maximus, enfurecido, gritó:
—¡Fuera todos, excepto tú, Leonor! ¡Tú y yo hablaremos seriamente!
Mauricio miró a Leonor. Ella asintió y todos salieron.
Una vez solos, Maximus encaró a su hija:
—Ahora, dime la verdad. ¿Qué planeas?
Leonor lo miró a los ojos, sin titubear:
—¿La verdad? Voy a casarme con el príncipe Mauricio porque la Emperatriz no descansará hasta arruinarme. Prefiero al enemigo antes que vivir bajo su yugo.
—Te dije que te protegería...
—¿Y cómo ha resultado eso? Ya tenía un prometido y ni siquiera lo sabías. Usted quiere protegerme, pero su esposa quiere destruirme. No puedo esperar más. Busqué a alguien que pueda luchar a mi lado. Voy a pelear por el trono. No bajaré más la cabeza ante ella. Usted decide, majestad: ¿está de mi lado o en mi contra?
El emperador la observó en silencio. Por primera vez en años, la veía como una auténtica descendiente de Atenea. Sonrió, orgulloso.
—Muy bien. Espero que no te equivoques. Quieres gobernar Atenea...
—Quiero gobernar Atenea *y* Zenda. A diferencia de mi hermano, yo sí soy inteligente.
Maximus sonrió más amplio.
—De acuerdo. Anunciaremos tu compromiso en unos días. Y dejaremos claro que la lucha por el trono ha comenzado.
Leonor lo miró, dudosa, pero al ver su expresión, dijo:
—Gracias, padre.
—Ahora sí me llamas así.
—Es la primera vez en años que actúa como uno.
Maximus frunció el ceño.
—No me hagas arrepentirme. Ahora, llama a ese muchacho. Tengo algunas advertencias que hacerle.
Leonor sonrió ligeramente y salió en busca de Mauricio.