Deseándote

Se quedó en silencio por unos minutos, como aclarando lo que debía contestar, me acerco un poco más y la tomó de la barbilla levantando su rostro, se muerde el labio inferior.

— Tu eres la que no debería seguir haciendo eso.

— ¿El qué? — Sus dientes se aferraron fuerte en el labio, pase mi dedo por ellos y lo soltó de inmediato. Me quedé acariciando suavemente, mientras su reparación se agitaba de a poco.

— Morderte los labios, es tan mortalmente para mi — Soltó el aire. Y me acerqué más. Quedamos a escasos centímetros, Nuestros alientos se mezclaron, pase saliva, con la otra mano la tome de la cadera, me posicione entre sus piernas y la pegué lo más que pude a mi cuerpo. El mío quería y anhelaba ser uno solo con el de ella.

Solté su barbilla y enlace mis dedos en su cabello, pegando sus labios en los mios. apoderándome de cada centímetro de su boca en un apasionado beso, donde mi lengua se enredó con la suya, dejándome llevar por las enormes ganas que sentía de besarla desde hace rato. Nos separamos jadeando por falta de aire. Me mira desconcertada y sus mejillas están rosadas, sus ojos grises brillan intensamente. Deje mi mano en su cadera, muriendo por tocar su delicioso y redondo trasero.

— ¿Porqué hiciste eso? — Murmuró con la cara ardiendo de vergüenza. Sonreí.

— ¿Porqué me provocas? — Respondí con una pregunta, Fruncío levemente el ceño.

— ¿Porqué me besaste? — Insistió.

— Así lo deseaba desde esta mañana, cuando vi tu cuerpo. Pero no sólo eso — Me acerqué a su oído—. Tengo ganas de hacerte mía, de todas las maneras existentes.

Se estremece por mi repentina acción, dejó un beso húmedo en su lóbulo y hago un recorrido por su cuello. Hasta llegar a su barbilla y subir a sus labios nuevamente. Su.boca se mueve algo inexperta en la mía. Pero igual me.encanta su sabor y como me enciende sólo con un beso. Me pego más haciendole sentir mi erección, suelta un gemido entre el.beso. No puedo parar y no quiero detenerme. La deseo como nunca había deseado algo en la vida.

— Adrián... — Se calló en cuanto su teléfono empezó a sonar. Me hice un poco hacía atrás para que sacará su teléfono del bolsillo de su chaqueta—. Hola.

Carraspea porque su voz salió ahogada, no deje de verla a los ojos. Tiene una mirada dulce, pero también dura.

— ¡Oh!, ¡Claro que sí, allí estaré!' ¡Muchas gracias! — Exclamó con una sonrisa, seguidamente colgó y guardo el teléfono de nuevo—. Estoy contratada. Y mañana debo presentarme.

Dijo alegremente mientras pasaba sus manos por el cabello peinandolo un poco.

— Me alegro por ti regresamos a casa. seguro y debes prepárate para mañana — Asintió frenéticamente.

— ¡Tienes razón, vamos! — Se calló y posó una mano en mi ante brazo—. Te molesta que no hallamos podido ir al lugar que dijiste.

— No es importante, luego te puedo llevar.

— Bien — Murmuró en voz baja y apenada.

De regreso al apartamento su agarré era más firme; colocando su cabeza en mi espalda, me sentí bien. Como hace mucho no lo estaba, sentir su cercanía era en cierta parte buena. Tampoco quería acelerar las cosas, tenía que actuar con calma para no dañar quizá algo que podía llegar a resultar. Pero al parecer Gabriela era demasiado insegura, en cuanto su físico. Eso me lo dejo en claro por los cometarios antes de aceptar subirse en la moto.

Me encanta su cuerpo. Prefiero la carne que los huesos, no me interesa su talla. Realmente para mi se ve hermosa.

— Ve dejando la moto allá. Iré preparando algo de comer. Muero de hambre —Dijo quitándose el casco asentí y se bajó, la vi mover sus caderas mientras camina hacia la puerta. Ese vaivén es exageradamente delicioso. Dejo la moto en el mismo lugar, acomodo los cascos y voy directo al apartamento, al llegar la puerta está a medio abrir. Un sabroso olor inunda mis fosas nasales en cuanto entró. Me acerco sigilosamente a la cocina, de espalda contononeando sus caderas de un lado a otro, Gabi esta cocinando. Mientras escucha una salsa de fondo.

Me quedo atolondrado viendo mover sus caderas. Esta chica. Me hará adicto a ella y de un beso no ha pasado nada más. Se gira y sonríe apenada en cuanto me ve.

— Delicioso — Abrió la boca y la vuelve a cerrar—. El olor, me refiero que huele muy rico.

Me escudriña con la mirada y sonríe con burla, limpia sus manos con la toalla. Y se cruza de brazos.

— Y te encantará su sabor, mi cocina Latina es la mejor que vas a probar en tu vida — Me da un guiño y se gira nuevamente a revolver la olla—. Has comido alguna vez, una frijolada.

— No, pero con sólo el olor se que sabrá delicioso. Y no cave duda que serás lo mejor que he probado — La veo negar con la cabeza. Me siento en el taburete, a contemplar como se mueve con destreza por toda la cocina, como prueba la comida, como frunce el ceño y como sonríe satisfecha.

— Señor Adrián espero y le guste mi deliciosa frijolada con chicharrón —Farfulla colocando dos platos en el mesón, toma asiento a mi lado y me mira expectante.

—¿Con qué?.

— Chi-cha-rrón —Enfatiza cada sílaba y río por los gestos graciosos que hace.

Definitivamente al probarlo quedé encantado, su sazón es muy buena a diferencia del ejército donde la comida realmente es sin sabor alguno, aunque mi paladar ya se haya acostumbrado. Pero lo que cocino Gabi esta muy sabroso al igual que ella. El resto del almuerzo, hablamos de todo un poco; de sus padres adoptivos, que su madre es Latina y su padre Americano. También le hable un poco de como fue servir para el ejército estadounidense. Mencionó como conocio a mi hermana hace cuatro años. Y luego de dos de amistad, compraron el apartamento.

— ¿Quieres ver una película? — Inquirió una vez terminó de lavar los platos.

— Si, escoge la que quieras.

— Bien, una de acción. Los romances no me gustan. Viviana me obliga a verlos y es una molestia tener que soportar cada que llora.

Se ríe al recordar, asiento con una sonrisa. Ella enciende el televisor y pone en Netflix; Escuadrón 6. Nos sentamos en el mismo sillón, muy cerca uno del otro. Su perfume me embriaga por unos segundos y creo no poder resistirme a el.