Maximiliano Smith, el último soltero de los Insoportables descendientes, nos contará su historia de amor. Después de una relación fallida y una hija, encontrará a la mujer que haga latir su corazón.
Solo que ella, será un alma indomable y él deberá luchar para penetrar esa dura coraza, si quiere el premio mayor. "el corazón de su amada".
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CAPÍTULO 24
Malena después de eso, se acurrucó un rato más en la cama. Extrañaría esta suavidad y comodidad. Pero nada bueno, era permanente para ella y debía resignarse.
Después de una hora aproximadamente. Malena se levantó. Quería marcharse antes de volver a encontrarse con Max, pero la suerte no estaba a su favor.
Porque al salir de su habitación, lo encontró recostado en la pared.
Al parecer la estaba esperando. Pero ella, no tenía ningún tema de conversación con él. Pero debía ser cortés y despedirse con educación.
—Buenos días y con permiso —lo saludó Malena, pero caminando hacia las escaleras.
Pero Maximiliano, al ver la mochila en su mano. Entendió que ella seguía con la idea de continuar su camino lejos de ellos. Pero aunque estaba furioso con ella. Entendía que era injusto culparla, cuando ella estaba ardiendo y delirando de la fiebre y que lo más seguro es que no recordara lo ocurrido entre ellos.
Con todos esos pensamientos. Maximiliano decidió comportarse como un adulto y hablar con ella.
—Buenos días, Malena. ¿Podemos hablar unos minutos?
La chica lo miró con desconfianza, fijó su mirada en él. Cómo sí, tratará de adivinar lo que planeaba.
Pero ella, no era adivina. Por lo tanto, para enterarse debía escucharlo. Entonces bufó en señal de fastidio y asintió.
Maximiliano rodó los ojos al ver su actitud tan irrespetuosa e infantil, pero no comenzaría una discusión con ella. Entonces solo la guio hasta el despacho y la invitó a sentarse. Mientras él cerraba la puerta.
—De una vez, le agradezco su hospitalidad y le ahorro la molestia de volver a correrme. Como se lo dije anoche. Usted no tiene por qué preocuparse por mí. Yo no soy su responsabilidad. Así que aquí nos despedimos. —le dijo Malena y otra vez ese sentimiento de inseguridad y nerviosismo se apoderó de ella.
—Malena, quiero pedirte una sincera disculpa de mi parte. Anoche no debí hablarte de esa manera. Tú no tienes la culpa de nada. Solo has sido, una excusa de mi madre para seguir imponiendo su voluntad.
—No tiene que excusarse. Usted tiene toda la razón. Usted ya tiene una niñera y yo salgo sobrando. Y ya por favor señor Smith. Dejemos el tema hasta aquí y si lo he visto, no me acuerdo.
Maximiliano sintió una punzada en su pecho. Definitivamente, está mujer era inmune a él, a sus encantos, a sus palabras. Mientras que él estaba siendo paralizado, por el veneno de sus besos y al parecer no existía más antídoto, que volver a consumir el veneno y quedarse atrapado en ese círculo vicioso.
—Malena, mantengo mi postura. Eres una jovencita. No estás calificada para cuidar de mi hija y no lo digo por ofenderte, ni por lastimarte. Lo digo por que, es la verdad, pero no por eso, tienes que marcharte. Quédate Malena. Tengo otro trabajo para ti.
Malena se sintió muy confundida. ¿Por qué, este repentino cambio de actitud? ¿Qué tramaba el idiota?
—Hum. No gracias, no me gusta lidiar con gente bipolar —le respondió Malena, mientras se levantaba para salir hacia la calle.
Maximiliano no pudo evitar sonreír. Definitivamente, está mocosa era como una potra salvaje e indomable.
Maximiliano se levantó de la silla y le respondió:
—Aún no escuchas mi oferta. Puedo asegurarte, que no te harán una mejor en todo el mundo.
Malena tenía una lucha interna. Una parte de ella, quería aceptar y quedarse bajo la protección de ellos. Mientras termina de estudiar y puede buscarse un trabajo digno y la otra parte, era la rebelde. Que quería gritarle, que ella no era una salvaje baña lobos y que se retractara de todo lo dicho y que las disculpas debían ser de rodillas.
La lucha interna de Malena terminó y ella se giró sobre sus pies, para encontrarse con esa mirada profunda.
—¿Qué es lo que me ofrece? Espero que no sea nada indecente o lo golpearé.
Maximiliano no pudo evitar, que una sonrisa traviesa se dibujara en su rostro, al recordar el beso.
—Malena quiero que nos hagas compañía. ¿Cómo te explico? Quiero que seas mi asistente personal. Pero tus responsabilidades serán: Vivir aquí, estudiar, comer con nosotros en la mesa y dormir en tu habitación. Sin embargo, lo más importante será supervisar que todo en la casa, marche como debe ser. Que la niña cumpla con todas sus terapias y tareas, para que se recupere pronto.
Malena soltó una sonora carcajada.
—Perdón, pero no lo entiendo. Según usted, yo no estoy capacitada para cuidar de su hija, ¿pero si, para supervisar a quién lo hace?
Maximiliano entendió el punto de la chica, pero no podía evitar decir estupideces delante de ella.
—Malena te necesito aquí. Porque a esta casa, le hace falta una mujer que dirija todo. No puedo seguir dependiendo de que mi madre, viaje cada dos meses a supervisar que las cosas marchen como debe ser y no puedo contratar a cualquier mujer, que quiera meterse en mi cama.
Malena frunció el ceño y comenzó a negar con la cabeza.
—Hum. No lo sé.
—Piénsalo, por favor. Tendrás comida, techo, ropa, también pagaré tus estudios y aparte tendrás un buen sueldo para ti. ¿Qué opinas? —le preguntó Maximiliano con una mirada llena de esperanza y nervios.
Malena lo miró de reojo y le respondió:
—¿Puedo pensarlo? Pero ahora, muero del hambre. Voy por la pequeña —le dijo Malena y salió del despacho y subió corriendo las escaleras.
Llegó primero a su habitación, soltó la mochila y fue a la habitación de la niña. Pero para su sorpresa, ya la vieja niñera estaba ahí, ayudando a Estrella a cambiarse.
Malena se paró de pie frente a la mujer y pudo detectar, un gramo de hostilidad en el trato de la mujer hacia la pequeña Estrella y eso aunado a la ausencia de los tutores el día de ayer, le da a entender que algo muy turbio, ocurre en esa casa y que está afectando la recuperación de la pequeña.
—¿Ya estás lista? —le preguntó Malena a la niña, haciendo sobresaltar a la niñera. Que no se había dado cuenta de su presencia y que no dudó en querer humillarla.
—Pero ¿Qué haces, aún por aquí? —le preguntó la mujer con un tono despectivo.
Pero Malena no estaba dispuesta a dejarse intimidar y menos hoy que gozaba de inmunidad. Ella aún no aceptaba, ser de nuevo una empleada. Por lo tanto, no podía ser despedida.
—Aqui vivo y será mejor que te andes con cuidado o te llevarás una gran sorpresa. —le dijo Malena, acercándose a la pequeña y levantándola en sus brazos, para llevarla al comedor.