Rowellin sólo quería una familia, un hogar propio y un esposo amoroso, pero, en lugar de eso, se encontró con demonio, el mismísimo diablo llamado; Artemis Winchester.
Atención, esa historia es moralmente cuestionable, no apto para sensibles. Rowellin es la hija de Kendric Maynard (Historia de "Ya no te amo").
NovelToon tiene autorización de Nix Agriche para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capítulo 4
Ingresé en la ostentosa habitación del señor Winchester. Poseía una enorme cama king, rodeado de telas hechas de seda, traídas especialmente de la India. El lugar estaba repleto de cuadros y estatuas, tan caras que si robara uno, podría vivir cómodamente por cincuenta años. Pero no podía hacer eso, al menos no por el momento.
Me quedé inmóvil en un rincón, mientras esperaba algún tipo de orden. El señor salió al balcón, tomó asiento en un lujoso sillón hecho de hierro, cubierto por hermosos cojines. La mesa redonda estaba repleta de postres, también café y frutas. El hombre me miró con sus ojos gélidos y oscuros, hizo una seña con la mano, ordenándome en silencio acercarme en su dirección.
Obedecí al instante, estaba tan muerta de miedo que no podría soportar un despido. Sí, ya me estaban pagando, pero aún no era suficiente para poder tener una vida decente ahí afuera.
No hablé, no tengo permitido hablar, a menos que alguien hable primero. Esperé pacientemente, mis ojos estaban fijos en el suelo, no me atrevía a verlo a la cara, si la señora Malenka lo supiera, estoy segura de que me mataría. Pero no estoy haciendo nada malo, simplemente estoy obedeciendo las órdenes del esposo de mí jefa, técnicamente también es mí jefe, entonces no hay nada incorrecto en esto, ¿Verdad?
—Sirveme una taza de café –Ordenó y rápidamente hice lo que solicitó, tomé una de sus tazas y le serví café negro mientras le pasaba personalmente un cuenco con crema para su bebida–. ¿Cuál es tu edad? –Cuestionó, mientras observaba atentamente cada uno de mis movimientos–.
—Tengo dieciséis años, señor... –Murmuré, una vez que acabé, me hice aún lado. No quería estar cerca suyo, tampoco pretendía hablar con él, así que lo mejor que podía hacer era simplemente responder a sus preguntas–.
—Dieciséis... –Repitió, mientras se cruzaba de brazos en su pecho expuesto. Estaba avergonzada, no me atrevía a mirarlo directamente pero de reojo podía verlo, era atractivo, incluso para una adolescente como yo–.
—¿Y usted? –Rápidamente me arrepentí de haber preguntado, se supone que mí trabajo es no mantener relaciones con nadie, mucho menos con mis patrones. Lo que significaba que tampoco debía hablar con ellos, pero aquí doña pendeja no pudo controlar su lengua–.
Él no respondió, enarcó una ceja ante mí pregunta, como si estuviera levemente sorprendido por mí curiosidad. No me sorprende, generalmente nadie se atreve a hablarle al señor.
—Por favor, perdondeme, señor –me disculpe, estaba tan avergonzada que quería que la tierra me tragara al instante–. No fue mí intención pasarme de lista, espero que sepa comprender que no fue intencional...
—Treinta y seis.
—¿Perdón? –Pregunté con confusión, mientras mis ojos se posaron por primera vez sobre los suyos–.
—Mi edad, tengo treinta y seis años –informó con calma, bebiendo un sorbo del café que le serví. Por alguna razón sentí bastante orgullo al ver qué no arrojó el líquido al suelo. También estaba sorprendida, no podía creer que él haya respondido con tanta calma a mí pregunta, pensé que iba a castigarme o a echarme, afortunadamente no fue el caso–.
—E-Es un señor muy grande...
Juro que vi una leve sonrisa formarse en la comisura de su boca, ¿Estaba viendo bien? ¿Acaso era mí imaginación? Si, seguramente era eso, porque el señor Winchester nunca había sonreído antes.
—Mi edad no es lo único grande que poseo, Rowellin.
Mis mejillas se pusieron rojas, casi tan rojas como el color de mí cabello. No soy una idiota, era capaz de comprender el doble sentido detrás de sus palabras. ¿Acaso él no estaba casado? ¿Cómo podía hablarle así a una mujer que no es su esposa? ¿Acaso él señor era un hombre infiel? ¿La señora Malenka sabía sobre la actitud coqueta de su marido? Tenía tantas preguntas y pocas respuestas, no podía creer que me encontraba en ésta situación.
—S-Señor, si eso es todo, tengo que ir a prepararle el desayuno a su esposa.
—¿Cuándo es tu cumpleaños? –Indagó, mientras me observaba atentamente y la incomodidad invadió mí ser. Yo no tenía cumpleaños, porque no sé en qué día nací–.
—Yo... Yo no tengo cumpleaños, señor –Informé en vos baja, mientras mis manos jugaban con los bolados de mí vestido, tratando desesperadamente de no romper a llorar en ese mismo instante–.
Él se mantuvo en silencio y luego de unos segundos asintió.
—Ya puedes irte.
Rápidamente salí corriendo de la habitación, quería huir, no podía seguir en esa habitación con un hombre como ese. Aunque fuera atractivo, era mayor, ¡Y estaba casado! Casado con la mujer que me dió un empleo, así que jamás pensaría en hacer algo indebido.
—Rowellin.
Una voz femenina me detuvo al instante, volteé y vi a la señora Malenka observándome desde la puerta de su propio cuarto, no parecía feliz en absoluto.
—¿Quieres decirme qué diablos hacías en la habitación de mí esposo?
Maldita sea, estaba en problemas.
Gracias a q la despediste ,fue q se decidió handar con tu esposo!!
Ella no gusta de Rowellin