Mí Sirvienta.

Mí Sirvienta.

Prólogo.

El salón estaba repleto de la élite más alta y exclusiva que pudiera existir, la escoria humana que se viste con ropa de diseñador y joyas preciosas.

Ahí estaba yo, limpiando las mesas de ese gran evento; mientras observaba a lo lejos como mí amado charlaba con sus colegas y, a su lado, su esposa.

—Atención todos, tengo un gran anuncio que hacer. –Comenzó la mujer, ella era hermosa, no existían imperfecciones en su piel; su sonrisa era radiante. Pero, detrás de aquélla sonrisa, se ocultaba una maldad que nadie en ésta habitación conocía, excepto yo–.

Sus ojos se posaron en los míos, y juro que vi el destello de malicia cruzar por ellos, como si estuviera lista para destruirme en cuestión de segundos.

Se aferró al brazo de su esposo, Artemis Winchester, éste no la apartó y continuó observando a la multitud, dejando que su esposa completara su discurso.

—Tengo muy claro que recientemente han habido rumores, los cuales implican que mí esposo tiene una amante. –Como si todos en el lugar amaran el chisme, dejaron lo que estaban haciendo y centraron su atención en la dama de blanco–. La respuesta es sí, mí esposo tiene una amante.

Mí corazón iba a explotar, ella iba a exponerme ante todos, iba a humillarme porque me acosté con su esposo.

Mis ojos buscaron rápidamente los de Artemis, pero éste se mantuvo estoico con el brazo alrededor de su esposa. Busqué a mis compañeros, pero todos apartaron la mirada, ¿Acaso ellos lo sabían? No, no es posible, esa mujer nunca se acercaría a ningún otro sirviente que no fuera yo.

—Pero no deben culpar a mí esposo, no fue su culpa. –Lo defendió–. Porque la única culpable aquí, es la mujer que se metió en MÍ cama. Quién, curiosamente, es la misma mujer que salvé de un asqueroso orfanato. –Mi cuerpo se tensó y los murmullos comenzaron–.

—Así es, Rowellin, ven aquí. –Ordenó y, aunque no quería obedecer, sabía que no tenía escapatoria. Accedí y comencé a caminar a paso lento hacia ellos, todos me observaban con desdén, incluso asco–.

Me detuve frente a ellos, con la cabeza mirando al suelo. Mis manos sudaban y si seguían presionándome más, vomitaría delante de todos.

—Tengo un vídeo que mostrarles a todos. –Habló la mujer, y en la gran pantalla del salón, en donde se compartían fotos de ella y su esposo, comenzó a reproducirse un vídeo sexual en el que aparecíamos Artemis y yo, en su habitación matrimonial–.

Recuerdo ese día, fue hace una semana atrás, su esposa se había ido de viaje y nosotros aprovechamos el tiempo para darnos afecto.

El vídeo era largo, mí cara estaba roja de vergüenza, el salón se llenó de los ruidos sexuales que salían del vídeo; mientras los invitados tenían reacciones diferentes, algunos miraban con asco, otros con interés, y unos pocos se reían de la situación.

Quería que me tragara la tierra, prefería mil veces que aquélla mujer me despidiera o incluso, que me matara, pero no podía soportar la humillación que me estaba haciendo vivir. ¿Lo peor de todo? Es que el otro involucrado, Artemis, no hizo nada para detener a su mujer. La dejó humillarme, como si todo hubiera sido únicamente mí culpa.

El vídeo fue cortado y creí que había acabado, pero no. Otro vídeo comenzó a reproducirse, fue luego de haber tenido nuestro encuentro sexual; Artemis se estaba vistiendo y yo estaba acostada en la cama cubierta con las mantas.

Me veía nerviosa, pero en mis ojos se notaba cierta felicidad que pronto desaparecía.

—Artemis, estoy embarazada. –Aquéllas antiguas palabras, resonaron en todo el lugar, causando que los presentes jadearan en absoluto shock. Observé por el rabillo del ojo a la mujer de blanco, y ella sonreía como una maldita cínica–.

Lo entendí, ella estaba humillandome y se encargaba de hacerme comprender una y otra vez cuál era mí lugar en la vida de su esposo.

Mis ojos regresaron al vídeo, mientras éste continuaba.

—Abortalo.

Esa había sido la respuesta que él me había dado, y todavía duele igual que la primera vez que lo dijo. El salón quedó en silencio, antes de estallar a carcajadas. Podía sentir mis ojos arder, quería correr, pero no me lo permitirían.

—P-Pero... E-Es tuyo, p-pense...

—¿Qué? ¿Qué pensaste, Rowellin? –Su voz, tan cargada de frialdad y crueldad, él ni siquiera había dudado al dar aquélla órden, porque sí, no fue una petición, fue una órden; él quería que abortara a nuestro bebé–.

En el vídeo, se ve claramente el momento en el que mis lágrimas comienzan a caer y creo que eso es algo divertido, ya que todos se ríen aún más.

—Dime... ¿Pensaste que porque me acostaba contigo me iba a divorciar? –Las risas aumentaron, mientras el vídeo continuaba–.

—N-No pero...

—¿Pensaste que te convertiría en una amante o concubina y que estarías al mismo nivel que mí esposa?

—N-No es así...

—O, quizás, creíste que al estar embarazada íbamos a ser una familia feliz, dime, ¿Eso fue lo que pensaste?

—N-No...

En cada una de mis negaciones, había mentiras. Sí, yo había pensado todo eso, pero al ver aquélla mirada gélida, esa voz cargada de burla y desdén... Supe que nunca obtendría lo que quería, tarde entendí que Artemis Winchester sólo me estaba utilizando como objeto sexual.

Volví a mirar el video, como si no se repruduciera una y otra vez en mí mente. ¿Cómo no me dí cuenta antes? ¿Cómo pude haber sido tan estúpida?

Mis compañeros trataron de advertirme, ellos decían «No te metas con el jefe, no es bueno». Pero, me dejé engañar por su rostro perfecto y su cuerpo apetecible.

—Nunca supiste mentir, Rowellin. –Ví como su mano tomó mí barbilla y, tal como recuerdo, no se ve para nada gentil. Aquéllos ojos azules, cargados de un vacío inexplicable, se posaron sobre los míos y continuó–.

—No voy a dejar a mí esposa por ti, Rowellin. –Volver a escuchar las palabras que me destrozaron, causan un dolor tremendo en mí corazón; pero debo ser valiente, no puedo darles el gusto de verme llorar–. Si pensaste que al acostarte conmigo ibas a escalar en la sociedad, si pensaste que me divorciaría y viviríamos juntos como una familia, desde ya te digo, estás equivocada.

Cada una de sus palabras resuenan en mí cabeza, desde el primer día en que lo dijo, hasta ahora. Escucho risas, susurros y burlas, pero mis ojos están fijos en aquélla pantalla, la misma pantalla que revive una y otra vez uno de los peores días de mí vida.

—Abortalo. –Volvió a repetir–. Quiero que abortes a esa cosa, o yo mismo me encargaré de quitarlo de tu vientre. –Su amenaza no eran palabras vacías y yo lo sabía, Artemis Winchester era un enfermo mental, que torturaba personas inocentes por diversión–.

El vídeo finalmente acabó y, muy lentamente volteé a ver a aquél hombre que amé y a su esposa. Ella sonreía, como si la situación le divirtiera. Él, permaneció estoico y, ni una sola vez hizo contacto visual conmigo.

El silencio volvió a inundar el gran salón y, la mujer habló.

—Así como lo vieron, amigos. Mí sirvienta, la señorita Rowellin, mordió la mano de quién le daba de comer, se acostó con mí marido y quedó embarazada; pensando que así, tal vez sería alguien. Pero eso no pasó, porque todo fue un delirio por parte suya.

Las risas volvieron a resurgir, no entendía que era lo divertido. ¿Acaso yo era la única culpable? ¿Por qué no lo atacan a él?

—El anuncio que quería darles a todos ustedes y, en especial a ti, Rowellin... –Se aferró al brazo de Artemis y sonrió–. Es que estoy embarazada, mí esposo y yo tendremos un bebé.

Mí cerebro hizo corto circuito, podía escuchar las felicitaciones por parte de los invitados hacia ella. Pero, no pude voltear, estaba en shock.

Y, como si fuera poco, ella me sonrió.

—Estás feliz, ¿Verdad, Rowellin? Tus patrones van a tener un heredero, uno de verdad, no como el bastardo en tu vientre. –Agarró una copa de champaña y arrojó el contenido al piso–. Limpialo, ahora.

Las risas resonaban en mis oídos, una vez más, ahí estaba; el recordatorio incesante de que no soy nada, ni nadie, sólo una sirvienta que se permitió soñar de más. Con toda la vergüenza del mundo, tomé un trapo, me agaché y comencé a limpiar como me habían ordenado. Ahí estaba yo, limpiando el lugar, mientras aquéllos bastardos estirados se reían de mí por haber sido tan estúpida.

—Buen trabajo, Rowellin. Cariño, ¿No crees que ella hizo un buen trabajo? –Preguntó a Artemis, con una voz dulce y una sonrisa venenosa–.

Artemis, por primera vez, me miró. Y, una vez, en sus ojos no había nada. Él no respondió, sólo apartó la mirada y continuó hablando con sus colegas, como si nada hubiera pasado.

Su esposa sonrió con sorna al verme de rodillas.

—Ya puedes irte, Rowellin.

Asentí y salí del lugar, ignorando las burlas y los comentarios despectivos. Nunca me habían humillado de ese modo, ¡Malditos Winchester!

Te abandonaré, Artemis Winchester; y nunca volverás a saber de mí, ni del hijo al que me ordenaste matar. Tú y tu esposa pueden vivir felices en su matrimonio tétrico, porque me largo, aunque tenga que morir en el intento.

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¡¡¡ATENCIÓN!!!

Ésta historia es moralmente cuestionable, sensible e incorrecto para cierto público. Si no te gusta éste tipo de historias, te recomiendo que te retires. Si te gusta, entonces bienvenido🫶

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Comments

Daniela ❤️

Daniela ❤️

X q estabas encaprichada ,x muchas señales q tuvieras enfrente, o q te dijera alguien más no ibas hacer caso. tenias q esperar a estrellarte con la cruel realidad para poder darte cuenta, aunque ya es muy tarde !!

2025-01-25

1

Daniela ❤️

Daniela ❤️

Q idiota mujer !!
te enorgullece q se allá comido a otra en tú cama !!

2025-01-25

3

Daniela ❤️

Daniela ❤️

X q no te cuidaste ???

También q eres ingenua !!

2025-01-25

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