Adrián, un joven creativo lleno de entusiasmo, comienza a trabajar en una agencia publicitaria donde conoce a Héctor, su exigente y distante director creativo. Lo que comienza como una relación profesional llena de tensiones se transforma en un vínculo inesperado cuando Adrián descubre la vulnerabilidad detrás de la fría fachada de Héctor. Juntos, enfrentarán prejuicios y sus propios miedos mientras intentan encontrar el amor en medio del caos .
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cap:5
El suave murmullo del café envolvía a Adrián y Héctor mientras ambos se miraban en silencio. La tensión era palpable, y Adrián no podía evitar preguntarse qué era tan importante como para sacarlo de la oficina a esa hora.
Héctor finalmente rompió el silencio, jugando con el borde de su taza de café.
—Adrián, he estado pensando mucho en cómo han sido las cosas entre nosotros desde que llegaste a la agencia.
Adrián frunció el ceño, confundido.
—¿A qué te refieres?
Héctor lo miró directamente, y por un momento, su máscara de profesionalismo pareció desmoronarse.
—A lo que pasó en la presentación, a cómo te traté. No fue solo por estrés. Fue porque… —Hizo una pausa, como si las palabras le pesaran más de lo que podía manejar—. Me asustaste.
—¿Te asusté? —Adrián no pudo evitar reír suavemente, aunque el comentario le desconcertó.
—¿Cómo podría asustarte alguien como yo?
—Porque tú… —Héctor apretó la mandíbula, frustrado consigo mismo—. Haces que me importe demasiado.
La confesión cayó sobre Adrián como una ola. Su primer instinto fue pensar que había malinterpretado las palabras, pero la intensidad en los ojos de Héctor le decía lo contrario.
—¿Qué estás tratando de decir, Héctor?
Héctor desvió la mirada, como si la respuesta estuviera escrita en las sombras del café.
—Que he intentado mantener la distancia porque pensé que era lo mejor. Para ti, para mí, para todos. Pero cada día que trabajo contigo, cada vez que discutimos ideas o compartimos esos pequeños momentos, siento que estoy cruzando una línea que no debería.
Adrián sintió que el aire abandonaba sus pulmones. Había esperado algo, pero no esto. No una confesión tan directa, tan desarmante.
—Héctor, no entiendo…
—Lo entiendes perfectamente —interrumpió Héctor, con una leve sonrisa amarga—. Y sé que probablemente estoy arruinando todo al decirte esto, pero no podía seguir fingiendo que no me afecta.
Adrián se quedó en silencio, procesando las palabras. Una parte de él quería salir corriendo, pero otra estaba atrapada en ese momento, en los ojos de Héctor, que parecían pedirle algo que ni siquiera él podía expresar completamente.
—No es tan simple, Héctor. Trabajamos juntos. Esto… esto podría complicarlo todo.
—Lo sé. —Héctor bajó la mirada, como si ya hubiera anticipado esa respuesta—. Por eso no espero nada de ti. Solo quería que lo supieras, porque cargarlo solo se estaba volviendo insoportable.
Adrián pasó una mano por su cabello, sintiendo el peso de las palabras. Su mente estaba llena de dudas, pero su corazón latía desbocado, como si estuviera tratando de guiarlo hacia algo que no se atrevía a admitir.
—¿Y ahora qué? —preguntó finalmente, con la voz temblorosa.
Héctor lo miró con una mezcla de esperanza y resignación.
—Eso depende de ti. Si esto te hace sentir incómodo, prometo que me mantendré a distancia. Pero si sientes… algo, lo que sea, tal vez podamos encontrar la manera de hacerlo funcionar.
Adrián se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en la mesa.
—Héctor, no sé qué siento. Estoy confundido. Pero sé que no quiero que esto termine aquí.
Héctor lo miró con sorpresa, como si no esperara esa respuesta.
—¿Eso significa que…?
—Significa que quiero entender esto. Lo que sea que esté pasando entre nosotros. Pero si vamos a hacer esto, necesitamos ser honestos y cuidadosos. No puedo arriesgarme a que algo salga mal en el trabajo.
Héctor asintió, su expresión suavizándose.
—Estoy dispuesto a tomar las cosas con calma, si eso es lo que necesitas.
El silencio volvió a instalarse entre ellos, pero esta vez no era incómodo. Era un silencio lleno de promesas y posibilidades. Adrián tomó un sorbo de su café, mirando a Héctor con una pequeña sonrisa.
—Supongo que podemos empezar con esto: un café fuera del trabajo.
Héctor rió suavemente, y por primera vez, parecía genuinamente relajado.
—Es un buen comienzo.
Cuando salieron del café, la noche parecía más tranquila, como si el mundo les hubiera dado una tregua para explorar lo que estaba naciendo entre ellos.