Luigi Pavini es un hombre consumido por la oscuridad: un CEO implacable de una gigantesca farmacéutica y, en las sombras, el temido Don de la mafia italiana. Desde la trágica muerte de su esposa y sus dos hijos, se convirtió en una fortaleza inquebrantable de dolor y poder. El duelo lo transformó en una máquina de control, sin espacio para la debilidad ni el afecto.
Hasta que, en una rara noche de descontrol, se cruza con una desconocida. Una sola noche intensa basta para despertar algo que creía muerto para siempre. Luigi mueve cielo e infierno para encontrarla, pero ella desaparece sin dejar rastro, salvo el recuerdo de un placer devastador.
Meses después, el destino —o el infierno— la pone nuevamente en su camino. Bella Martinelli, con la mirada cargada de heridas y traumas que esconde tras una fachada de fortaleza, aparece en una entrevista de trabajo.
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Capítulo 7
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La furia de Luigi Pavini era un monolito de hielo y acero, más peligrosa que la llamarada más ardiente del infierno. Silvio Martinelli había escapado, pero el Don no permitiría que los otros perros que habían profanado a Bella y traicionado su imperio quedaran impunes. Las palabras de Bella, los nombres que ella había susurrado entre lágrimas y dolor, eran ahora sentencias de muerte.
Luigi convocó a sus soldados más leales y brutales, no había espacio para delicadezas; sería una lección para toda la Cosa Nostra. Pavini Pharmaceuticals no era solo una fachada; era el corazón financiero de un imperio construido sobre sangre y lealtad, y quien robara sus fórmulas o tocara su propiedad más valiosa la madre de su heredero pagaría el precio final.
El primero en caer fue Massimo Ricchi, un soldado de reputación implacable, conocido por su crueldad en las cobranzas. Fue encontrado en un callejón oscuro de Nápoles, donde pensaba estar seguro, los hombres de Luigi lo capturaron en silencio.
—El Don quiere unas palabras contigo, Massimo —uno de los soldados gruñó, la lámina fría en su cuello.
Massimo fue llevado a un almacén abandonado, iluminado solo por una única lámpara colgada. Luigi estaba allí, sentado en una silla de metal, los ojos azules chispeando en la penumbra.
—Massimo —Luigi comenzó, la voz calma—. Tocaste algo que es mío.
Massimo sudó frío. —No sé de qué está hablando, Don. Siempre fui leal.
—¿Leal? —Luigi rió, una risa que erizó la espina dorsal de Massimo—. Tocaste a Bella Martinelli, mi esposa. La madre de mi hijo y por eso, vas a pagar un precio que va a hacer que implores por la muerte.
Massimo intentó disculparse, gimotear, pero Luigi no escuchó, los hombres del Don comenzaron el trabajo. Primero, cortaron las uñas de Massimo,79 una por una, con un alicate oxidado. Después, rompieron los dedos de sus manos, uno a uno, entre gritos ahogados. A cada grito, Luigi parecía más satisfecho, finalmente, para garantizar que su mensaje fuera clara, lo castraron y lo dejaron sangrando hasta la muerte. Su cuerpo fue colgado en un puente de Nápoles, con un cartel: "Nadie toca lo que es del Don de la Cosa Nostra."
Rocco Santoro fue el próximo, él era un hombre grande y musculoso, un ex-boxeador que se volvió ejecutor Rocco fue emboscado mientras entrenaba en su academia privada. Sus huesos fueron rotos sistemáticamente, comenzando por las piernas, después los brazos, hasta que su cuerpo no pasara de una masa disforme Luigi quería que él sintiera cada fragmento de su fuerza ser quitado, así como Bella tuvo la suya robada por años.
—Te gustaba quebrar a los otros, ¿no es así, Rocco? —Luigi siseó sobre el cuerpo agonizante—. Ahora sabrás cómo es ser quebrado por entero.
El proceso duró horas, sus gritos eran ahogados por la música alta que los soldados de Luigi pusieron para tocar. Al final, Rocco Santoro era una muñeca de trapo, un hombre desfigurado por el dolor y por los huesos rotos. Él fue dejado en un callejón de Palermo, con el mismo mensaje de Massimo, sus restos esparcidos para que todos vieran la punción impuesta a quien osara desafiar al Don.
Pietro Russo era un contador de la mafia, conocido por su mente afilada y por mantener secretos sucios. Él fue encontrado en una pequeña aldea en Sicilia, donde pensaba que nadie lo alcanzaría Pietro fue llevado a una pequeña sala oscura, donde Luigi lo esperaba.
—Tienes una mente brillante, Pietro —Luigi observó—. Es una pena que la usaste para el mal.
Pietro sabía que no había escapatoria. —Yo solo seguía órdenes, Don.
—Órdenes de un traidor que tocó a una niña, ella era solo una niña —Luigi corrigió, la voz fría—.
Y tú fuiste cómplice.
El "tratamiento" de Pietro fue diferente Luigi lo sometió a una serie de torturas psicológicas, forzándolo a confesar todos sus secretos y a revelar dónde Silvio Martinelli había escondido más dinero Luigi lo hizo firmar documentos, transfiriendo todo lo que Pietro poseía para los fondos de la Familia Pavini. Después de arrancar cada secreto, Luigi arrancó los ojos de Pietro con una cuchara de plata y cortó su lengua, garantizando que él nunca más pudiera ver o hablar de traición nuevamente. El cuerpo de Pietro fue dejado en la entrada del puerto de Génova, con el mensaje: "Ojos y lengua de traidor".
Stefano Conti, el último soldado, era un hombre peligroso, especialista en fugas Luigi sabía que él intentaría escapar Stefano fue acorralado en un almacén de Milán, donde se preparaba para embarcar en un navío carguero.
—¿Pensaste que podías huir de mi alcance, Stefano? —Luigi preguntó, con una sonrisa cruel—. Nadie huye del Don.
Stefano intentó luchar, pero fue rápidamente dominado por los hombres de Luigi.
—El Don quiere que experimentes algo nuevo, Stefano —uno de los matones se burló—. Un sabor de muerte lenta.
Stefano fue sumergido en un tanque de aceite hirviendo, él gritó, se contorció, su piel burbujeando y desprendiéndose en agonía pura Luigi observó, impasible, mientras Stefano se transformaba en una masa carbonizada. Su cuerpo quemado fue esparcido en varias plazas de Milán, cada pedazo con el mensaje clara: "Aquel que intentó huir del Don."
La punción para Giovanni Gallo, el Consigliere ligado a la Valerius Corporation, fue reservada para el clímax.
Giovanni era un hombre astuto, que buscaba robar las fórmulas farmacéuticas de la Pavini para la Valerius, además de haber deshonrado a Bella. Luigi lo capturó en su lujosa mansión, en medio de una reunión con otros empresarios corruptos todos tocaron a bella y todos mueren.
Los hombres de Luigi invadieron la propiedad, matando a los guardias y a los empresarios y arrastrando a Giovanni para fuera.
—Giovanni —Luigi comenzó, la voz gélida—. Osaste tocar a mi esposa y osaste robar de mi familia. Esos dos crímenes son imperdonables.
Giovanni, en pánico, intentó barganhar. —Yo… yo puedo darte informaciones sobre la Valerius! Puedo darte todo!
—Yo ya tengo todo lo que necesito —Luigi respondió, sonriendo—. Bella me contó tus secretos.
Luigi había preparado un "regalo" especial para Giovanni, él fue llevado al laboratorio secreto de la Pavini Pharmaceuticals, donde las nuevas fórmulas estaban siendo desarrolladas. Allá, Luigi amarró a Giovanni a una mesa de metal.
—¿Te gustan mis fórmulas, Giovanni? —Luigi preguntó, segurando un frasco de un nuevo compuesto químico experimental—. ¿Qué tal experimentar una de ellas en primera mano?
Luigi inyectó la sustancia en Giovanni, la droga causaba un dolor excruciante, una sensación de quemazón por dentro, paralizando sus músculos y deteriorando sus órganos lentamente Giovanni gritó, su voz transformándose en un chillido agudo de agonía. Él se contorció, implorando por la muerte, pero Luigi apenas observaba, la satisfacción brillando en sus ojos.
—La Valerius quería mis fórmulas —Luigi susurró, mientras Giovanni agonizaba—. Ahora, tú serás mi fórmula, una advertencia para todos que osaren traicionarme.
La muerte de Giovanni Gallo fue lenta y dolorosa, un espectáculo de dolor química, su cuerpo fue disuelto en un ácido experimental, dejando solo la cabeza intacta. La cabeza de Giovanni fue enviada en una caja de regalo para el CEO de la Valerius Corporation, junto con un billete: "Nadie roba los secretos de la mafia, nadie toca la esposa del Don, la guerra comenzó."
La limpieza estaba hecha, los cuerpos de los traidores y de los que tocaron en Bella fueron esparcidos por la Italia, cada uno con un mensaje claro y brutal. La Cosa Nostra tembló todos entendieron: El Don, había reclamado lo que era suyo y quien osara desrespetarlo, o a su esposa, sufriría las consecuencias más terribles la venganza, para Luigi, era una obra de arte sangrienta.