una misteriosa casa donde constantemente desaparecen las personas que entran en su interior.
Sara es una joven introvertida. a la que constantemente molestan sus compañeros de clases. un día, cuando camina sola de regreso a casa. se encuentra con un grupo de chicos que la llevan hasta la misteriosa casa del bosque donde como una broma. la hacen entrar para ver si es capaz de volver a salir.
ella y otro dos chicos se aventuran dentro de la casa. para descubrir que paso en realidad con todas esas personas que desaparecieron allí.
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capitulo 5: desierto
La habitación a la que llegaron, estaba oscura y apenas podían moverse sin tropezar entre ellos.
- odio cuando pasa esto - grito María frustrada por la falta de visibilidad. Sara que también estaba harta de la situación en la que se encontraba y sobre todo de la actitud que tenía María.
Se giró para encararse con ella y de un solo golpe la derribo - cállate bruja estúpida, ya me tienes cansada con tus berrinches de niña tonta - grito sin poder contenerse. María sorprendida se llevó las manos hacia su ojo derecho que comenzaba a arder.
- ¿cómo te atreves a golpearme? - grito levantándose, para pelear con Sara. Ambas se fueron una contra la otra mientras Mateo que ya no pensaba intervenir más en su tonta lucha, trataba de mirar más allá del lugar donde se encontraban.
Pero todo lo que conseguía ver era una gran nada. Forzó lo más que pudo la vista, pero fue inútil - allí no hay nada - dijo pensando que eso se parecía a un desierto - esto no es posible - se agachó para tocar el suelo. Y sus manos tocaron tierra.
- si es un desierto - en cuanto dijo estás palabras todo comenzó a iluminarse a su alrededor. Cómo si el sol hubiera decidido salir en ese momento.
Las chicas detuvieron su pelea para mirar el lugar. Grandes extensiones de tierra y más tierra los rodeaba y poco a poco el calor se fue haciendo más y más fuerte, hasta el punto de volverse casi insoportable.
- ¿cómo es esto posible?- dijo María pensando que era una locura que eso fuera una habitación.
Sara que continuaba molesta y con ganas de seguir golpeando a María, no dijo nada, solo se alejó un poco para tratar de ver dónde podría estar la siguiente puerta. Al igual que Mateo, tampoco logro ver nada.
- debemos seguir - dijo sin mirar a nadie - la siguiente puerta debe estar en algún lugar por aquí.
Sin esperar la respuesta comenzó a caminar en dirección recta. Los otros la siguieron en silencio. María enojada, pero con ganas de abandonar ese lugar. Ya encontrará la manera de cobrarse los golpes recibidos en otro momento y lugar.
Caminaron sin rumbo por largo tiempo, hasta que la imagen de un pequeño oasis los hizo detenerse, sedientos y cansados como estaban no dudaron en entrar al agua, para refrescar sus cuerpos quemados por el sol.
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- ¿dónde crees que pueda estar? - pregunto Nathan verificando un diario que había comenzado a escribir después de pasar tantos días encerrado en aquel lugar.
- ni idea - Emma se encogió de hombros aburridos de tanto esperar. Habían pasado varias horas desde que llegaran a esa habitación y aún no habían podido descubrir donde está la siguiente puerta.
La habitación resultó ser un laberinto, dónde cada vez que daban un recorrido, este cambiaba de posición las cosas.
Ya Nathan había dibujado 25 laberintos diferentes y aún no lograba averiguar cómo llegar hasta la puerta o si está, realmente estaba al final de dicho laberinto.
- ¿por qué no descansamos un poco? - sugirió Emma. tenía hambre y notaba que si continuaba moviéndose como lo hacían, sin pensar realmente las cosas, no tardarían en caer rendidos. Y se negaba a permanecer más tiempo del necesario allí.
- bien descansemos - Mateo se sentó a su lado y ambos se durmieron.
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Mientras tanto en el desierto los chicos, continuaban sin salir del agua. Donde se sentían tan bien, que incluso olvidaron que debían buscar la salida.
Sara y María competían entre ellas para ver quién era más rápida nadando y pronto comenzaron a reír como buenas amigas. Mateo al ver que por fin se llevaban bien comenzó a relajarse.
- esto es fabuloso - repetían una y otra vez, mientras se sumergían en la refrescante agua.
Cuando el sol bajo lo suficiente, se recostaron en la arena y decidieron tomar una pequeña siesta junto a Mateo, pues nadar las había dejado exhaustas.
Mientras dormía plácidamente. Sara volvió a escuchar a su hermana llamándola - pequeña ven a jugar conmigo - Con los ojos aún cerrados, se puso de pie y comenzó a caminar hacia el agua. Mateo que despertó en ese momento, la vio meterse de lleno en el estanque y el miedo lo invadió.
- María despierta - llamo a la otra chica
- ¿que sucede? - pregunto está aún adormecida.
- despierta tonta - grito el chico antes de levantarse y correr junto a Sara.
- Sara - la llamo a gritos, pero está continuaba sin despertar. Trato de sacarla del agua, pero sus músculos estaban un tanto débiles por haber pasado tanto tiempo en el agua.
Sara comenzó a sumergirse y entonces María tuvo que intervenir para ayudar a Mateo a sacarla del agua.
- ¿Qué estás haciendo mateo? - grito María cuando también Mateo comenzó a hundirse.
El chico también escuchó una voz que lo llamaba desde las profundidades del río.
- son unos tontos - María tiro con todas sus fuerzas y consiguió sacar sus cabezas del agua - encontré la puerta - grito. Ambos reaccionaron al instante con sorpresa.
- ¿Dónde está? - preguntaron a la vez
- fuera - dijo María respirando con dificultad. La puerta está detrás de esos árboles.
Señaló las palmeras que los habían protegido del sol. Salieron del agua listos para continuar, cuando justo en ese momento la tierra comenzó a temblar y el lago se frenó por completo.
María suspiró frustrada - ¿y ahora que? - preguntó mientras veía como toda el agua era tragada por la tierra.
Y las palmas caían a su alrededor y desaparecían también. Todo el oasis desapareció y ellos quedaron expuestos.
- ¿Quiénes son y que le hicieron a mi oasis? - un joven de unos veinte años los miraba con cara de pocos amigos.
Todos se quedaron mirando al chico, sorprendidos pues este se veía demacrado y estaba extremadamente delgado, cómo si llevase mucho tiempo sin comer.
¿Quién eres tú?
- me llamo Leo y ustedes acaban de destruir mi hogar - grito el chico desesperado - ¿ahora como viviré?
- nosotros - Sara no supo que decir, trato de encontrar la manera de explicar que no había Sido su intención. Pero el rostro aterrado del chico y su delgado cuerpo la hizo pensar en cuanto tiempo tendría allí, sin poder salir de ese lugar.
Abrió los ojos como platos y los nervios comenzaron a traicionarla. Los otros dos tuvieron una idea similar, pero se mantuvieron calmados, mientras asimilaban la situación.
Mateo ignoró al chico y comenzó a caminar en dirección al lugar que había señalado María, cuando menciono que había encontrado la puerta.
- ¿Qué haces Mateo? - el chico comenzó a cavar en la arena. No sabía cómo, pero, algo en su interior le decía que María no se había equivocado. La puerta está en ese lugar.
Sara también comenzó a cavar junto a él y pronto sus dedos chocaron con algo sólido - la puerta - grito Leo - ha estado aquí todo este tiempo - comenzó a sollozar.
Tardaron un poco más de lo estimado, pero al final consiguieron despejar toda la tierra. El número 984 se dibujo en tinta azul, junto a unas palabras - vierte agua limpia sobre el tubo para que el oasis fluya una vez más.
- esto no puede ser - leo golpeó la puerta con impotencia, pensando que era muy cruel ilusionarlo de aquella manera, por unos maravillosos segundos se había creído la idea de que por fin saldría de allí. Pero al igual que siempre, nada de lo que hacían funcionaba.
Gruesas lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas mientras golpeaba con furia el pequeño tubo que parecía de cristal. De repente, la puerta se abrió y Leo fue tragado por esta.
los otros tres, gritaron de miedo ante este suceso - ¿a dónde se fue? - María se asomó por el hueco que se formó en la arena, pero no logro ver nada distinto a un gran vacío.
En ese momento sucedieron dos cosas, el agua a su alrededor comenzó a subir a su alrededor y al mismo tiempo se formó un remolino que los succionó con fuerza hacia la puerta.
- agarren sé dé las manos - grito Mateo tomando del brazo a Sara antes de que el agua los sumergiera por completo.
Dieron vueltas por largo rato, hasta que poco a poco fueron emergiendo a la superficie.
Salieron en una preciosa playa de agua cristalina, arena blanca y hermosos árboles frutales.
Una hermosa joven de piel morena y ojos café, los miraba con curiosidad desde la orilla de la playa.
- tardaron menos de lo esperado - sonrió y de manera elegante camino hacia el interior del pequeño bosque frutal - cuando estén listos, pueden acompañarme a la comida, leo ya está esperando por ustedes. Tras decir eso desapareció.
Ninguno dudo, solo la siguieron sin cuestionarse, quien era o que quería de ellos.
Tenían hambre y estaban cansados, eso los motivo a aceptar cualquier cosa que sucediera, siempre que pudieran disfrutar de una buena comida y un poco de descanso.