A los dieciocho años, me vi obligada a casarme con Aureliano Estrada, un hombre poderoso, atractivo e inteligente, pero también un despota que se había encaprichado conmigo. Lo odiaba profundamente, ya que su ambición me había obligado a renunciar al amor de mi vida, Marcos Villasmil, el chico más guapo y dulce que jamás había conocido. Nuestro amor era real y puro, pero mis padres no lo aceptaban; al menos eso me hacían creer. Cada día en la vida con Aureliano se sentía como una prisión dorada. Aunque tenía todo lo que muchos desearían: una mansión, fiestas lujosas y la admiración de la sociedad, mi corazón seguía anhelando la libertad que había perdido junto a Marcos. La sombra de su recuerdo me seguía, recordándome lo que realmente importaba: el amor verdadero y la felicidad genuina. Mientras navegaba por esta nueva vida impuesta, comenzaba a cuestionar mis decisiones y a buscar maneras de recuperar el control sobre mi destino. Sabía que no podía seguir viviendo así, atrapada entre las expectativas de mis padres y el dominio de Aureliano
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Capítulo IV La traición
Punto de vista de Aureliano
Regrese al país después de diez largos años, había llegado el momento de cumplir con el juramento que le había hecho a mi padre, auqnue para cumplirlo renunciará a mi vida.
Amanda mi prometida estaba en este país, ella habia llegado un año antes que yo, ya que su padre había enfermado y la necesitaba aquí. Anciana tanto poder verla de nuevo. Quería darle una sorpresa y por eso no le dije que llegaría el día de hoy. Al llegar al apartamento que compartiría con ella recordé la llave extra que ella guardaba en el marco de la puerta, la tomé y abrí el apartamento. Era un lugar muy acogedor y elegante se veía reflejada en cada parte del mismo. Sonriente decidí entrar y preparar la sorpresa que había planeado desde hace una semana para mí Amanda. Decore el apartamento con flores y pétalos de rosas, algunos globos y en la mesa central de la sala coloqué dos copas y una botella del mejor champán que podía existir, ese día le ponpondria matrimonio y quería que todo fuera perfecto. Apague la luz y la espere en completa oscuridad. Sentando en el sofá de la sala me recosté cerrando los ojos para descansar un poco.
No supe cuánto tiempo transcurrió antes de que la puerta principal se abriera, estaba emocionado, quería ver el rostro de mi amada al ver la sorpresa que había preparado para ella. Pero al final el sorprendido fui yo. La puerta principal se abrió dejándome ver entre las sombras la silueta de dos personas compartiendo un espacio muy reducido. Los besos, las caricias y los gemidos llenaron la habitación.
“Tienes demasiadas flores en tu apartamento”, dijo el hombre con la respiración entre cortada.
“¿De que hablas?, odio las flores”, respondió Amanda desabrochando la camisa de aquel sujeto.
“Huele demasiado a rosas”, insistió el sujeto apartando a Amanda de su lado.
Ella repito profundo para luego darle la razón al desconocido. Encendió la luz de la sala y sus ojos se abrieron como platos al darse cuenta de mi presencia. El dolor de la traición se instaló en mi pecho, mis ojos reflejaban la tristeza y la decepción ante la pérdida del amor de mi vida.
“Aureliano ¿qué haces aquí?”, pregunto Amanda sorprendida.
“Eso es todo lo que vas a decir, te encuentro en los brazos de otro hombre y solo tienes que decir esa estupidez”.
No podía seguir en aquel lugar, así que agarre mi abrigo y el anillo que había sido de mi madre y salí de aquel lugar, era lo único que podía hacer, si me quedaba tenía por lo que podía hacer. Amanda intentó agarrarme de la mano, ella me suplicaba que la escuchara, pero ya no había nada que escuchar. Subí a mi auto y conduje a toda velocidad, tenía el corazón destrozado por la traición de Amanda, yo realmente la amaba y solo quería construir una vida a su lado; sin embargo, ella no quería lo mismo que yo. Sin mirar atrás conduje sin rumbo fijo se suponía que viviría con Amanda y que seríamos felices. Y de un momento a otro todo cambio, era algo injusto y sin sentido nada tenía sentido.
Después de conducir por un buen tiempo recibí la llamada de mi padre, esta era la salida que estaba esperando, era lo que necesitaba: una relación donde los sentimientos no se involucraran. El me había pedido que ayudara a un buen amigo, no me dijo a qué, solo me dijo que necesitaba un esposo para su hija, imagine que era una mujer fea a la que nadie quería por su apariencia, sin dudarlo acepté ayudar a los Méndez y al mismo tiempo a mi, con un matrimonio sin amor podía olvidarme de esos sentimentalismos y al mismo tiempo alejar a Amanda, ya que sabe que ella insistiría en hablar conmigo.
Después de hablar con mi padre fui a uno de los apartamento la que él tenía en la ciudad, me quede ahí esperando a que me dieran las instrucciones a seguir.
Al día siguiente mi padre me envió una dirección, en ese lugar conocería a mi futura esposa, pero antes tenía que hablar con los padres de la mujer, al llegar a la dirección de la casa de mi futura esposa quede impresionado por la belleza del lugar. *Gente con tanto dinero pudieron hacerle una cirugía a su hija y cambiar su apariencia*, pensé. Sin perder más tiempo llame a la puerta y una señora del debió me recibió, en la sala de estar se encontraban mis futuros suegros. Ellos parecían buenas personas, aunque nunca me dejó llevar por las apariencias, nadie en sus cinco sentidos obligaría a su hija a casarse con un desconocido.
“Buenos días”, salude educadamente.
“Buenos días, por favor toma asiento”, respondió un señor que aparentaba la misma edad que mi padre.
“Gracias señor Méndez, señora Méndez ”, salude a la bella dama que estaba sentada al lado de mi suegro.
“Por favor llámame Catalina, al fin de cuentas seremos familia”, dijo la mujer muy amablemente.
“Esta bien, Catalina”, dije algo incomodo.
“Como sabrás tu padre y yo somos buenos amigos y por medio de este matrimonio buscamos unificar a las dos familias, mi hija es mi mayor tesoro y por ser hijo de quien eres sé que la estoy dejando en buenas manos. Solo espero que no nos decepciones y puedas hacer feliz a nuestra pequeña”, expresó con firmeza mi suegro quien a pesar de todo no parecía un mal hombre.
“Yo cuídate de su hija y no permitiré que nada malo le suceda. Pero me intriga que quieran casarla con alguien que ella ni conoce”, comente confundido.
“Hay cosas muchacho que es mejor no sepas, solo limítate a saber que ella es nuestro mayor tesoro y por mantenerla a salvo haríamos cualquier cosa”, indicó Marcos con el ceño fruncido.
No quise indagar más, pues ellos no me dirían nada. Tenía la certeza de que algo mayor estaba pasando en esa casa, pero yo no era quien para cuestionarlos, ya que yo usaría a esa pobre muchacha también para mi beneficio. Aquí todos ganaríamos algo, al menos eso pensaba yo.