Flora, una doctora que trabajaba en un Instituto, fue transportada por un extraño libro, ingresando de forma 'accidental' en una novela que le resultaba desconocida.
Una voz sonaba en su cabeza de vez en cuando ¿Ayudar al protagonista? ¿Hacer que la protagonista lo vea y que ambos se reconcilien?
¡No puede quedarse con el hermoso protagonista ¿Porqué debería ayudarle a su hermana mayor?!
Es la villana de la novela, la tipa cruel a la que todos odian, sin embargo ¿Porqué el protagonista la busca tanto y parece interesado en ella? ¿No debería pasar tiempo con la persona que amaba?
¡Sus tareas se están saliendo de control!
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Un olor adictivo.
Flora aceptó de inmediato, sintiendo que tenía que ver esta rara y desconocida Flor de loto de fuego tan intrigante.
Ella se acercó con rapidez a Antonio, poniéndose detrás de él, sacó dos pequeñas agujas de plata de su bolsillo, justo donde tenía guardado su colgante de jade.
Ella pinchó los hombros del Cuarto Príncipe y luego las sacó, tan solo para llevar sus manos a esa zona y masajear con suavidad ¡Quería ese loto sí o sí!
Su actitud arrogante se volvió dócil y halagador, dando un giro de 360 grados.
Antonio se relajó al instante, sintiendo una extraña corriente cálida recorrer su cuerpo con cada toque que la chica daba, devolviendole vitalidad a su enfermiza alma.
Tenía razón, el cuerpo de la joven desprendía un olor adictivo y rebosante de vida, se sintió extasiado.
Todo su cuerpo parecía reaccionar ante ese olor, dándole un poco de somnolencia, el cansancio de la noche anterior lo golpeó.
Sus ojos se cerraron de forma lenta y su respiración poco a poco se ralentizó, volviéndose tranquila. Se quedó dormido.
Flora continuó con los masajes durante al menos media hora, esperando de todo corazón que el Cuarto Príncipe se sintiese satisfecho con su atención y cuidado.
Esa también era una forma de ganar su favor ¿Verdad?
Cuando sus manos dolieron, dio un pas…atrás, cansada, después de todo, aún no había desayunado y su cuerpo ya le quería cobrar la cuota.
-Su Alteza ¿Ya se siente..?- Sus palabras se detuvieron al ver el rostro dormido del hombre, no pudo evitar mirarlo con atención.
Las pestañas de Antonio era largas y rizadas, con una pequeña curva en la esquina, sus cejas eran curvas y gruesas, con una forma parecida a la de una garra.
Dos largos mechones negros colgaban a los laterales de su rostro, dándole un tipo de belleza cautivadora y masculina. Con los rayos del sol cayendo sobre su rostro, Flora sintió que sus babas estaban por salirse de su boca.
'¡Él me encanta! ¡Lo quiero para mí!' Exclamo en su mente, mordiendo la manga de su vestido con gran fascinación.
"El protagonista sólo puede casarse con la protagonista principal, recuerda tu papel como villana." Una voz molesta sonó en la cabeza de Flora, arruinándole de golpe el maravilloso momento de admiración.
Una expresión de enojo apareció en el rostro de la chica y se puso de pie, su mirada cayó sobre un pequeño árbol de durazno a unos metros de allí. Talvez porque había estado ocupada mirando las hierbas y hablando con Antonio no lo noto.
Las frutas se veían maduras e incluso habían muchas regadas sobre el césped, pasadas de maduras. Sus ojos se iluminaron y su estómago gruñó ¡Tenía mucha hambre!
El Cuarto Príncipe era muy grosero al no ofrecerle si quiera un vaso de agua.
Flora se puso de pie y se apresuró al árbol, siendo extremadamente cuidadosa mientras caminaba, pues temia despertar a Su Alteza. Cuando se aseguró de estar bastante alejada de él, saltó felizmente hasta el pequeño árbol, cortando una fruta y llevándola a su boca.
El dulce sabor se extendió por su boca gracias al exquisito jugo que la fruta soltaba. Flora suspiró, sintiendo que estos árboles estaban incluso más nutridos que ella misma.
¡Eran tan jugosos y dulces! ¡Tan deliciosos!
La chica comió hasta que ya no pudo más, sentándose en el césped con el estómago llenó, sonrió felizmente, sintiendo que la vida dentro de un libro no era tan mala.
Ella estaba tan concentrada qué no notó el par de ojos azules que la miraban entre las pequeñas ramas de bambú, ojos llenos de desprecio y enojo.
De repente, Flora sintió un escalofrío que bajo desde su nuca hasta sus rodillas ¡Era la advertencia de su cuerpo ante el peligro! Su instinto de supervivencia se activo.
"Hay peligro cerca, ten mucho cuidado con el sirviente más leal del protagonista." Dijo la voz en su cabeza con un tono súper serio.
Habían muchas cosas que no se agregaban en el libro, ya que Flora era un personaje libre, podría actuar como se le diese la gana, nada de lo que ella hiciese estaba realmente escrito en la novela.
Normalmente, además de las tareas, ella podría actuar tal y como quisiera, y las cosas que le sucedieran también pasarían sin ser realmente descritas en el libro.
La joven se puso de pie y sus ojos recorrieron el jardín, sin embargo, no había nada en los alrededores, aún así, aquella sensación de ser observada no desapareció.
De pronto, un gruñido vino desde el pequeño bosque de bambú y de un momento a otro, una figura grande salió del bosque, lanzándose hacia Flora con intensiones asesinas en sus ojos.
La chica, sorprendida, actuó de inmediato, sacando de sus mangas varias agujas de plata.
Varios brillos plateados pasaron volando, penetrando entre el grueso pelaje gris oscuro del animal, el cual, siguió avanzando hacia Flora sin cuidado, mostrando sus grandes colmillos, con crueldad brillando en sus ojos azules.
Era un lobo de gran tamaño.
Flora inclinó su cuerpo y tomó un durazno, clavo una de las agujas dentro de ella y luego la lanzó hacia el lobo, perforando la piel con más dureza.
Antonio, quien dormía en la distancia, se despertó sobresaltado a causa del ajetreo. Se puso de pie de forma inmediata, y rápidamente busco a Flora con la mirada, cuando se dio la vuelta, vio al lobo gigante lanzarse sobre la chica.
-¡Detente!- Grito en orden con voz fría.
La figura de la chica desapareció cuando el lobo cayó sobre ella, cubriendola con su enorme figura. Su orden llegó muy tardé.
La figura desapareció del lugar y reapareció unos segundos después al lado del lobo, encontrando, de forma sorprendente, que la bestia estaba inconsiente.
Su rostro se oscureció y sus puños se apretaron, sintió la necesidad de despellejar al animal, y realmente iba a hacerlo.
Sus uñas se alargaron de repente, volviéndose en garras, sus ojos brillaron con una luz fría cuando estos comenzaron a volverse de un verde más oscuro, cubriendo por completo sus hermosos ojos, tanto la iris como la cornia.
Estaba demasiado enojado ¡Finalmente consiguió a alguien que pudiese restaurar su alma y este idiota ya la mató!
-¡Su Alteza, ayúdeme, me asfixia con su peso!- De repente un grito apenas audible lo hizo volver a la normalidad, sin dejar un solo rastro de su cambio.
Se sorprendió, viendo una pequeña mano asomarse desde la parte delantera del lobo, se puso en cuclillas y tomando del pellejo al al animal, lo levantó sin esfuerzo alguno.
Sus ojos cayeron con indiferencia sobre la joven que estaba acostada en el suelo, boca abajo con el rostro sonrojado, talvez por la falta de aire.
-¿No piensas ponerte de pie?- Preguntó con indiferencia el Cuarto Príncipe, mirándola con las cejas levantadas. Podía sentir una ligera anormalidad en el olor de Flora ¿Era miedo?
Flora levantó la cabeza y miró al joven con los ojos iluminados, sin embargo, cuando el lobo cayó sobre ella hace unos momentos, adormeció sus piernas, no podía ponerse de pie. Se sintió avergonzada.
Algo impaciente, Antonio soltó al lobo, haciendo que cayera al otro lado. Se puso en cuclillas delante de Flora y la levantó en sus brazos, caminando de regreso a la banca donde hace unos minutos estuvo sentado.
El rostro de Flora se puso blanco, sin embargo, su corazón latía de forma incontrolable, sus orejas se pusieron rojas y lucho para bajarse -Estaré bien, solo necesito pararme un poco.- Dijo ella mientras se sacudía.
Este hombre la ponía un tanto nerviosa a causa de su aura llena de peligro, aún así, hacia que su corazón latiera como nunca antes. Todo en él le resultaba atractivo.
¡Se sentía enamorada!