Ecos De Un Amor Eterno

La casa estaba sumida en un inquietante silencio cuando Alejandro y Luna regresaron tras su confrontación con Isabel. La cabaña parecía aún más oscura, como si el peso de las revelaciones la hubiera marcado de forma permanente. El altar destruido seguía siendo un recordatorio palpable de lo que estaba en juego, pero algo más los llamaba, una sensación que los arrastraba hacia lo desconocido.

Mientras Alejandro inspeccionaba los restos del altar, su mano rozó algo frío y metálico enterrado entre los escombros. Lo sacó cuidadosamente, revelando un pequeño cofre ornamentado, cubierto de símbolos que no reconocía.

—¿Qué es eso? —preguntó Luna, acercándose con cautela.

Alejandro intentó abrirlo, pero el cofre estaba sellado. Entonces, como si una fuerza sobrenatural respondiera a su necesidad, el cofre emitió un leve resplandor y la tapa se abrió por sí sola. Dentro, envuelta en un paño de terciopelo, encontraron una carta antigua, escrita con una caligrafía elegante.

—Es... de Isabel —murmuró Alejandro al ver el nombre firmado al final del pergamino.

Luna lo miró con una mezcla de temor y curiosidad.

—Lee lo que dice.

La confesión escrita

Alejandro desenrolló la carta con cuidado y comenzó a leer en voz alta:

"A quienes sean lo suficientemente valientes para enfrentar esta verdad,

Mi nombre es Isabel, y si estás leyendo esto, significa que el ciclo ha comenzado de nuevo. Mi amor por Alejandro ha trascendido el tiempo y las vidas, pero también ha sido la causa de nuestra destrucción. En mi desesperación, cometí un error terrible. Les debo una verdad que jamás confesé en nuestra vida pasada..."

Alejandro se detuvo, sintiendo que las palabras pesaban más con cada línea. Luna lo animó con un leve asentimiento, y continuó:

"Amaba a Alejandro más que a mi propia vida, pero su corazón siempre perteneció a Luna. Mi envidia me cegó. Creí que separándolos podría ganarme su amor, pero mi ambición fue manipulada por fuerzas que no comprendía. El altar no era un puente hacia la libertad, sino una trampa, y al activarlo condené no solo a ellos, sino a mí misma, a un sufrimiento eterno. Si estás leyendo esto, aún queda una oportunidad para corregir mi error. La clave está en el sacrificio que no hice: aceptar mi lugar y renunciar a aquello que nunca fue mío."

El silencio que siguió fue sepulcral. Alejandro y Luna intercambiaron una mirada llena de emociones encontradas: rabia, tristeza y algo parecido a la compasión.

—Ella sabía lo que hacía, pero también estaba siendo usada —dijo Luna finalmente, con voz quebrada.

—¿Manipulada? Tal vez. Pero eso no excusa lo que hizo —replicó Alejandro, apretando la carta en sus manos.

La aparición de Isabel

Antes de que pudieran discutir más, una corriente de aire helado atravesó la habitación, apagando la tenue luz de la lámpara que habían encendido. Isabel apareció en la entrada, su figura envuelta en sombras.

—Así que la encontraron —dijo con una voz que mezclaba desafío y resignación.

Luna dio un paso adelante, sus ojos chispeando de furia.

—¿Por qué nunca nos lo dijiste?

Isabel los miró con una expresión que era casi de súplica.

—Porque no sabía cómo. Pensé que, si guardaba el secreto, podría evitar que ustedes volvieran a caer en el mismo destino. Pero el pasado siempre encuentra la forma de alcanzarnos.

Alejandro, todavía sosteniendo la carta, dio un paso hacia ella.

—¿Y ahora qué, Isabel? ¿Esperas que confiemos en ti después de todo esto?

Isabel negó con la cabeza.

—No. No espero su perdón. Pero sí quiero ayudarlos a romper el ciclo, aunque eso signifique renunciar a todo.

Una alianza incómoda

Luna y Alejandro intercambiaron una mirada llena de dudas. La presencia de Isabel era un recordatorio constante de su traición, pero también parecía ser la única que comprendía la magnitud de la maldición.

—Si vamos a trabajar juntos, necesitas ser honesta con nosotros —dijo Luna finalmente, con firmeza.

—Y debes entender que esto no se trata de redimirte —agregó Alejandro—. Se trata de liberarnos a todos.

Isabel asintió lentamente, su rostro mostrando un destello de esperanza.

—Lo entiendo. Y sé por dónde debemos empezar.

El mapa hacia el final

Isabel sacó un mapa antiguo que había estado oculto en la cabaña, un diagrama que parecía estar conectado al altar y los eventos pasados. Señaló un punto marcado con un símbolo similar al que estaba grabado en el cofre.

—Este lugar es donde todo comenzó realmente —explicó—. Es donde se selló la maldición. Si queremos romperla, debemos regresar allí.

Luna examinó el mapa con atención.

—¿Y qué sucede si no lo logramos?

Isabel bajó la mirada.

—Entonces el reloj se agotará, y el ciclo comenzará de nuevo... o algo peor.

Alejandro apretó los puños, decidido.

—Entonces no podemos fallar.

Un camino lleno de peligro

Mientras se preparaban para el viaje, las tensiones entre los tres eran palpables. Aunque compartían un objetivo común, las heridas del pasado, tanto en esta vida como en la anterior, seguían abiertas.

—No creo en ella —murmuró Luna a Alejandro mientras recogían provisiones.

—Yo tampoco —admitió él—. Pero si hay una mínima posibilidad de que esté diciendo la verdad, debemos intentarlo.

Un final de intriga

La noche cayó mientras los tres avanzaban por un bosque oscuro hacia el lugar marcado en el mapa. El aire estaba cargado de energía, y la luna, que siempre parecía vigilarlos, brillaba más intensamente que nunca.

De repente, el mapa comenzó a emitir un leve resplandor, y el suelo bajo sus pies tembló. Una voz antigua, profunda y resonante llenó el aire.

—Ustedes tres han llegado al punto de no retorno. El destino que forjaron está a punto de decidirse.

Los tres se detuvieron, mirando alrededor con una mezcla de miedo y determinación. Luna tomó la mano de Alejandro, mientras Isabel miraba al frente, decidida pero visiblemente temblorosa.

—Estamos listos —dijo Alejandro, aunque su voz traicionaba su incertidumbre.

El suelo se abrió frente a ellos, revelando una escalera que descendía hacia una oscuridad insondable. Sin dudar, comenzaron a bajar, cada uno enfrentando sus propios demonios mientras el eco de sus pasos se mezclaba con un silencio opresivo.

Y entonces, la puerta detrás de ellos se cerró con un estruendo.