Roxana: La Bastarda

Roxana y su padre luego de un tiempo se lograron tranquilizar. Ambos tenían los ojos hinchados y rojos de tanto haber llorado.

“Puedes ir a darle un recorrido al palacio mientras yo entrego la carta de recomendación”. Gian le acarició el cabello a Roxana, despeinándolo.

“No tardes, papá. Quiero darte un regalo”. El archiduque sintió su corazón dar un vuelco, su hija me daría por primera vez un regalo. No podría imaginar la emoción que le generaba, apuro a los guardias.

Roxana vagaba por el castillo inspeccionándolo, conociendo su campo de batalla ¡Haría que Cassius se arrodillara! Era poco decir que el palacio era lujoso, estaba bañado casi todas sus decoraciones en oro, no le fascinaba.

Al momento de querer regresar pudo visualizar a Arabella ¡La villana! Aunque en realidad el que parecía el verdadero villano era Cassius, el mismo se metía el pie cada vez que intentaba conquistar a Etténi. Entendía la amargura del corazón de Arabella debido a que fue criada para ser la emperatriz y fue endulzada por las falsas promesas de su familia creyendo que su vida era un cuento de hadas.

Seguramente había intentado ver a Cassius y de nuevo no había podido, a lo largo de la novela le daba lástima. Ella solo quería ser el orgullo de su familia.

“Le ofrezco mis saludos a Roxana, la sucesora del archiduque” ¿Ven? Ella no es mala persona, fue de las pocas personas que reconocía a la original Roxana como la sucesora.

“Hola, Arabella. ¿Qué haces por el palacio?”. Roxana prefirió fingir demencia.

“Quería visitar el jardín, es uno de los más hermosos que hay en el imperio”. Sus palabras salían de manera automática, pero se notaba la tristeza. En vez de estar conociendo personas su familia la obliga a aferrarse a un mal amor, a algo que ni siquiera existió.

“¿EN SERIO? Serás mi guía”. Roxana le sonrió, tomándola de la mano. La pobre Arabella no pudo decir nada, solo sentía la calidez que desprendía Roxana, a pesar de ser una beta podía sentir un ligero aroma a "hogar", a un lugar seguro. Seguramente se había puesto perfume.

“¿Conoces la historia de todas estas estatuas, Arabella?” Preguntó una curiosa Roxana, observando las grandes esculturas de los anteriores emperadores. Algún día estaría ahí el tirano de Cassius.

“Sí, este fue el primer emperador el cual se llamó...” Roxana la calló poniéndole un dulce en la boca, el cual se lo sacó de inmediato.

“¿No te gusta? Si es así, disculpa” Dijo Roxana apenada.

“No es eso... No se me permiten comerlos”. ¿QUÉ MIERDA ACABABA DE ESCUCHAR? ¡Con razón se volvió una villana! Yo también lo haría si mi familia no me permitía comer aunque sea un dulce.

“Será nuestro secreto”. Roxana extendió su meñique.

“¿Uh?” Arabella la miró confundida.

“Al juntar nuestros meñiques se crea una promesa inquebrantable, significa que es algo de nosotras dos ¡Es casi igual a un juramento de sangre! Pero no le haría hacer eso a una nueva amiga”.¿Nueva amiga? Las palabras de Roxana se sentían tan sinceras que habían provocado un ligero sonrojo en el rostro de Arabella, su primera amiga.

“Está bien”. Arabella juntó su meñique con el de Roxana.

“¡Deberías venir a mi casa! Puedes come todos los postres que quieras”. Roxana le sonreía a Arabella mientras le daba los caramelos, ambas se sentían afines con la contraria. Quizás si Arabella está menos sola no se vuelva una villana y se dé cuenta que Cassius no vale la pena al conocer a mi papá ¡Todos merecemos a un Gian! ¡VIVA MI PAPÁ!

“¿No le molestara al archiduque?” Ambas familias tenían una rivalidad debido a que si no fuera porque Roxana fuera ilegítima y beta sería la más calificada para emperatriz, pero a su padre no le interesaba esas peleas políticas.

"No, ven cuando quieras”. Roxana amplió su sonrisa al ver a Arabella comer todos los dulces de casi un bocado.

“Oh... No te he dejado, disculpa”. La miró apenada ¡Cómo un ángel así pudo volverse un villano! Todo es culpa de Cassius ¡Maldito! Todo lo vuelves negro.

“Solo eran para ti”. Roxana le sonrió y corrió hacia los arbustos llenos de bayas con una Arabella agitada detrás.

“¡Mira! Son bayas, son ricas”. Arabella no entendía de lo que hablaba la rubia hasta que la vio probarlas.

“Estás de aquí están maduras, come una”. El rostro de Roxana estaba lleno de jugo de bayas, haciendo reír a Arabella.

“¿Qué pasa?”.

“Tu rostro está lleno de ese líquido”. Arabella apretó la baya y ahí Roxana comprendió, su rostro estaba del mismo color que del de las bayas maduras ¡Comió sin cuidado! Que vergüenza.

“¡Roxana!” Su padre se dirigía hacia ella, Roxana se ocultó detrás de Arabella. Estaba avergonzada.

“Saludos a la espada de este imperio, el archiduque Gian”. Gian solo asintió y buscó la mirada de su hija, Arabella solo se apartó y observó su rostro. Se empezó a reír a carcajadas, el rostro de Roxana está vez estaba repleto del jugo de las bayas, al intentar limpiarlo se había esparcido por completo.

“No te burles ¡Ayudame!” Roxana miro a su papá con un puchero en sus labios, este saco un pañuelo de su bolsillo y empezó a limpiar el rostro de su hija.

“Quince años”. Recalcó Gian.

“¡Me casaré y me iré de la casa si dices mi edad de esa manera!” La mirada de Gian cambio a una seria de inmediato y Roxana le sacó la lengua.

“¡No te presente! Hice una nueva amiga, te presento a Arabella, papá”. Roxana le sonreía a Gian de manera triunfante, como un "ves puedo arreglármela sola"

“Estaba preocupado por mi hija, disculpame. Eres bienvenida al archiducado cuando quieras ir, cualquier amigo de mi hija lo es”. Ambas sonrieron y se tomaron de las manos, dando pequeños saltos de alegría. Serían mejores amigas.