En un mundo de lujos y secretos,Adeline toma el único trabajo que pudo encontrar para salir adelante: trabaja en un exclusivo bar para millonarios, sirviendo bebidas y entreteniendo a la clientela con su presencia y encanto. Aunque el ambiente opulento y las miradas de los clientes la incomodan, su necesidad de estabilidad económica la obliga a seguir.
Una noche, mientras intenta pasar desapercibida, un hombre misterioso le deja una desproporcionada cantidad de dinero como propina. Atraída por la intriga y por una intuición que no puede ignorar, Adeline a pesar de que aun no tenia el dinero que necesitaba decide permanecer en el trabajo para descubrir quién es realmente este extraño benefactor y qué intenciones tiene. Así, se verá atrapada en un juego de intrigas, secretos y deseos ocultos, donde cada paso la llevará más cerca de descubrir algo que cambiará su vida para siempre.
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Cap 14
Mientras me miraba en el espejo antes de salir, me aseguré de que el vestido estuviera bien ajustado y la coleta firme. Sabía que esta noche James me iba a llevar a cerrar un negocio, pero no esperaba que el lugar fuera... peculiar. Salimos sin mucha conversación, y al llegar, lo primero que noté fue el letrero de neón brillando sobre nuestras cabezas. Era un club exclusivo y sofisticado, pero de inmediato noté el ambiente cargado y algo fuera de lugar. Al cruzar las puertas, mis ojos se toparon con mujeres paseando con poco o nada de ropa, moviéndose con confianza entre las mesas y clientes. Todo el lugar estaba envuelto en una mezcla de luces de colores, música sensual, y un toque de lujo decadente que nunca había experimentado.
Me quedé petrificada por un momento, incapaz de desviar la mirada. Mientras más avanzábamos, más mujeres pasaban a nuestro lado, y me encontraba a mí misma con los ojos abiertos, sin saber cómo reaccionar. La vergüenza y la sorpresa me hacían mirar hacia abajo, pero era imposible ignorar el espectáculo.
—Mira que si sigues así, van a pensar que eres una acosadora —escuché la voz de Simón, con su tono sarcástico de siempre, mientras caminaba junto a mí, observándome como si mi reacción fuera completamente absurda.
—¿Qué... qué clase de lugar es este? —susurré, intentando no parecer demasiado fuera de lugar.
Simón sonrió con una expresión que me hizo pensar que estaba disfrutando de mi incomodidad.
—Es solo un club, Adeline. Aquí se cierran negocios importantes, especialmente cuando el dinero habla más fuerte que cualquier otra cosa.
Intenté mantener la compostura, aunque mis ojos seguían desviándose hacia las figuras que pasaban entre las mesas. Sentía que cada paso que daba me alejaba más de lo que alguna vez había considerado “normal”.
—Espero que no tengan que hacerme venir aquí muy seguido —susurré, casi avergonzada.
—Eso dependerá de ti, y de cómo te adaptes —respondió Simón sin perder el humor, dándome una mirada rápida antes de señalar hacia el fondo del club—. Allá está el jefe, mejor no le hagamos esperar.
Me encontré caminando detrás de Simón, tratando de mantener la compostura mientras pasábamos entre los clientes que parecían demasiado interesados en lo que ocurría a su alrededor. Y entonces lo vi: James, sentado en una de las mesas más apartadas y rodeado de varios hombres con trajes elegantes, sonriendo con una actitud despreocupada y segura. Me hizo un gesto con la mano para que me acercara, y respiré hondo antes de avanzar.
Cuando llegué a su lado, James me miró con un brillo en los ojos que parecía divertirse de mi evidente incomodidad.
—Veo que finalmente llegaste, Adeline. ¿Lista para hacerte útil?
No supe si tomármelo como un cumplido o una burla. Simplemente asentí, tratando de ignorar la presión de estar rodeada por hombres que parecían dominar el mundo con una sola palabra.
—¿Y qué es exactamente lo que se espera de mí aquí? —le pregunté, tratando de mantener mi tono neutral.
James me lanzó una mirada evaluativa antes de responder.
—Simple: vas a observar y aprender. No quiero interrupciones, solo quiero que te quede claro cómo se manejan los negocios reales. ¿Entendido?
Asentí otra vez, y él continuó.
—Vamos a cerrar un trato importante, y necesito que observes cómo manejo a nuestros socios. Esto te ayudara con el siguiente favor que me haras.
Antes de que pudiera responder, uno de los hombres en la mesa se dirigió a James, lanzando una carcajada fuerte y sacudiendo su copa de licor.
—Así que esta es la chica de la que tanto hablas, James. Parece algo... ¿fuera de lugar, no crees? —dijo, mirándome con una mezcla de curiosidad y diversión.
Me obligué a mantener la mirada firme, aunque por dentro me incomodaba la forma en que hablaba de mí, como si fuera solo una pieza del tablero.
—Ella se adaptará —respondió James con tranquilidad, como si mi incomodidad no le importara en absoluto.
La conversación continuó, y me limité a escuchar, observando cómo James y los otros hombres intercambiaban palabras y risas, cada frase medida con precisión y cada sonrisa llena de un significado oculto. De vez en cuando, uno de ellos me lanzaba una mirada, como si intentaran descifrar por qué estaba allí. Pero James nunca explicó. Simplemente seguía hablando, guiando la conversación como un experto, y por primera vez, me di cuenta del verdadero poder que tenía.
Simón, que estaba a mi lado, se inclinó y susurró:
—Relájate un poco. Aquí nadie te va a matar... aún.
No pude evitar rodar los ojos, aunque su comentario me ayudó a aliviar un poco la tensión.
La reunión continuó hasta que finalmente, uno de los hombres de la mesa, con un traje oscuro y una expresión seria, extendió un contrato frente a James. Ambos lo miraron detenidamente, y luego de una breve revisión, James firmó con una sonrisa satisfecha. No sé exactamente qué implicaba el acuerdo, pero por la forma en que todos se relajaron después, supe que el trato estaba cerrado.
—Y así es como se hace, Adeline —dijo James, girando hacia mí con una expresión triunfante—. Deberías tomar nota.
Lo miré, tratando de encontrar algo que decir, pero no encontré las palabras adecuadas. Me limitaba a asentir mientras intentaba procesar todo lo que acababa de ver. James no era solo un hombre poderoso, era alguien que sabía manipular, persuadir y salirse con la suya, incluso en los entornos más difíciles.
—Espero que hayas aprendido algo, Adeline. La próxima vez, quizá tengas que hacer algo más que observar.
—Espero que no sea en un lugar como este —respondí, tratando de sonar irónica, pero él solo se rió.
—Veremos cuánto tiempo te dura esa actitud.
Nos dirigimos hacia la parte superior del club, donde había una zona exclusiva que solo unos pocos tenían acceso. La decoración era aún más extravagante, con detalles en mármol y sillones de terciopelo oscuro que parecían sacados de una escena de película. Me senté en uno de los sofás, observando cómo la gente a nuestro alrededor bebía y charlaba con una confianza que yo no lograba igualar.
James se acomodó a mi lado, con esa seguridad que lo rodeaba siempre, y me lanzó una mirada inquisitiva antes de preguntar:
—¿Qué quieres de beber, Adeline?
Nunca había sido fanática del alcohol, y menos en un ambiente como este, pero tampoco quería parecer fuera de lugar.
—Algo suave —respondí, intentando no sonar insegura.
Él asintió, lanzando una mirada al camarero.
—Tráeme también el mejor diamante que tengas.
Me quedé mirándolo, confundida, sin entender qué había querido decir. ¿"Diamante"? ¿Se refería a algún tipo de bebida? No había escuchado nunca ese nombre en un menú. Antes de que pudiera preguntar, escuché el sonido de unos tacones acercándose, y una figura alta, de curvas impecables, se plantó frente a nosotros. Tenía un vestido rojo ajustado que parecía hecho a medida y un maquillaje que realzaba aún más su belleza, como si cada detalle en ella estuviera calculado para resaltar.
Sin decir una palabra, la mujer se acercó y, sin dudar, se sentó en la pierna de James. La situación me dejó inmóvil, atrapada entre la sorpresa y una extraña incomodidad. La mujer le sonrió, deslizándole una mano por el pecho, y James se limitó a devolverle una sonrisa entretenida, como si fuera algo de lo más normal.
—¿Así que este es el famoso "diamante"? —murmuré con un tono sarcástico, intentando ocultar mi incomodidad.
James me lanzó una mirada divertida y me guiñó un ojo.
—¿Qué? ¿No te gusta la compañía, Adeline?
Intenté mantener la calma, pero sentía como si algo se revolviera en mi interior. No es que me importara en lo más mínimo que él tuviera esa clase de relación con alguien, pero había algo en la actitud de James, en la manera en que disfrutaba de la reacción que sabía que provocaba en mí, que me molestaba profundamente.
—Yo pensé que veníamos a cerrar un trato, no a entretenernos —contesté, cruzándome de brazos.
La mujer en su pierna soltó una risa suave, como si estuviera disfrutando de la situación tanto como él.
—Oh, querida, él sabe hacer ambas cosas —dijo ella, lanzándome una mirada desdeñosa.
Inmediatamente, decidí que no iba a darle a James la satisfacción de ver cómo me incomodaba su comportamiento. Sin decir una palabra, me levanté de mi asiento y me dirigí al otro lado de la mesa donde estaba Simón. Me senté a su lado, cruzando las piernas con firmeza y mirándolo como si todo estuviera perfectamente normal.
Simón me miró de reojo, claramente sorprendido por el cambio repentino. Al notar mi mirada, soltó un leve bufido de diversión y, con una expresión casi burlona, me soltó:
—No pretendas que somos amigos.
Me tensé, porque sus palabras me devolvieron el eco de lo que yo misma le había dicho no hacía tanto. Aún recordaba cómo había lanzado esa frase para mantener cierta distancia y protegerme de esta dinámica tan extraña entre ellos y yo. Ahora, sin embargo, escuchar a Simón repetir mis propias palabras me hizo ver lo irónico de la situación.
—Créeme, la última de mis intenciones es hacer amigos —le respondí, esbozando una media sonrisa.
Se inclinó un poco hacia adelante y dejó escapar una risa baja, casi imperceptible. Pese a su actitud aparentemente distante, pude notar un leve atisbo de aprobación en sus ojos, como si por primera vez no le molestara del todo mi presencia.
—Bien, al menos eres sincera —respondió, mirándome con cierto interés.
James seguía entretenido con la mujer sentada en su regazo, aunque de vez en cuando lanzaba miradas en nuestra dirección, como si no pudiera evitar vigilar la interacción entre Simón y yo. Me estaba empezando a preguntar si todo esto no era más que otra de sus estrategias para manipularme y observar mi reacción.
Después de un rato en silencio, en el que me limité a observar a James con esa mujer en su regazo, evitando mirar demasiado a mi alrededor, Simón rompió el silencio. Su tono fue menos áspero, y aunque en su expresión todavía se adivinaba cierto sarcasmo, su voz parecía algo más relajada.
—¿Sabes? —dijo, mirándome de reojo—. Si quieres, puedo fingir ser tu amigo… solo hasta que termines tu deuda.
Me tomó por sorpresa, tanto el comentario como su tono, como si se estuviera dando permiso para bajar un poco la guardia. Lo miré de inmediato, dejando escapar una ligera risa incrédula y levantando una ceja.
—¿Tú? —respondí, en tono escéptico—. Hace unos segundos me dijiste que no pretendiera que somos amigos.
Simón se encogió de hombros, cruzando los brazos y mirando hacia otra dirección, como si el tema le resultara irrelevante.
—Tampoco es que me estés dejando muchas opciones, Adeline —replicó con una sonrisa que tenía un deje de diversión—. Si vas a estar aquí con nosotros, metida en este desastre, más te vale tener al menos a alguien que no quiera tu cabeza.
Me quedé mirándolo por un momento, tratando de encontrar algún rastro de burla o ironía en su expresión, pero parecía sincero. Era como si en ese espacio confinado, rodeados de desconocidos y con James en otro mundo, Simón y yo hubiéramos creado un pequeño oasis de tregua. Y por alguna razón, no me molestaba tanto la idea.
—Está bien —cedí, intentando que mi tono sonara neutral, aunque una parte de mí se sintiera aliviada—. Puedes fingir ser mi amigo… mientras dure todo esto.
Simón soltó una risa suave, un sonido que parecía auténtico, como si él mismo estuviera sorprendido de lo fácil que había sido llegar a ese acuerdo.
—¿Qué pasa? ¿Ahora son amiguitos? —dijo, con una sonrisa burlona y una mirada que no lograba ocultar su desagrado.
No me quedé callada, no después de que él mismo me había empujado a este mundo que cada vez entendía menos.
—¿Y tú? ¿No deberías estar entretenido con tu “piernas flaca”? —le respondí, lanzándole una mirada desafiante.
Simón soltó una carcajada, que hizo que James desviara su atención hacia él, dedicándole una mirada que era pura advertencia. Sin embargo, Simón, lejos de amedrentarse, le devolvió la mirada y dijo con tono casual:
—Solo te recuerdo, jefe, que fuiste tú quien quiso que ella estuviera aquí.
Eso pareció molestarlo más de lo que esperaba, porque en un movimiento rápido, James me tomó de la mano y me llevó hacia la terraza que había en el fondo, dejándome apenas tiempo para reaccionar.
Al llegar al balcón, la música era solo un eco distante. Allí, la noche era mucho más tranquila, y el aire fresco contrastaba con el sofocante ambiente de adentro. Solté mi mano de la suya, cruzándome de brazos, con el corazón acelerado, tanto por la sorpresa como por el hecho de estar a solas con él en un lugar tan apartado.