— Seré directa, ¿quieres casarte conmigo? — fue la primera vez que vi sorpresa en su rostro. Bastian Chevalier no era cualquier hombre; era el archiduque de Terra Nova, un hombre sin escrúpulos que había sido viudo hacía años y no había vuelto a contraer nupcias, aunque gozaba de una mala reputación debido a que varias nobles intentaron ostentar el título de archiduquesa entrando a su cama, y ni así lo lograron, dejando al duque Chevalier con una terrible fama entre las jóvenes y damas de la alta sociedad.
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Lo más importante es el sabor
Sus cuerpos estaban totalmente mojados; la necesidad de sentirme más profundo era insaciable.
—Du, duque.— Vivian se sobresaltó al darse cuenta de que el duque la había desnudado por completo.
—Di mi nombre.— El duque estaba siendo más posesivo; esa belleza había entrado sola a la boca del lobo, y lo que había estado reprimiendo estos últimos años azotaba por salir.
El duque salió de la tina, dejando a Vivian dentro, tratando de cubrir su cuerpo con sus manos. Estaba agitada, sonrojada y con una vergüenza terrible; el duque parecía otra persona.
—Ni creas que esto ha terminado.— El duque se despojó de todo lo que le estorbaba, dejando a Vivían asombrada. Nunca pensó que eso fuera tan grande; no era tan ingenua, sabía muy bien qué hacer por los libros que Adanis le conseguía para leer. Vivían pasó su lengua, mojando sus labios; esta acción endureció más la virilidad del archiduque.
Vivian salió de la tina, conducida por su deseo. Se arrodilló ante las inexplicables sensaciones que estaba sintiendo desde lo profundo de su ser. Besó con torpeza y acarició con delicadeza; el duque se tensó por completo, esa belleza lo estaba volviendo loco. Aunque lo hizo sentir celos al ver lo que estaba haciendo, era evidente que esa pequeña dulzura no tenía experiencia alguna.
Cuando Vivian trató de llevárselo a la boca, el duque la detuvo, cargándola y llevándola hacia la cama.
—Hoy te has portado muy atrevida y eso me enloquece, pero aún no es tiempo de eso. No quieras correr antes de aprender a caminar.
El duque llenó de besos y caricias el suave lienzo blanco; la piel de Vivían era tan inmaculada que deseaba que el día no acabara.
Trato de ser suave al adentrarse en la intimidad de Vivían, pero estaba tan estrecha que, cuando entro, jadeo.
— Oh, cariño, relájate un poco, me está apretando demasiado fuerte. — El duque estaba tratando de contenerse, pero Vivían no se lo ponía fácil.
— No. No puedo. — Vivían apretó más fuerte, haciendo que el duque se viniera.
— Mmm, Vivían. — El duque se acomodó mejor, y mientras devoraba la boca de Vivían, daba estocadas fuertes y profundas, pero a la vez lentas. Cada vez que se adentraba, Vivían se sentía llena por completo, y cuando salía, se sentía tan vacía que no quería que saliera nunca más. Por inercia, enrolló las piernas alrededor del duque, aprisionándolo.
Los dos estaban extasiados, disfrutando de su apasionado encuentro, sin restricciones alguna.
Por su parte, Margarer había conseguido hacer una tarta medianamente decente; se le había quemado un poco, pero decidió quitarle esa parte y cubrirla con más mermelada de durazno.
—Se ve fatal —decía Margaret, viendo con disgusto su obra maestra.
—Lo más importante es el sabor — Dijo Cloy, mirando la tarta con resignación.
—Mi señora, debería llevársela al duque ahora que está fresca —Adani quería ser optimista; la tarta tenía buen sabor, pero su aspecto era poco apetitoso a la vista humana.
Margarer, resignada, llevó la tarta con ella. Su esposo era un fanático del trabajo, así que sabía muy bien dónde encontrarlo. Al llegar frente al despacho, no le hizo falta tocar, ya que los guardias le dieron paso de inmediato.
Bastian miró complacido a su bella esposa, aunque su curiosidad estaba en esa cosa que traía en las manos.
—Perdón que te interrumpa, quise hacer tu tarta preferida — Dijo Margaret, apenada; la tarta no era lo que esperaba, pero no la tiraría a la basura.
Bastian notó el sonrojo en su esposa, así que tomó la tarta en sus manos y se sentó a degustarla.
—Está perfecta, no puedes hacerle tarta a más nadie, solo a mí —Dijo Bastian, mientras se devoraba hasta el último durazno; para él, era un hermoso detalle que su esposa le cocinara. Fermín ya le había dicho que Margaret llevaba horas en la cocina, y aunque muchas nobles son instruidas en cocina, bordado, música y poesía, Margaret fue criada para ser la sucesora de su padre. Fue educada como un hombre más, y que haya dejado sus deberes atrás para hacerle su tarta preferida era más que gratificante.
Margaret estaba atónita; Bastian no había dejado ni un solo durazno en el plato y tenía una sonrisa boba mientras comía.
— He estado trabajando mucho. Vamos a dar un paseo — Dijo Bastian, prácticamente arrastrando a Margaret. Ella aun estaba conmocionada por lo que acababa de pasar.
— ¿De verdad te gustó? — Preguntó Margaret, curiosa. Una cosa era que sus doncellas la alentaran en el fracaso de las tartas para no hacerla sentir mal, pero otra muy distinta era que su esposo le mintiera tan descaradamente.
— Es la mejor tarta que he probado en mi vida. No tienes que dudar de ello; voy a querer una cada día —Decía Bastian, como si hubiera encontrado una pequeña mina de oro.
Margaret aún seguía indecisa, pero se dispuso a mejorar cada día.