En un mundo donde el dolor y la traición se entrelazan, Gabriel ha vivido toda su vida con un solo propósito: vengar la muerte de sus padres, asesinados por una poderosa familia que se mueve en las sombras. Con un corazón marcado por la pérdida, Gabriel traza un plan meticuloso para infiltrarse en su enemigo. Pero lo que no anticipa es la conexión inesperada que formará con Valeria, una joven valiente y llena de vida, que se convierte en su cómplice involuntaria. Mientras Gabriel utiliza a Valeria como un peón en su juego de venganza, ambos se ven atrapados en una red de secretos y mentiras. La línea entre el amor y el odio se difumina, y Gabriel debe enfrentarse a la pregunta más difícil de todas: ¿puede el amor nacer del deseo de venganza? En un desenlace lleno de giros inesperados, “La mentira” te llevará a través de un viaje emocional donde la redención podría ser la única salida.
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Capítulo XXIV Lucha de poderes
Las puertas de la sala de juntas se abrieron, revelando la llegada de Ágata y Salvador. Valeria, con una sonrisa radiante, se puso en pie de un salto, ansiosa por recibir a su abuela y hermano. “¡Abuela! ¡Qué alegría verte!”, exclamó Valeria, su voz llena de entusiasmo. “Salvador, ¡te he extrañado tanto!”, dijo mientras abrazaba a su hermano con fuerza, sintiendo la calidez de su vínculo.
“También te he extrañado, pequeña”, respondió Salvador, besando tiernamente la cabeza de su hermana menor, un gesto que desbordaba cariño. Sin embargo, Gabriel se sentía atrapado en un torbellino de confusión y enojo. *¿Cómo era posible que Ágata fuese la abuela de Valeria? ¿Y quién era ese tipo que osaba tocar a su esposa?* Su mente bullía con preguntas y celos. La tensión en el aire se hacía palpable; no solo por la sorpresa del encuentro familiar, sino por el oscuro juego del poder que comenzaba a desenredarse.
“¿Qué demonios hace esta mujer aquí?”, gritó Diego, furioso, con una mirada que desbordaba odio hacia Ágata.
“Ella es mi abuela, la accionista mayoritaria de la empresa Arismendi; Ágata Linares”, replicó Valeria con un tono cortante que dejaba entrever su incomodidad. La revelación dejó a Gabriel atónito. No tenía idea de que su abuela también era la abuela de Valeria. De repente, todo tenía sentido; ellos eran familia. Su mente se convirtió en un caos: *¿quién era realmente Valeria? ¿Acaso su prima?* La abuela nunca había mencionado a otra Linares; siempre había hablado de un primo, pero nunca insinuó que pudiera ser una mujer. Esa idea nunca le había cruzado por la cabeza.
Ágata fijó su mirada en Gabriel, quien parecía perdido en sus pensamientos. “¿No piensas saludar a tu abuela?”, preguntó con una dulzura que contrastaba con la tensión del momento. Gabriel salió de sus divagaciones y, aunque titubeante, se levantó lentamente. Caminó hasta donde estaba Ágata, quien lo recibió con un fuerte abrazo. Sin embargo, sus ojos no podían apartarse de Valeria.
“Te advertí que no te casaras con esa mujer”, susurró Ágata al oído de Gabriel. Sus palabras eran como un eco preocupante; ella sabía muy bien que Aurora no era la persona adecuada para él y que solo estaba interesada en su dinero. Gabriel se separó de su abuela con una expresión confusa y angustiada en el rostro.
“Esto debe ser una broma”, intervino Diego, arruinando el momento familiar con su sarcasmo hiriente. “Ahora resulta que todos son familia de esta despreciable mujer”. La atmósfera se tensó aún más cuando Valeria sintió el peso del juicio sobre ella. En ese instante.
Ágata decidió tomar las riendas del asunto. Con una mirada firme y decidida, se dirigió a Diego: “No subestimes el poder que tengo aquí. No solo soy la abuela de estos chicos, también soy la accionista mayoritaria de esta empresa y por lo tanto soy quien decide quién debe liderarla. Diego frunció el ceño.
“¿Y tú crees que Valeria es capaz? Ella ha estado bajo mi ala todo este tiempo.”
“No subestimes a mi nieta, ella es capaz de muchas cosas, pero tú jamás lo entenderás”, interrumpió Salvador con voz autoritaria. “Valeria tiene más capacidad para dirigir Arismendi de lo que imaginas.” Valeria sintió cómo las palabras de apoyo alimentaban su determinación; sin embargo, había algo más profundo en juego. La presencia de Gabriel complicaba las cosas aún más; él era el amor de su vida pero también un rival potencial en este juego familiar. La abuela sabía exactamente cómo desestabilizar a Valeria: “Mi querida Valeria,” comenzó Ágata suavemente pero con autoridad, “no puedo permitir que tus sentimientos por Gabriel interfieran en el futuro de Arismendi. Debes ser fuerte y tomar decisiones difíciles.” Valeria sintió un escalofrío recorriendo su espalda ante esas palabras. ¿Acaso tendría que elegir entre el amor y el deber? “Esto no es solo sobre ti o sobre Gabriel,” continuó Ágata. “Es sobre preservar nuestro legado familiar.” Las palabras resonaron como campanas en la sala; había una lucha inminente por el control no solo sobre la empresa sino también sobre los corazones involucrados.
Diego aprovechó el momento para lanzar otra estocada: “Si no puedes manejar esto, tal vez deberías renunciar antes de hacer más daño.” Valeria respiró hondo; sabía que debía demostrar su valía ante todos ellos. La lucha apenas comenzaba.
“No necesito de sus consejos, señor Arismendi. Si me mantuve viva todos estos años bajo su yugo, estoy segura que podre con el manejo de esta empresa. Siento tanta satisfacción al manejar lo que más ama en la vida”. Las palabras de Valeria eran como piñales que atravesaban en corazón del desgastado Diego.
Mientras que Valeria hería profundamente a Diego, desde un lugar apartado de la gran mesa se encontraba; Alfredo. El miraba con admiración a la nueva Valeria y si antes estaba enamorado de ella por su valentía al aguantar tantos desplantes y malos tratos del abuelo, ahora sentía que la amaba por su determinación y fuerza.
“Deberíamos empezar la reunión, pienso que se puede llevar a un consenso hablando”, Inter ido Alfredo llamando la atención de los presentes.
“No tengo nada que hablar con estas gente, lo único que quiero es que se vayan y dejen mi empresa libre de inmundicias”, grito Diego exasperando.
“Mi abogado le explicará señor Arismendi, que esta empresa ya no es solo suya y que nosotros los Linares tenemos la mayor participación con el sesenta por ciento de la mismas, así que le sugiero que se calme y nos escuche.
“Eso es imposible, nosotros siempre hemos tenido la mayoría de las acciones de Arismendi, ¿en qué momento ustedes obtuvieron tantas acciones?”, Diego estaba confundido, pero él abogado le explicó en detalle lo que estaba pasando, de pronto Diego empezó a sentirse mal y tuvieron que llevarlo al hospital, por su lado, Ágata disfrutaba de su triunfo sobre esa famimila tan despreciable.