Darnos cuenta, lo duro que es reconocer nuestros fracasos y errores
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La Abuela
Emperatriz Alcázar, ese es el nombre de la madre de mi padre mi abuela, es una mujer muy elegante y se le nota mucho carácter, mi hija se parece mucho a ella, cuando me vio se acercó y me abrazo y me dio un beso y me dijo que perdonará a mi padre y su loco carácter, pero que en el fondo era un gran hombre y que ella quería conocer a sus bisnietos.
Mi padre estaba nervioso, no tenía palabras, en eso entro un señor muy parecido a mi padre que cuando me vio le dijo a la señora Emperatriz, tiene tus mismos ojos.
Hija no sabes lo feliz que soy de saber que tenemos descendencia y que nuestro linaje no se va a perder, nosotros queremos conocer a los bisnietos y que no crezcan lejos de nosotros.
Esas palabras me dejaron paralizada, lo único que les dije, yo no quiero perder a mis hijos ni a mi madre, se me salieron unas lágrimas y mi padre se paró me abrazo y me dijo no hija eso no va a suceder, yo quiero bien para ustedes yo soy incapaz de dañar lo que amo y que lleva mi sangre. Es más yo quiero casarme con tu madre y que tú lleves mi apellido, quiero que vengan a vivir aquí o donde quieran, pero todos juntos. El me pidió perdón y yo le dije que eso era con mi madre que solo ella tenía ese derecho, me invitaron a almorzar yo acepte, pero me llamo en ese momento el abogado de la empresa para informarme que Luis Alberto ya había firmado el divorcio, dos lágrimas se me salieron y un suspiro como cuando se quita un peso de encima, mi abuela me preguntó que estaba pasando y con mucha pena le conté lo que pasaba y que pronto sería soltera nuevamente, ellos quedaron en visitar la casa, para conocer a mi madre y a mis hijos, yo me despido de ellos y salí rumbo a mi casa, tenía que hablar con mi madre, mi padre quería mandarme con su chofer y yo le dije que no se preocupara que yo tenía carro, me acompaño hasta el carro y antes de montarme me abrazo y me ratificó el pedirme perdón.
Llegando a la casa, encuentro un jardín interior, muchos ramos de rosas rojas y cada ramo una tarjeta que decía perdóname, mi madre solo me decía se volvió loco, yo me reía en ver a mi madre asustada, me senté hablar con ella y le conté todo lo vivido en casa de mi padre con los abuelos. Ella únicamente me dijo que ellos eran hombres de mucho cuidado, yo le dije que mi padre quería casarse con ella y formalizar a la familia que se diera esa oportunidad, que ella no estaba sola y que yo siempre estaría con ella. Únicamente me dijo déjame pensar. Esa misma tarde llegó el tío José y hablo largo rato con mi madre y al irse el tío me dijo, dile a tu padre que quiero hablar con él y que no mandé más regalos, yo reí y le dije no te olvides que yo estoy contigo, esa misma noche llamé a mi padre, él se sorprendió, ya que nunca lo había hecho antes, y al ver mi número me dijo algo nervioso" Qué pasó, Cómo está Luna" yo me reí y solo le dije quiere hablar contigo, la voz de mi padre se calmó después de un profundo suspiro y me preguntó cuando yo le dije mañana, él solo me respondió dile que hay estaré, padre otra cosa que no le mandes más regalos, reí y él solo me dijo eso no cambiará, se los debo.
Mamá estaba a mi lado oyendo y solo movió su cabeza en negación, algo por dentro me decía que ellos se querían. Luego me quedé hablando con mi madre de mi divorcio, ella solo me dijo hija él no te quería, él se casó obligado por su padre, ya que no querían a su mujer.
El día de tu matrimonio yo escuché una conversación entre ellos dónde el señor Eduardo le decía que le quitaba todo si no se casaba contigo, que esa era una deuda moral que tenía con mi padre, ese día él cacheteo a su hijo, por eso yo te dije que contarás siempre conmigo, yo sabía que ese matrimonio no duraría, pero no te podía quitar tu ilusión con ese hombre. Ya todo acabó y solo te quedaron mis nietos que son nuestro gran tesoro, algún día ellos te preguntan por él y tienes que decirle la verdad, no le ocultes nada.
Abrace a mi madre y le dije que siempre estaremos juntas, nunca estaremos solas.