Dulce Substitución

Ya me he dado cuenta de que no será nada fácil tenerla aquí en mi casa. A pesar de parecer una niña, tiene 18 años y un cuerpo tan delicado que dan ganas de tocar, apretar y dejar mis marcas en su piel blanca. Pero, además de ser virgen, es la pura inocencia, tiene la mentalidad de una niña que no sabe nada de la vida adulta. Soy experimentado y vivido; no sería bueno para ella que yo fuera su iniciador.

A la mañana siguiente, despierto renovado, como si la noche anterior no hubiera sido una pesadilla en mi vida. Hago mi higiene matutina, me pongo la máscara y bajo a tomar mi café. Lo bueno es que ella aún no se ha despertado, porque si hay algo que amo en esta vida, es el silencio de la mañana.

Después de terminar mi café, me dirijo a mi oficina. Enciendo mi computadora y empiezo a trabajar. Algunos minutos después, alguien llama a mi puerta. Ordeno que entre sin mirar quién es. La Lira me dice que hay un señor en la sala de espera que quiere hablar conmigo sobre Amélia.

— ¿Dijo quién era?

— Solo dijo que quería conversar con usted sobre ella. — Suelto un suspiro y detengo mi trabajo para ver qué quiere este hombre. — Puede entrar, señor.

Entra y yo extiendo la mano para que se siente en la silla frente a mí. Él pasa los ojos por mi oficina hasta que sus miradas se encuentran con las mías.

— ¿Qué quiere? — Él abre los ojos ante mis palabras, pero así es como reacciono cuando alguien me interrumpe.

— Señor, ayer hubo una pequeña confusión al traer a la mujer para usted. La que usted eligió está dentro de mi coche, pero la que vino aquí es mi hija, y la quiero de vuelta.

Levanto una ceja ante él, como si no hubiera visto quién vino a mi casa.

— Amélia es mi única hija, y no estaba a la venta. Ayer por la noche me drogaron y secuestraron a mi hija y la trajeron aquí.

— ¿Cómo supo que ella vino aquí?

— Además de las cámaras que hay en mi casa, forzé a la perra de la sirvienta a que me dijera a dónde habían llevado a ella, y después de una noche intensa, dijo que la trajo aquí.

— Bueno, es lo siguiente. Ella realmente está aquí, eso ya lo sabe. Sin embargo, ella me pidió quedarse y no permitiré que la lleve si ella no quiere.

Él asiente con la cabeza y yo llamo a Lira, pidiéndole que traiga a Amélia a mi oficina. Mientras esperamos a que ella venga, puedo ver su expresión de impaciencia. No hay preocupación por su hija, sin duda Amélia estaba diciendo la verdad sobre él y su intención de venderla a un hombre sádico.

Tan pronto como la puerta se abre revelando a ella, él se levanta y toma su mano. Estoy tan acostumbrado a estar en la penumbra que, incluso con la escasa luz que ilumina mi oficina, puedo ver el miedo en los ojos de Amélia.

— Hija, vine a buscarte para que volvamos a casa. — Ella me mira como si buscara ayuda. Como si sus ojos me suplicaran que no la dejara ir.

— Papá, yo no...

— Está todo bien, sé que fuiste secuestrada, ya he hablado con el señor James, solo necesita saber que quieres volver a casa con papá. Quieres venir conmigo, ¿verdad?

Ella mira a él y, como si estuviera siendo coaccionada, comienza a asentir con la cabeza. Sin embargo, se puede notar a simple vista que no quiere ir.

— ¿Ves? ¿Podemos ir ahora? — Él se da la vuelta sujetando su mano, pero ella baja la cabeza y no me mira.

— Amélia, ven aquí. — Ella me mira por debajo y niega con la cabeza como un perrito asustado. — Ven, necesito hablar contigo antes de que te vayas.

Ella suelta la mano de su padre y se acerca a mí. Me levanto y me posiciono frente a ella. Sus ojos, que estaban dirigidos hacia mi corbata, van subiendo lentamente hasta encontrar los míos, y puedo ver de cerca cuánto está horrorizada.

— Ya no eres una niña, tienes 18 años, eres mayor de edad y puedes decidir por ti misma si quieres irte o no. No dejes que el miedo o la manipulación te hagan hacer lo que no quieres.

— No hables así con mi hija. — Su padre se acerca a ella y yo la coloco detrás de mí. — Ella es mi hija, y la llevaré conmigo.

— Ella no va a ir, porque no quiere ir. Si quisiera, no habría escapado de su casa y pedido protección aquí en la mía. Yo no fui tras ella, ella vino hasta mí. Entonces, de aquí no sale.

— Eres tú quien dice eso, no ella. Amélia, dile que quieres regresar a casa. — Se inclina para mirarla, y yo giro mi rostro mientras los ojos suplicantes de ella se encuentran con los míos.

— Gracias por esta noche, señor James, la guardaré para siempre en mi memoria. Pero es mejor que regrese con él, no quiero que mi padre te haga daño.

Tan hermosa, tan dulce, pero tan tonta. Miro de nuevo al padre de ella, que tiene una sonrisa de satisfacción en su rostro. Lo peor es que no debería, pero esto me molesta mucho. Él extiende la mano hacia ella y vuelvo a mirar a Amélia, que, a pesar de su mano temblorosa, la extiende hacia él.

— La llevaré, pero dejaré a la mujer que compraste aquí. Gracias y disculpa por la molestia, señor. Vamos, hija mía. — Él la va llevando y ella mira hacia atrás.

Quisiera poder impedir que se fuera, pero fue su elección ir con su padre. La puerta se cierra y vuelvo a sentarme en mi silla mirando la computadora. Me levanto de nuevo y voy hacia la puerta principal, veo cómo él abre la puerta y de él desciende la morena que compré. Ella sonríe, pero mi vista está fija en Amélia, que en solo una noche, logró afectar mi vida como nadie nunca lo hizo.

— Pobrecita, creo que volverá a recibir golpes de su padre, quizás esta vez ni siquiera sobreviva.

— ¿Qué dijiste? — Miro hacia atrás y Lira los sigue mientras se alejan a mi lado.

— Mi hermana la envió aquí, señor, para librarla de las garras de su padre, qué pena que no funcionó. Bueno, regresaré al trabajo.