Leonardo Salvatore, un empresario italiano/español de 35 años, ha dedicado su vida al trabajo y a salvaguardar el prestigio de su apellido. Con dos hijos a su cargo, su concepto del amor se limita a la protección paternal, sin haber experimentado el amor romántico. Todo cambia cuando conoce a Althea.
Althea Salazar, una colombiana de 20 años en busca de un nuevo comienzo en España para escapar de un pasado doloroso, encuentra trabajo como niñera de los hijos de Salvatore. A pesar de sus reticencias a involucrarse emocionalmente, Althea se siente atraída por Leonardo, quien parece ser su tipo ideal.
¿Podrá su amor superar todo? ¿O el enamoramiento se acabará y se rendirán?
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Parte 4
Leonardo
Mostrarle la casa a Althea había sido bastante sencillo; era seria y miraba todo a su alrededor, tratando de recordar en su cabeza. No pude evitar mirar todos sus atributos, cuando dijo que no tenía nada grande, no pude evitar ver su traser*o. No era una mujer bajita; debía medir alrededor de 1.70 y seguía teniendo lugares que eran grandes, se veía que había sido cotizada en su país. No estaba segura de dónde era, pero eso no quitaba su belleza.
Cuando el menor de mis hijos, Pablo, empezó a llorar, ella fue quien tomó la palabra y fue por él. No pasaron más de cinco minutos para que su llanto fuerte terminara en sollozos pequeños. Al entrar a la habitación, ella lo tenía en sus brazos, diciéndole cosas bonitas; nuestras miradas se cruzaron.
—Tenía el pañal muy lleno, no lo han cambiado como debían —Cierro los ojos mientras me toco el puente de la nariz. Sabía que a los demás empleados no les agradaba para nada, el menor, pero no pensé que harían eso.
—Yo me encargo.
—Tengo una pregunta —Ella me detiene, la miro y debo concentrarme cuando veo que se ve hermosa con un bebé en sus brazos—. ¿Este bebé es querido? —Ella duda en hacerme la pregunta, pero termina haciéndola.
—No es uno deseado, eso te puedo asegurar —Le respondo para irme de la habitación. Sus ojos, que son tan expresivos, se abrieron más de lo normal.
Era normal; no cualquiera puede decir abiertamente que era un bebé que no estaba en mis planes. Seguía dudando que fuera mío, pero prefiero darle mi apellido. Con eso, tendría el estatus suficiente para salir adelante y lograr sus metas.
—Señor Salvatore —Marini toca la puerta de la oficina antes de ingresar—. Aquí está toda la información de los empleados que estuvieron cuidando al pequeño Salvatore —Veo las fotos de los empleados y cierro los ojos. Muchas personas serían despedidas.
—Ya sabes qué hacer —Le respondo devolviendo la carpeta llena de papeles.
—Señor, ¿la niñera de verdad se quedará aquí?
—Debe quedarse; ninguno de mis empleados está capacitado para atender las necesidades del bebé en la madrugada. En cambio, ella se ve que lo hará con paciencia.
—¿Y el mayor? ¿Qué pasará con él?
—También será cuidado por ella; tendrá un poco más de ayuda, pero estará —Mi secretario asiente, y lo detengo cuando está a punto de salir—. ¿Dónde vivía ella?
—No era el mejor lugar, pero según su explicación, era lo mejor que podía encontrar.
—¿Sabes por qué no tiene empleo?
—Le querían pagar poquito. Usted sabe que, por ser extranjera, le querían pagar poquito. Pero ella había ingresado de forma legal; debían cumplir con todo lo legal para contratarla, y muchas empresas y lugares prefieren evitar eso.
—Es verdad —Suspiro para sentarme en la silla.
Al día siguiente, no había sentido al bebé llorar en ningún momento. Cosa que era positiva. Cuando me dirigía a desayunar, pude escuchar como la cocina había una discusión.
—Debo prepararle la leche al bebé —El acento de Althea se hizo presente. Estaba discutiendo.
—Prepáralo en otra parte —La voz de la muchacha que se encargaba de la limpieza de la segunda planta.
—¿Esto no es una cocina? ¿Entonces para qué es? —El tono estaba subiendo—. Dame permiso que lo haré yo.
—No, vete a otra parte —Quería intervenir, pero debía ver hasta dónde podía confiar en Althea. Ella estaba parada, tenía la silla de bebé de carro a su lado.
—Que maricad* con ustedes, a lo bien —Tengo que morder mi labio inferior para no saltar una carcajada. Marini me había dicho que era colombiana, pero no pensé que se le saldría tremendas palabras—. ¿Son bruticas o qué? Si debo hacerle la leche a Pablo para que no llore y ustedes se quejan, porque es para lo único que sirven, ¿entonces me dejarán prepararle la leche al bebé?
Por la expresión de mis empleados, todas habían quedado totalmente sorprendidas por las palabras que ella había utilizado, tal vez porque no las entendían del todo, pero no podían asimilar que las había llamado de esa forma.
—Eres una grosera, ni siquiera te sabes expresar —Le dan un leve espacio para pasar, y ella lo hace con bastante fuerza.
—Sé expresarme, pero en ocasiones existe gente tan lenta en esta vida que es mejor hablarles de ese modo para que su cerebro lo capte —Sí, les había dicho que eran unas tontas, simplemente que con bonitas palabras.
Ella termina rápido, en el punto exacto que el bebé iba a empezar a llorar fuertemente. Lo mira con ternura, demasiada ternura. Las demás se habían ido para poner la mesa antes que yo llegara, no me habían visto porque estaba por la puerta trasera.
—Tienes un carácter difícil de llevar —Es el saludo que le doy.
—Buenos días, primero que todo —Me responde ella con el ceño fruncido, luego suspira mientras mira a mi hijo menor—. No entiendo por qué le tienen tanto odio, es un bebé, por el amor a Dios, simplemente es una víctima de todo eso que ellas lo culpan.
—¿Aún no sabes qué es?
—No, la verdad, me da miedo conocer la verdad y que termine siendo igual de maldita que las otras.
—No creo, no estuviste en ese proceso —Ella me mira de reojo, pero no dice nada.
—Matteo se va a despertar dentro de poco —Recuerdo en ese momento lo que le quería preguntar—. ¿Cómo sabes que se llama Pablo?
—Tiene una tobillera que dice su nombre grabado, en oro —Mira al bebé—. Apenas tienes días de nacido y ya tienes tu futuro asegurado —Le da una sonrisa—. Bien por ti, chiquito.
—¿Si podrás con Matteo y Pablo al mismo tiempo? —Ella me da una sonrisa.
—Claro que sí. ¿Matteo debe tener tres años o cuatro?
—Faltan dos meses para que cumpla los cuatro años.
—Sí ya habla y va al baño, no tendré ningún inconveniente.
—Está bien, si te ves presionada me puedes decir para contratar a otra niñera.
—No creo que lo necesite, pero gracias.
Ambos salimos de la cocina y salimos por la puerta principal. Le estaba ayudando con la silla de carro, porque ella le estaba sacando los gases a los niños, dándole pequeñas palmadas en su espalda.
—Papá —Mi hijo mayor corre para abrazarme la pierna. Suelto la silla y sostengo a mi hijo, su mirada se fija en Althea, Matteo odiaba a las niñeras, luego de la última que tuvo, la mamá de Pablo.