Bruna es una mujer luchadora que enfrenta un dilema: invertir en su carrera sin descuidar a su hija Melissa, y vive el gran desafío de ser madre soltera.
Daniel Colatto, heredero de la mayor constructora del país, reacio a los niños y al matrimonio, ve su vida marcada al conocer a una persona que cambia sus convicciones y su destino...
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Capítulo 5
Bruna:
¡Qué rabia! Yo estaba toda emocionada y feliz por estar presentando mi primer proyecto y lo único que me dice es: "fue suficiente"... ¿Eso es bueno o malo? Y tengo que mejorar mi vocabulario, ¿acaso usé alguna jerga? O sí usé, ya no sé.
Calma, Bruna, esta fue solo la primera etapa. El proyecto fue aprobado por el CEO, ahora solo faltan los clientes. No seré una arquitecta de éxito si no complazco a los clientes. Me recuesto en la silla y pido un café, tengo que tranquilizarme, aún faltan dos horas para la reunión.
— Con permiso, señorita Bruna, aquí está su café.
— Puede pasar, ¿usted es...?
— Fernanda, soy secretaria del señor Colatto, pero termino trabajando para todos, jeje.
— Pero así terminas sobrecargada.
— Él aún no se ha dado cuenta, pero la vida no es un cuento de hadas y tengo cuentas que pagar, así que no me puedo quejar. Hay muchos desempleados por ahí.
— Es verdad, fue un placer conocerte, pero no te molesto más, gracias por el café.
Fernanda sale y me quedo un poco más tranquila. Por fin una persona alegre en esta empresa. Solo me pareció extraño que no estuviera ayer, creo que él tiene dos secretarias. Pero eso tampoco es asunto mío. Dora, la secretaria de ayer, es tan antipática como esa tal Leandra. Creo que tengo un sexto sentido: cuando no me cae bien alguien, esa persona no me agrada, pero cuando alguien me cae bien, esa persona termina siendo mi amiga. Eso sentí cuando Fernanda entró, fueron pocas palabras, pero ella irradia alegría. Estaba perdida en mis pensamientos cuando ella regresa a la sala avisando que todos ya se estaban dirigiendo a la sala de reuniones, así que respiro hondo y voy rápidamente al baño para ver si necesito retocarme el maquillaje. Necesito estar impecable.
Ya estaban casi todos en la sala de reuniones, excepto el señor... (¿Colatto?), solo que no entendí por qué esa Leandra estaba en la sala, y encima me miraba con una cara de que quería estrangularme.
Concéntrate, Bruna, los clientes... me decía a mí misma en mi mente cuando la puerta de la sala de reuniones se abre y por ella entra el señor Colatto con su imponente presencia y su perfume que embriaga el sentido de cualquier mujer.
— Buenas tardes a todos, me gustaría agradecer la presencia de los señores Fagundes y Campos. Sé que están evaluando proyectos para la ampliación de su empresa, les presentaré a mis socios, Roberto y Leandra,
— que son arquitectos, al igual que yo, pero también quiero presentarles a nuestra nueva contratación, la arquitecta Bruna.
Me sorprendió saber que Leandra era socia de él, porque no la presentó como tal. Me levanté y saludé a los clientes. Entonces el señor Colatto continuó:
— Como tenemos varios proyectos, tenemos que distribuir el trabajo, por lo que su solicitud quedó a cargo de la arquitecta Bruna. A pesar de que está comenzando hoy, creo que se sorprenderán con su proyecto. Podemos tomar asiento para que ella dé inicio a la presentación.
Mi mandíbula casi toca el suelo cuando dice esas palabras. Hasta hace unas horas mi trabajo era "suficiente", ahora es "sorprendente". ¿Será que es bipolar?
— Gracias por las palabras, señor Colatto. Bueno, señores, estudié cuidadosamente su solicitud y me propuse tratarla como si fuera un proyecto personal, cuidé cada detalle...
Me miraban atentamente, transmitiéndome confianza, y la presentación fluyó muy bien y sin interrupciones.
— Eso es todo, espero que les guste...
Al igual que Daniel Colatto, se quedan serios. Me pongo ansiosa esperando un comentario, entonces uno de ellos se levanta y mira al señor Colatto.
— Por lo visto, Daniel, veo que sigues descubriendo talentos. Ya hemos visitado varias constructoras y nadie había captado nuestra solicitud con tanta alma, el proyecto quedó mejor de lo que pensé. Tenemos una sociedad que formar.
Entonces se gira hacia mí.
— Felicidades, señorita Bruna, su proyecto fue excelente y lo usaremos en la construcción, y solo cerraremos la sociedad si usted es la arquitecta responsable de la obra.
Casi me caigo de la silla, confieso que hasta me estremecí. Solo pude asentir con la cabeza. Eso fue por fuera, porque por dentro mi corazón estaba a punto de salirse de mi pecho. Tenía ganas de salir corriendo y gritar de alegría...