Cómo Ligarte Sin Querer A Un Millonario

Destiny asomó la cabeza por la retahíla de personas que se apilaban frente al escritorio donde Lauren Lee firmaba los primeros ejemplares de su libro «Amante secreto.» Dos sentimientos contrastaban en su corazón en ese momento, felicidad por el éxito de Lauren y odio, porque Erick nunca llegó a su cita.

Miró a su alrededor buscando una persona que quisiera discutir el libro con ella o hablar sobre el clima, pero la mayoría llevaban acompañantes. Intentó acercarse a Lauren pero algunas mujeres que querían expresarle su admiración se interpusieron en su camino.

Ahora, tenía la imperiosa necesidad de ir al baño, pero si se movía de lugar, perdería su puesto en la fila. Apretó las piernas, fuerza de voluntad era lo único que necesitaba y la tenía.

—No te ves muy bien, estás roja —opinó un tipo a sus espaldas.

Destiny levantó la cabeza para mirarlo y se preguntó cómo sabía que ella estaba roja, si él utilizaba gafas oscuras. Se encogió de hombros, la vida le había enseñado que existían muchos misterios, podía ser que el hombre fuese su salvación ese día. Retrocedió un paso y se acercó a él susurrando—: necesito usar el baño.

El hombre levantó sus cejas y sonrió en complicidad.

—Entonces ve, yo te guardo el lugar.

Los ojos de Destiny se iluminaron.

—¿De verdad?

El hombre asintió y ella no se lo pensó dos veces, salió de la librería y bajó corriendo las escaleras hasta dar con los baños de mujeres del centro comercial. Como no estaba dispuesta a mojar sus braguitas, empujó a una viejita y le pidió perdón al cielo, pero acababa de conocer a un ángel que la salvó de la humillación pública. No se orinaba sobre la ropa desde que tenía seis años.

Suspirando dejó correr el agua del váter, y fue directo a lavarse las manos. Se acomodó el bolso en el hombro, subiendo con toda tranquilidad por las escaleras eléctricas.

La librería se veía menos abarrotada ahora que la observaba con objetividad. Buscó entre la fila al hombre de gafas oscuras y gorra azul haciendo juego con su camiseta. Lo encontró haciéndole señales para que se apresurara, sólo faltaban dos personas para que llegara su turno.

A Destiny le fue inevitable no fijarse en la perfecta altura del sujeto, en los músculos que se marcaban a través de su camiseta, y en su apuesto rostro a pesar de que prácticamente lo mantenía cubierto. Se mordió el labio. Quizá fuese un actor famoso y se escondía en un pequeño sitio como ese para pasar desapercibido por los paparazzis.

—Te lo agradezco mucho —dijo, metiéndose de nuevo a la fila. Un par de personas le lanzaron una mirada amonestadora que ella ignoró por completo, su conciencia estaba limpia de todos modos.

—De nada.

Destiny no se sentía cómoda con una respuesta tan escueta, a ella le fascinaba hablar y no lo había hecho por lo menos en dos horas.

—¿Y qué parte del libro fue tu favorita?

El sujeto se rascó la cabeza. Destiny descubrió que tenía un tatuaje en el brazo izquierdo, no pudo descifrar su forma, era apenas una línea oscura asomándose por la manga de su camiseta.

—Creo que todo el libro es excelente, lo leí de un tiro. No pude soltarlo hasta saber quién era realmente el villano, pero me gustó bastante el desarrollo en la relación de los protagonistas, cómo Danna aceptó sus sentimientos por Alban —se cruzó de brazos—, lo único malo es que Danna tuvo que esperar diez años para que Alban saliera de prisión. Si yo fuese mujer, no esperaría tanto.

Destiny sonrió nerviosamente, empezaba a sudar.

—Sí, yo opino lo mismo.

—¿Tampoco esperarías a alguien por tanto tiempo? —preguntó sorprendido su acompañante.

—¿Qué? Oh, por supuesto que lo haría. Yo vivo esperando —respondió, evocando su relación con Ian.

—¿Por qué?

—Bueno —Destiny avanzó unos pasos adelante, sólo faltaba una persona—, mi novio viaja mucho por su trabajo. No nos vemos muy seguido.

—Ya, ¿nunca le has sido infiel? Te has de sentir bastante desatendida.

Destiny sintió una mano posarse en su hombro. Tragó pesado admirando los dedos largos del hombre, ¿por qué estaba tan nerviosa? Él ni siquiera estaba coqueteando con ella.

—No, jamás —contestó no muy sinceramente, pues se podía engañar con el pensamiento.

—Lo imaginaba.

Él la empujó hasta el escritorio y Destiny saludó por fin a Lauren, discutieron fugazmente el libro, además de acordar una cita para almorzar la próxima semana y le cedió el lugar a su ángel acompañante.

—Oye, ¿puedes agregar una pequeña dedicatoria con mi nombre? Así mi abuela creerá que lo he leído.

Lauen sonrió, firmando el libro.

—Por supuesto, ¿qué quieres que diga?

—Para James Miller, mi apuesto lector —La escritora negó con la cabeza, riéndose.

A Destiny se le cayó el alma a los pies, y vio como James Miller la pisoteaba. ¡Ella había estado parloteando con ese asqueroso mujeriego! No podía ser. La indignación no le permitió moverse, siendo arrastrada a consecuencia hasta una cafetería cercana por James. Él casi la forzó a ordenar un pastel de queso y un frappuccino.

James se sentía bastante divertido con todo ese asunto. En la librería le tomó un par de segundos recordar dónde había visto antes a esa mujer tan peculiar. Durante sus encuentros en el club de solteros ella se había comportado a la defensiva, por lo que le pareció gracioso que en esa ocasión lo tratara de forma amigable y decidió gastarle una broma.

—Entonces, Chispita —James dijo retirándose las gafas—. Comprendo que sólo nos hemos visto algunas veces, pero me han dicho que soy un hombre difícil de olvidar. ¿Cómo es que tú lo conseguiste tan fácil? —se inclinó colocando las manos en la mesa—. Debo empeñarme más para dejarte mi marca.

—Ya quisieras —musitó, apuñalando su pastel de queso.

James la dejó comer en paz, limitándose a observar sus redondas mejillas rosadas. La chispita de carne y hueso, era una mujer de buen apetito. Se atrevió a ordenar una segunda porción de pastel de queso y le agregó un pie de manzana. Nunca había salido con una mujer que comiera tanto. April por lo general, se alimentaba por el proceso de fotosíntesis y las mujeres con las que salía ultimadamente a puro alcohol. Era agradable estar en la mesa con una mujer que se alimentaba.

Las perlas falsas de Chispita se mantenían en su cuello y su uniforme rosa chicle, llamaba la atención de todos los clientes. Tal vez no fuese la mujer más hermosa del mundo pero tenía lo suyo. Ella irradiaba cierta inocencia y simpatía.

—¿Cómo te llamas?

Destiny se sacó el tenedor de su pequeña boca, y lo miró con un par de esmeraldas relucientes.

—Destiny Love.

—Destiny Love —repitió James—, parece que no has comido en siglos.

Ella se sonrojó como una niña pequeña acusada de meterle el dedo al pastel de cumpleaños antes de soplar las velitas.

—Yo... —desvió la mirada al escaparate—, si es mucha la cuenta, puedo pagar la mitad.

—¿La mitad? —inquirió James alzando las cejas—, pero si yo no he ordenado nada.

Destiny infló sus mejillas, arrugando el entrecejo, ofreciéndole la mitad de su pie de manzana.

James lo aceptó sólo por molestar a Chispita.

—También exijo la mitad del frappuccino.

Destiny remilgó haciendo un puchero. Maldito tacaño, aún nadando en dinero se atrevía a quitarle el alimento a los pobres. Le dieron ganas de escupir lo que restaba del frappuccino pero se abstuvo de hacerlo, no quería demasiada de su saliva mezclándose con la de él.

—Me dijiste que tienes novio —comentó él saboreando el frappuccino de la discordia—. ¿Sabías que las ventajas de tener novio es precisamente que no pagas por la comida?

—Estamos ahorrando, por eso casi siempre comemos en casa —respondió Destiny jugando con la correa de su bolso.

—¿Vas a casarte? —preguntó con sorna James.

—Sí —soltó eufórica Chispita.

James se atragantó, imaginándose al novio de la chica de bonito cabello castaño. Así que esas pecas en su naricilla, ya tenían dueño. Chispita era una mujer prohibida. Perfecto. Si había algo que James aprendió de su experiencia con April, era respetar mujeres comprometidas.

—Quiero que seas mía por un mes —propuso James.

Destiny se cubrió el pecho escandalizada.

James se lo pensó mejor, quizá no fue la mejor forma de hacer la petición.

—Quiero decir, que trabajes conmigo por cuatro semanas.

—¿Qué se supone que debo hacer? —cuestionó desconfiada, sin descubrirse el pecho.

—Mantenerme alegado de las mujeres —gimió James.

Destiny no pudo contener la sorpresa en su rostro.

—¿Por qué? No me digas que te estás recuperando de alguna lesión… Tú sabes —susurró señalando sus pantalones con la cabeza—, de aquella índole.

—¿Qué? ¡No! —James negó metiendo las manos debajo de la mesa. Chispita le escrutó desconfiada—. Puedo mostrártelo si quieres.

—Ni de broma.

James frunció el entrecejo. Esa mujer era imposible.

—¿Aceptas o no?

—Depende de cuánto ofreces y si logras acomodarte a mis horarios.

—Eso podemos arreglarlo —opinó James dejando a la vista sus manos—, repórtate enferma. Te necesito a mi lado todo el día. Las veinticuatro horas.

—No puedo hacer eso —chilló Destiny—, adoro mi trabajo y si me descubren me despedirán. Además ni siquiera has dicho cuánto vas a pagarme, no sé si de verdad, valdrá la pena el sacrificio.

James se rascó la barbilla. Una mujer como Destiny Love, querría algo más que dinero. Si la estudiaba mejor, parecía una pequeña niña esperando un montón de dulces. Su novio posiblemente fuese un tipo atento, cariñoso y cursi. Todo lo romántico posible para mantener feliz a esa extraña criatura salida de un bosque encantado.

—Si me espantas a todas las mujeres por un mes, cumples mis caprichos y haces todo lo que yo diga para no aburrirme, cubriré los gastos de tu boda en el Crystal Palace.

Los ojos de Destiny se encendieron. Ni en sueños ella e Ian podrían costear una boda en el Crystal Palace. La oferta se escuchaba tentadora.

—Incluye una gran limusina para ese día y firmamos el contrato.

James sonrió, agarrando la pequeña mano que ella ofrecía.

—Bien, trato hecho.