La Reina Sucia

Amadeo continuó su camino, estaba muy conmocionado por lo que había visto y estaba decidido que su princesa no iría a ese Reino.

Deseaba llegar rápido a casa y cambiar los planes con Esmeralda, pero de pronto es obligado por los caballeros azules a orillar su carreta, el Rey pasaría en su carruaje.

Caballos hermosos y un carruaje de lujo pasaron a un lado de Amadeo, quien hizo una reverencia y debió esperar hasta que el caballero azul le dió nuevamente la orden de seguir.

Su carreta y caballo eran viejos así que no podía ir muy rápido, pero en su cabeza estaban las imágenes de lo que había visto tan solo minutos atrás.

REINO AZUL

Dos semanas atrás, el Reino azul había estado siendo atacado por moradores del Reino Blanco, habían robado animales, cosechas y hasta habían atacado a varios campesinos. Esto había enfurecido al Rey, quien dió la orden de capturar a los ladrones para encarcelarlos, pero todo se salió de control.

Algunos ladrones al intentar robar a uno de los campesinos que viajaban en su carreta, con su familia, asustaron a los caballos y estos se desbocaron y se cayeron por un barranco, haciendo que una familia completa incluyendo niños murieran, esto entristeció y molestó en gran manera al Rey, quien velaba por la seguridad de su pueblo, que ocurriera esto lo hacía ver negligente.

Al capturar a los ladrones, fueron interrogados, todos dijeron lo mismo

—La Reina nos está matando de hambre, nos quita todo y nos obliga a trabajar el doble.

Estás acusaciones le parecían absurdas al Rey; sin embargo, mandó a averiguar con sus caballeros, el pueblo estaba muy dolido por la pérdida de la tan preciada familia y pedían justicia al Rey.

No querían que fueran encarcelados, pedían la muerte para ellos, el Rey los complació y puso a elegir al pueblo el método de castigo, colgarlos o encarcelarlos, pero ellos no estuvieron de acuerdo y propusieron, el desangramiento.

Y esa fue la escena escalofriante que presenció Amadeo, sin embargo aunque eran culpables y ladrones no merecían morir así.

—Ya con estos son cincuenta los que mueren por robar y asesinar en nuestro Reino, todos vienen del Reino Blanco—comentó Uri, caballero jefe de guerreros azules.

—Al parecer la gente de allá no la está pasando bien, por algo se están saliendo de su Reino—comentó Verchiel—y no puedo seguir matando gente, solo por robar comida.

—Si, te entiendo ya se rumorea que su majestad es cruel y sanguinario.

—Pues que digan lo que quieran, pero protegeré a mi Reino incluso con mi propia vida, pero debemos hacer algo.

—¿Declarar la guerra contra el Reino Blanco?

—No, en estos momentos estoy en desventaja, ellos son aliados del Reino Verde y Reino Amarillo y actualmente son mis enemigos.

—Se puede declarar la guerra y proponer una tregua.

—Mi salud no está del todo bien, si la Reina no acepta la tregua, estaré perdido.

—Pide a la princesa en matrimonio, así está obligada a mantener buenas relaciones entre Reinos y su majestad necesita un heredero, recuerde lo de su salud.

—¡La princesa!, nadie la conoce, nunca la han visto, dicen que está deforme y por eso nunca se ve ni siquiera en el palacio.

—Solo debes presionarla con la princesa, que la saque del palacio, además ella ya debería estar reinando y sigue esa escalofriante mujer, el resto no importa, lo importante es que se concreten esas relaciones entre los dos Reinos y más con ellos, son los más grandes, prósperos y fuertes.

—Tienes razón, recojan los cuerpos de los ladrones y vayan conmigo al Reino Blanco.

El Rey, junto con sus caballeros guerreros, salieron hacia el Reino Blanco, ya todo estaba planeado. El Rey Verchiel estaba pasando por algunos problemas de salud y no encontraba mejorar por mucho tiempo, había días donde lo pasaba en cama, sentía mucho dolor en el cuerpo y respiraba con dificultad, al parecer sus pulmones eran los que estaban fallando.

Al llegar al Reino Blanco notó que, sus tierras seguían extensas de sembradíos, sus rosales blancos hermosos, y sus pobladores hacían reverencia por su presencia.

Una vez fue anunciado en el palacio, la Reina le permitió pasar, para hablar con él, ella se encontraba tomando una copa de vino, cuando un caballero arrojó al piso uno de los cuerpos sin manos.

Esto a ella no le pareció para nada desagradable, al contrario, siguió ingiriendo su bebida.

—Su majestad, Rey Verchiel, veo que su visita no es para nada amistosa—comentó la Reina con aires de elegancia.

—Así es su majestad, estos hombres habían robado a mis pobladores, hicieron que ocurriera una desgracia, mataron a una familia entera incluyendo niños—se sentía molestia en sus palabras— han hecho desastres en las cosechas y se ha desatado una serie de incomodidades en mi Reino ocasionado por tu gente.

—Son los desleales, los traidores que salen de aquí sin motivos, usted mismo ha visto, como es de hermoso mi Reino, si los matas, encierras, o lo que quieras que hagas con ellos, no me importa.

—Mis calabozos quedan pequeños, están hacinados, no tengo ni las ganas de seguir encarcelando a nadie, una guerra es la solución a esto, mi pueblo no sufrirá más tus ataques.

La Reina temía de Verchiel, por todo lo que decían de él, era joven de unos 25 años, había tomado el trono desde los 15 años, y no se había equivocado, era justo, pero también despiadado, su padre lo instruyó muy bien, y aunque su reino no era tan grande como el de Ofelia, también era próspero y muy fuerte sus guerreros eran lo mejores y él era temido y odiado pero respetado por los demás Reinos.

Nota del autor

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