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Cicatrices de la Mafia: Amor y Perdón

Cicatrices de la Mafia: Amor y Perdón

Status: Terminada
Genre:Mujer poderosa / Mafia / Embarazo no planeado / Novia sustituta / Completas
Popularitas:294
Nilai: 5
nombre de autor: Edina Gonçalves

De un lado, Emílio D’Ângelo: un mafioso frío, calculador, con cicatrices en el rostro y en el alma. En su pasado, una niña le salvó la vida… y él jamás olvidó aquella mirada.

Del otro lado, Paola, la gemela buena: dulce, amable, ignorada por su padre y por su hermana, Pérla, su gemela egoísta y arrogante. Pérla había sido prometida al Don, pero al ver sus cicatrices huyó sin mirar atrás. Ahora, Paola deberá ocupar su lugar para salvar la vida de su familia.
¿Podrá soportar la frialdad y la crueldad del Don?

Descúbrelo en esta nueva historia, un romance dulce, sin escenas explícitas ni violencia extrema.

NovelToon tiene autorización de Edina Gonçalves para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 4

En Rusia, los meses se arrastraron en silencio y tensión.

El invierno castigaba Moscú con vientos cortantes y nieve que parecía no cesar nunca. Dentro de un pequeño apartamento escondido en las calles estrechas, Paola, bajo la identidad falsa de Olga Petrov, vivía días de miedo y esperanza. El cuerpo estaba pesado, y el corazón, inquieto. A cada movimiento de los gemelos dentro de ella, sentía una mezcla de consuelo y carga. Eran vida y promesa, pero también recuerdo constante de la persecución y del peligro que aún la rondaba.

A su lado, Katrina permanecía firme, como una hermana de alma. Enfermera dedicada y amiga leal, ella era el pilar que sostenía a Paola en los días de angustia.

Katrina:

— Aguanta firme, Paola. Pronto vas a abrazar a tus hijos. Pronto vas a sentir la vida renacer en ti.

Paola ya estaba con poco más de siete meses de gestación cuando, en una noche en que una tormenta cubría Moscú de truenos y relámpagos, las contracciones comenzaron. El cuarto fue tomado por gritos ahogados, lágrimas y sudor escurriendo por el rostro de la joven.

Paola:

— Katrina… ¡no voy a conseguirlo!

Katrina:

— ¡Sí que vas! Vas a luchar, como siempre has luchado. ¡Tus hijos te necesitan, Paola!

El parto fue largo, difícil y doloroso. Entre gritos, sangre y fuerza arrancada del fondo del alma, Paola sintió el cuerpo partirse, pero no desistió. Entonces, el primer llanto resonó en el pequeño cuarto del hospital: un niño.

Poco después, un segundo llanto: una niña.

La vida había vencido a la oscuridad.

Paola había dado a luz en el mismo hospital en que Katrina trabajaba, y la amiga, determinada, se aseguró de auxiliar cada instante del parto. Con las manos temblorosas de emoción, Katrina colocó a los dos recién nacidos sobre el pecho de la amiga.

Katrina:

— Están aquí… Victor y Victoria… los verdaderos vencedores.

Exhausta, con lágrimas que mezclaban dolor y alegría, Paola los abrazó como quien sostiene el mundo entero contra el pecho.

Paola:

— Lo prometo… nadie jamás va a quitároslos de mí.

Victor y Victoria (hijos de Paola y Emílio)

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En aquella misma noche, en Italia, Emílio dormía en su cama lujosa, cercado por un silencio pesado.

En sus sueños, los gemelos aparecieron nuevamente.

Pero esta vez, él los vio con nitidez: un niño de ojos oscuros como los suyos, y una niña con la sonrisa y la dulzura idénticos a los de Paola. Ellos corrieron hasta él, con pasos leves, y sus voces infantiles sonaron cristalinas:

— Papá, nosotros llegamos. No nos lastimes. Mamá solo quiso protegernos.

Al despertar, el poderoso Dom, el hombre de hierro que nunca lloraba, sintió el rostro mojado de lágrimas. Por primera vez en años, se dejó aplastar por el peso de la culpa y por la carga del arrepentimiento.

En aquel instante, deseó algo que iba más allá de la venganza y del poder: deseó redención.

En la mañana siguiente, llamó a Dário Barbieri, su mano derecha y amigo de confianza.

Emílio:

— Quiero que encuentres al mejor cirujano del mundo. No importa cuánto cueste. Quiero mi rostro de vuelta.

Dário lo miró sorprendido, intentando entender la súbita decisión.

Dário:

— Dom… después de tantos años escondido detrás de la máscara… ¿por qué?

Emílio apretó los puños. La mirada, sombría y vulnerable, cargaba una llama nueva.

Emílio:

— Porque cuando mi niña vuelva… quiero que me reconozca. Quiero que vea en mí al joven que ella salvó.

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