Una famosa Agente de las fuerzas especiales reencarna en un mundo lleno de magia, incertidumbre y tal vez un poco de romance... ¿Podrá adaptarse a su nuevo mundo? o ¿su nuevo mundo se adaptará a ella?...
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Capítulo 4
Capítulo 4
El día transcurría lentamente. Mientras mi mente seguía tratando de ordenar el caos que había invadido mi vida, la puerta se abrió de nuevo. Un hombre de mediana edad entró en la habitación, con una bata blanca y una mirada seria. Era el médico que se encargaba de mi recuperación, o al menos eso suponía. Se acercó con calma, como si ya hubiera visto casos como el mío, y comenzó a examinarme con una precisión que solo un profesional podría tener. Me hizo una serie de preguntas sobre cómo me sentía, pero yo apenas podía responder con claridad. ¿Cómo podía saber qué sentía cuando todo era tan confuso? Me sentía extraña, como si todo mi cuerpo fuera ajeno, pero intenté ser lo más tranquila posible.
-Tu cuerpo está estable-, dijo, mientras me revisaba las muñecas y la temperatura. -Aunque aún estás muy débil. La droga que te administraron fue extremadamente potente. Fue un milagro que tu sistema haya respondido tan bien.-
¿Droga? No entendía. ¿Qué droga me habían dado? ¿Quién me la había administrado?
-¿Y qué pasa ahora?- pregunté, mirando al médico con el ceño fruncido, intentando entender algo más. -¿Estoy... bien?-
El hombre asintió, pero su rostro no mostró ninguna emoción. -Recuperación. Tendrás que descansar. Y por ahora, no hacer esfuerzos. Lo importante es que tu cuerpo siga respondiendo. Aún hay mucho que no sabemos, pero, por suerte, no hay daños permanentes.-
Fue en ese momento que entró alguien más. El joven apuesto, el hombre que había estado en la habitación cuando todo sucedió, apareció en la puerta. Su presencia era inconfundible: alto, con una figura elegante, y una mirada fría que parecía no temerle a nada. Con una sonrisa casi invisible, se acercó y me observó desde la distancia. Al principio, no entendí bien qué hacía aquí, pero cuando me miró, una sensación extraña recorrió mi cuerpo. Él era el Duque, por lo que entendí de las conversaciones que había escuchado entre la joven sirvienta y el médico.
Era obvio que tenía un aura de autoridad, algo que imponía respeto, pero no podía evitar pensar que su rostro tan atractivo no debía ir acompañado de una actitud tan distante. La belleza parecía haberle costado algo: una amargura que se reflejaba en cada uno de sus gestos.
-¿Cómo se siente, milady?- dijo, y su voz, aunque cortante, tenía una suavidad que me sorprendió.
-Bien... supongo- respondí sin mucho entusiasmo, aun observando sus facciones de manera curiosa.
En ese momento, la joven sirvienta que me había atendido antes entró en la habitación. Ella se llamaba Diana, según había escuchado. Diana no era la misma que Rita, la mujer adulta que había estado también en la habitación, pero ambas tenían un aire similar: mujeres educadas, con una calma que parecía propia de este lugar. Diana, al verme sentada en la cama, sonrió suavemente. Rita, que parecía ser más mayor, permaneció en la puerta, observando en silencio.
El médico me miró con seriedad. -Recuerda descansar, milady. El proceso de recuperación será largo. En cuanto a tus recuerdos, te sugiero que no te esfuerces por recordarlos de inmediato. La amnesia es temporal, por lo que parece. Lo importante es que tomes el tiempo necesario para sanar.-
Eso lo decía como si fuera algo fácil. No me preocupaba tanto la amnesia como todo lo que no podía recordar, sobre todo quiénes eran las personas que estaban a mí alrededor y cómo había llegado hasta aquí. Estaba comenzando a pensar que mi situación era más complicada de lo que podía imaginar.
En medio de ese silencio incómodo, el Duque pareció moverse ligeramente. Me miró una vez más, como si dudara si hablar o no, hasta que finalmente soltó una leve exhalación. Y fue entonces cuando no pude evitar soltar una pequeña risa, una risa que me pareció fuera de lugar, pero que no pude evitar.
-Qué lástima- murmuré, sin pensarlo. -Tanta belleza y... una actitud tan amargada. ¿Cómo puedes ser tan atractivo y tan frío al mismo tiempo?-
No me di cuenta de lo alto que había dicho esas palabras hasta que todos me miraron, sorprendidos. El Duque giró ligeramente la cabeza, su rostro ligeramente rosado. Parecía que mi comentario lo había pillado desprevenido. Por un momento, creí que me iba a regañar, pero lo único que hizo fue mirarme fijamente. Me di cuenta de que en realidad no se había molestado, pero era tan gracioso verle sonrojarse por algo tan pequeño.
-Lo siento, lo dije en voz alta ¿no?- dije de inmediato, apenada.
Diana me miro con paciencia y con ganas de reír y me susurro –Si milady, fue un tono muy alto- Al tiempo que ella me respondía Rita la fulminaba con la mirada, por lo que tomo su posición solemne nuevamente. No podía evitar reírme por dentro.
-Eso es suficiente- dijo el médico, visiblemente intentando poner fin a la situación. -Milady necesita descansar.-
El Duque, finalmente recobrando la compostura, asintió con una ligera inclinación de cabeza, pero no dijo nada más. Parecía que su orgullo había sido tocado, pero nada que no pudiera manejar. Miró hacia otro lado y se alejó, dejando el ambiente en silencio.
Entonces, el médico comenzó a hablar nuevamente, esta vez con más calma. -Como mencioné antes, lo importante es que te recuperes. No te esfuerces en recordar nada por ahora. La droga que tomaste fue muy fuerte, y lo que debes hacer ahora es recuperarte. Los responsables de lo que sucedió estarán más adelante para hablar contigo, pero por el momento, trata de descansar. Cuando estés mejor, podremos hablar más.-
Lo miré sin decir una palabra. Sabía que no podía hacer mucho más por ahora, que todo dependería de mi recuperación. Solo quedaba esperar.
Mientras observaba a los que estaban a mí alrededor, algo se hizo claro en mi mente. Este cuerpo no era mío. Y, según lo que había entendido, pertenecía a la Duquesa de este lugar. ¿Pero qué había sucedido? ¿Cómo había terminado yo aquí?
Los contemple a todos por un segundo pero antes que se marchen alce la voz de forma interrogante –Entiendo que me quedan cosas, como descansar, esperar y, con suerte, recordar, pero alguien puede decirme ¿cómo me llamo? No creo que Milady sea mi nombre-
Todos se quedaron duros de la sorpresa, Diana riendo es la que habla –disculpe Duquesa usted es Elena Ravenshade y él es el Duque Lucien Ravenshade-
Un segundo ya se dónde estoy….