Graciela Sáenz una joven de 20 años que despierta en la cama de un extraño y años después tiene que volverlo a enfrentar con una realidad que unirá sus mundos.
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Fiorella
Fiorella, al salir de la habitación de Isabela y observar a Damián en el pasillo inmerso en sus pensamientos, me hacía sentir culpable y que ese deje de tristeza tocara nuevamente mi corazón. Todo esto era culpa mía, solo mía.
Conocí a mi esposo en la universidad. Aunque no me gustaba la administración, era lo que estudiaba por mandato de mi padre, el cual siempre soñó que su única hija siguiera sus pasos. Como heredera, no pude negarme, aunque mi verdadero sueño y pasión estaba en la cocina. Desde que mi mamá me enseñó a hacer esos ricos postres, ese mundo me encantaba. Llegar del colegio y pasar horas y horas en la cocina con mi mamá aprendiendo cosas nuevas era maravilloso para mí. Pero no siempre fui una niña de mamá y papá. No supe defender mis sueños y terminé en una carrera que no me gustaba. Traté por todos los medios mejorar, pero entre más pasaba el tiempo, me di cuenta de que no era lo mío.
Damián ingresó a la universidad como un experimento social, una beca para ser más exactos. La universidad deseaba mantener un buen nombre y dar becas a personas de bajos recursos les resultaba favorable. Además, que a los políticos también decir que estaban de acuerdo en esto aumentaba su nivel social para conseguir votos.
Los becados pasaban malos días, les era muy difícil salir adelante. Terminaban depresivos de tanto maltrato verbal y, en ocasiones, hasta físico producido por los hijos de altos mandos que se creían intocables. En esta situación, conocí a Damián.
Saliendo de la universidad, un grupo de deportistas del colegio lo tenían arrinconado, tirando todas sus cosas y diciendo cuánta cosa se les venía a la cabeza, solo por diversión. En la cabeza de todo esto, el playboy hijo del decano. Algo en mi interior se llenó de rabia y, sin pensarlo, me encontraba caminando en dirección a ellos y metida en medio de los dos hombres. Claro está, todo sucedió muy rápido y el golpe que era para Damián lo terminé recibiendo yo. Todo un escándalo educativo del cual querían culpar a Damián, pero lo defendí. Mi padre tenía muy bien rango social y era contribuyente de la universidad, por lo que el decano no haría nada contra mí. Y si Damián tenía mi favor, no lo molestaron más.
Damian se convirtió en la persona que quería salvar, como si fuera una superheroína. Su compañía hacía que las amargas horas de clases cortas fueran más llevaderas y su sonrisa llenaba mi corazón de un sentimiento cálido que pensé que era solo amistad.
Comencé a pasar horas fuera de la universidad con él. Tenía la excusa de que le iba muy bien a pesar de ser becado. Vi en Damian una hermosa persona, no como acostumbran a decir que son aprovechados por tener menos. Al contrario, Damian era la mejor persona que había conocido en mi vida.
Nuestra amistad fue escalando a grandes niveles, al punto de que en nuestro octavo semestre comenzamos una relación. Y aunque deseaba gritar a los cuatro vientos que ese hermoso hombre era mío, el dueño de mi corazón, muy dentro de mí, era la cobarde de siempre, que escondía a Damián de mis padres y amigos de la alta sociedad.
Entregarme en cuerpo y alma a él fue lo más hermoso que me pudo pasar. Era mi primera vez y él fue paciente. Me llevó a su casa, donde había colocado velas y pétalos de rosas. Se dedicó a admirar mi cuerpo y a tratarlo como si de una diosa se tratara. En ese momento, fuimos algo impulsivos después de que pasara el dolor. Nos entregamos a lo que nuestra mente nos había pedido a gritos y lo que nuestros cuerpos deseaban.
Meses después, cuando mis padres deseaban organizar un matrimonio concertado con el hijo de uno de sus amigos de negocios, pensando que me quedaría soltera toda la vida y que necesitaba a alguien que me ayudara a llevar todo el legado familiar, mi poquita valentía adquirida en ese entonces me llevó a alzar la voz por primera vez, haciendo que mi relación con Damián saliera a la luz.
Como era de esperarse, una relación que mis padres no vieron con buenos ojos, cuando veían a alguien del estrato social de Damián solo veían a una persona aprovechada. Amenazaron con casarme y concertaron una boda rápida con el hijo de un allegado a mi padre. Mi madre decía que el amor vendría después con la costumbre y habían amenazado con terminar con la carrera de Damián. Yo no lo podía permitir, pero había algo que frenaría todos nuestros planes.
Después de esto, me vi obligada a terminar con él, aunque él nunca entendería por qué lo hacía por nuestro bien. O eso pensaba. Fui tan tonta.
Días antes del supuesto matrimonio acordado, me sentía mal. No podía con mi ser y fue cuando el médico de la familia me valoró que nos dimos cuenta de que estaba embarazada. La furia de mi padre estaba a un nivel nunca antes visto. No podía comprender que yo le hubiera fallado de esa manera. No entraba en razón. Quería obligarme a abortar, pero no podía. Era un hijo de Damián.
Ese día escapé para ver a un Damián que no me quería atender, no me quería escuchar, no quería saber de mí. Había lastimado su corazón y no hablé por miedo a que no creyera en mi palabra, a que pensara que esto era una excusa solamente para que se quedara conmigo. Las palabras de Damián pidiendo que me fuera dolían tanto que, sin más, regresé a ese lugar donde juré irme.
Al día siguiente, mis padres me esperaban con una de las más grandes decisiones a tomar en mi vida: la carrera de Damián, la mía y mis lujos a cambio de ese bebé, o quedaría en la calle sin herencia, sin un peso y sin nada más que lo que contenía la maleta al lado de mi madre.
No espero ser comprendida, ni pretendo fingir no ser la culpable de lo que pasó. Merezco la tristeza que hoy alberga en mi corazón, pero Damián no merece nada de esto. Yo tomé esa decisión muchos años atrás. Escogí todo lo que tenía: la carrera de los dos y la felicidad del hombre que amaba. Él no tenía recursos si le quitaban su beca, pero yo, yo pude ser más fuerte y luchar. Marcharme. Debí de tomar esa maleta. Era preferible a tener el mismo recuerdo todos los días.
Mi relación con Damián resurgió muchos años después. Volví a encontrarme con Damián convertido en un gran empresario, lo que siempre soñó. Tenía su propia empresa y era el orgullo de su madre. En cambio, yo viví resentida todo el tiempo con mi padre después de eso. Me negué a casarme, terminé mi carrera y salí de casa. Hasta el día de hoy, no he regresado.
A veces pienso que el destino volvió a unir nuestras vidas, pero que Damián merecía algo mucho mejor que esto. Yo abrí mi corazón a Damián y no le oculté nada en aquel encuentro. Nunca había llorado tanto en mi vida, pero al ver a Damián convertido en aquel hombre, me hizo sentir que por lo menos no salió su futuro como el mío. Pero Damián estaba decidido, y hoy en día somos esposos. No puedo decir que no somos felices, pero él se merecía tener una familia numerosa, hijos corriendo por la casa y que le saltaran felices de verlo cruzar la puerta. Y yo no soy la mujer que se los pueda dar. Mis padres no solo se encargaron de la vida de mi bebé, sino de la mía. El procedimiento salió mal, sangraba demasiado y sin más decidieron dejarme sin la posibilidad de tener hijos y llevarse mi felicidad.
Por eso, al encontrarme con aquella chica sola, desorientada y perdiendo la poca fuerza para luchar, le ofrecí mi ayuda. No quería que ella viviera lo que yo vivo día tras día. Si pudiera devolver el tiempo, me hubiera marchado de esa casa lejos, pero ya no pude. Mi inmadurez y mi miedo ganaron. No podía dejar que Isabella hiciera lo mismo. Si en mí está ayudarla, lo haré.