Desde los 10 años, Latifa le ha confesado su amor al Príncipe Salomón y le ha pedido que se case con ella. Su destino es ser sólo una candidata a novia del heredero al trono del reino Sufan. Ella sólo es una agregada cultural, alguien a quien nadie ama y nadie extrañará una vez que se cumpla el objetivo de unir a los protagonistas.
Así era hasta que llegué yo, una persona madura que murió en otra realidad, pero esta es una nueva oportunidad para mi, así que no quiero seguir el destino marcado de Latifa, dejaré atrás rogar por el amor de un hombre, las declaraciones sin sentido y pedir el reconocimiento de los padres, es tiempo de darle a esta chica un destino donde ella sea la que tome las decisiones. ¿Habrá alguien que la quiera así?
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¡Te pagaré!
Ha pasado un mes más y todo ha estado muy tranquilo, el in pass permanecía, como si nadie supiera qué hacer, esto confirmó mi sospecha, la verdadera función de Latifa era acercar a los protagonistas y demás personajes gracias a sus pobres intentos por pedirle matrimonio al Príncipe. Pero no quería volver a hacerlo y ya no pertenezco a la familia Durand, así que ya nadie puede obligarme.
Pero de pronto, un chico de la clase de Salomón, llamado Caiden, se me acercó muy discretamente; nunca había interactuado con él, lo ubicaba por ser uno de los espectadores de mis confesiones, pero jamás habíamos hablado.
Caiden: Lady Durand, perdón, Lady Leibe ¿cuándo va a hacer la siguiente declaración de amor al Príncipe?
Latifa: (Sorprendida) ¿Disculpa?
Caiden: ¿Cuándo vas a hacer una nueva confesión de amor a su Alteza? Mira, no debería decirte esto, pero… estamos haciendo algunas apuestas y… la verdad, si pudieras esperar cuatro semanas más, te lo agradecería mucho…
Latifa: (Fingiendo desinterés) ¿En serio? ¿Y cómo van las apuestas?
Caiden: (Jalándome para que nadie nos escuche) La gran mayoría cree que pronto darás el golpe, pero yo tengo fe en ti… por favor, cuatro semanas, cuatro semanas, ¿puedes esperar?
Latifa: ¿Cuánto ganarás?
Caiden: Ahora la bolsa está en 500 monedas de Oro, pero si aguantas las cuatro semanas podría triplicarse… ya se, ya se… te compartiré 300 monedas como ganancia… ¿vale?
Latifa: Mmm, no lo sé… Necesitaré una garantía…
Caiden: No tengo nada…
Latifa: ¿Y ese reloj?
Caiden: ¡No!, (susurrando) es un regalo de mi abuelo… no puedo…
Latifa: Entonces, tal vez debería ir alistando nuevamente mi siguiente declaración…
Desesperado, el chico sacó discretamente el reloj y me lo entregó en la mano: bien, bien, bien… pero en cuatro semanas me lo regresarás, ¿verdad?
Latifa: Claro… es un placer hacer negocios contigo…
Claramente no haré la declaración, pero ¿a quién le dan pan que llore? Necesito encontrar una forma de infiltrarme en esa apuesta…
Las siguientes dos semanas más personas se acercaron para preguntarme, pero como no aportaron nada, los descarté educadamente. Sin embargo, a la tercera semana se me acercó la última persona en la que había pensado.
Estaba en el comedor seleccionando mis alimentos cuando una voz grave y magnética me dijo con voz baja… ¿de verdad ya no vas a volver a declararle tu amor al Príncipe?
Al voltear mi rostro él estaba ahí, Zaid Yeber, el villano de la historia. Me miraba con sus ojos azules claros que parecían hipnotizarme, es un azul tan hermoso que debe brillar en la oscuridad… este hombre es un pecado ambulante… así que simplemente atiné a carraspear y tratar de seguir adelante.
Latifa: No, ya no lo haré.
Zaid: Pero, si no lo haces… ¿sabes que afectas a otros?
Latifa: (Susurrando) Pero, sólo debes acercarte y decirle “Hola”.
Zaid: Jamás podría, ella es como un sol de verano y yo no podría… (de repente cayó en la cuenta) Espera, ¿cómo sabes?
Latifa: (En voz baja) Es muy evidente… tu sol veraniego es la hija del Primer Ministro, Naya Palacios.
Zaid: (Susurra desesperado) No lo digas fuerte… por favor… debes hacer otra declaración… sólo cuando lo haces puedo estar cerca de ella… por favor…
Latifa: No
Zaid: Te pagaré…
En ese momento me detuve en seco y claramente escuché en mi cabeza el sonido de una caja registradora, así que señalé la mesa frente a mí y dije:
Latifa: Pasa a mi oficina, por favor.
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