Sofía es una joven que ha crecido en la soledad de la orfandad, enfrentándose a una serie de tormentos internos que la han marcado desde su infancia. En su búsqueda de pertenencia y amor, se cruza con Lucius, un enigmático hombre que posee una esencia sombría y que, a lo largo de su vida, jamás ha experimentado la calidez de los sentimientos. A medida que sus caminos se entrelazan, Sofía se enfrenta al desafío de luchar contra la atracción que siente hacia él y las sombras que parecen rodearlo. ¿Podrá encontrar la fuerza necesaria para resistirse a su cautivadora belleza y, al mismo tiempo, desentrañar los misterios de su alma oscura, o sucumbirá a su hechizo, perdiéndose en el abismo de su atracción?
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la hora.
A la mañana siguiente, Mónica se dirigió al lugar donde se encontraban Carlos y Lucius.
—¿Dónde está Lucius? —preguntó Mónica, con algo de preocupación en su voz.
—Tranquila, mamá —respondió Carlos, tratando de calmarla—. Lucius se está dando un baño de nuevo, no tardará en salir.
Lucius salió del baño y fijó su mirada en su madre, quien lo observaba con una expresión mezcla de preocupación y cariño.
—Aún tengo unas horas, ¿no? —dijo Lucius, con una mirada intensa y desafiante, mientras trataba de buscar un poco de alivio en la situación.
Mónica, su madre, suspiró y comenzó a hablar con tono suave, intentando calmarlo.
—Lucius, sé que esto es complicado para ti. Pero Sofía es una buena chica. Créeme, estoy segura de que ambos se entenderán muy bien —afirmó Mónica, tratando de convencer a su hijo de que la elección era la correcta.
Lucius, sintiéndose abrumado, interrumpió a su madre con un tono decidido.
—¡Basta, mamá! No intentes engañarme. Voy a casarme, tal como tanto deseas. Ahora, por favor, déjame arreglarme con calma. No te preocupes, estaré bien —dijo Lucius, mientras se dirigía hacia su habitación, cerrando la puerta de un golpe tras de sí.
“Tranquila, mamá, esto pronto pasará. Es mejor que te arregles, porque nosotros estaremos allí puntuales”, dijo Carlos tratando de calmarla.
Mónica salió de la casa y se dirigió a la habitación de Sofía, quien ya estaba despierta mientras las empleadas le peinaban el cabello.
“¡Buenos días, Sofía! Espero que hayas podido descansar un poco. Es importante que comas algo”, comentó Mónica, mientras una de las empleadas le acercaba un plato lleno de frutas frescas.
Sofía observó el enorme plato repleto de frutas resplandecientes, y su estómago emitió un sonido de hambre.
“¡Está bien, tómalo!” exclamó Mónica, quien estaba mirando a Sofía mientras esta se llevaba una jugosa fresa a la boca. Los ojos de Sofía se abrieron con sorpresa y deleite, como si fuera la primera vez en su vida que degustaba algo tan delicioso.
Todo estaba preparado para la ceremonia religiosa. Sofía se encontraba junto a una ventana de la iglesia, y los nervios la invadían al observar cómo un gran número de personas iba llegando al lugar. Su corazón latía con fuerza, y el bullicio de la multitud la hacía sentir aún más inquieta.
Finalmente, Mónica hizo su aparición.
Este collar perteneció a mi madre, afirmó Mónica con una sonrisa llena de emoción. Ella me lo dio en el momento en que me casé, y ahora lo quiero que lo tengas tú. Mientras decía esto, colocó delicadamente el collar alrededor del cuello de Sofía, haciendo que este gesto tuviera un significado aún más especial en ese día tan importante.
—¡Me lo está regalando! Es encerio.—exclamó Sofía, observándolo detenidamente, ya que parecía ser un objeto de gran valor y estaba adornado con diamantes que destellaban con intensidad.
—Así es —respondió Mónica—. Y, por favor, deja de dirigirte a mí de esa manera. Llámame Mónica o suegra, pero olvida el usted. Ahora mismo vendrá alguien para llevarte al altar —dijo Mónica, acompañando sus palabras con una sonrisa mientras salía de la habitación.
En ese instante, la figura de Yolanda apareció en la habitación.
—¡Madre Yolanda! —exclamó Sofía mientras corría hacia ella para envolverla en un cálido abrazo.
—¡Mi niña Sofi! ¡Pareces una muñequita, te ves simplemente hermosa! —respondió la madre Yolanda, mirándola con cariño y admiración.
Sofía, aún sintiendo los nervios aflorar en su estómago, dijo con cierta angustia:
—Madre Yolanda, no sé si puedo hacer esto. Ni siquiera he conocido al hombre con el que me voy a casar.
Con una voz tranquila y serena, la madre Yolanda le respondió:
—Tranquila, querida. En este mismo momento lo conocerás. ¡Ya es hora de irnos! —dijo mientras comenzaba a dirigirse hacia la salida, con Sofía a su lado.
La melodía solemne de la música de la iglesia comenzó a resonar en el aire, llenando el espacio con una atmósfera de pureza y emoción. Con una radiante sonrisa en el rostro, Yolanda tomó de la mano a Sofía y la condujo hacia el altar. Allí, la esperaba Lucius, luciendo un impecable traje negro que se ajustaba a su figura con una precisión perfecta. Su cabello, un poco más largo de lo habitual, le confería un aire atractivo y encantador.
Mientras tanto, los asistentes no podían evitar fijar su mirada en Sofía. Una murmullo de murmullos recorría la multitud, reflejando su curiosidad y sorpresa. Muchos se preguntaban de dónde había salido aquella joven que nunca antes habían visto. Sin embargo, no era difícil entender por qué todos estaban cautivados por su belleza. Sofía irradiaba un encanto especial que atraía la atención de cada persona presente en la iglesia.
Lucius, por su parte, ni siquiera se atrevió a dirigir la mirada hacia Sofía. Su atención se centró únicamente en la madre, Yolanda. Esta, con una expresión seria pero maternal, le dijo: Te entregue a mi niña Sofía con la esperanza de que la hagas feliz y de que la cuides siempre. Mientras hablaba, tomó la mano de Sofía y se la ofreció a Lucius. Sin embargo, Lucius, sin mirarla en ningún momento, soltó su mano de inmediato, desviando su mirada hacia el padre.
Ambos se encontraban frente al padre, quien estaba pronunciando su sermón. La madre de Lucius, Carlos, y su hermana mayor ocupaban un lugar en la primera fila. Detrás de ellos se encontraba la madre Yolanda, acompañada por Catalina, la mejor amiga de Sofía, quienes ocupaban el lugar de la única familia presente de sofia Más atrás, había un grupo de invitados que observaban a todos con atención.