Teodoro es hijo de un magnate, el es un joven malcriado que vive sin preocupaciónes pero todo se acaba cuando su padre para darle una lección le da el puesto de ejecutivo a su Rival de la escuela Melanie el debera trabajar para ella y no será nada fácil porque es perfeccionista y poco flexible a diferencia de Teodoro,
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capitulo 4
Teo seguía mirando a Melanie con los brazos cruzados, esperando una respuesta. Ella, sentada tras su escritorio, parecía inmune a su mirada inquisitiva, centrada en su computadora como si Teo no existiera.
—Entonces, ¿me vas a decir por qué mi papá te responde a ti y no a mí?—insistió Teo, inclinándose ligeramente sobre el escritorio para captar su atención.
—Porque soy su asistente y tú eres su hijo. Se supone que él no tiene que estar detrás de ti para que hagas lo que te corresponde—respondió Melanie, sin despegar los ojos de la pantalla.
Teo la miró con incredulidad y soltó una risa corta.
—¿Ah, sí? ¿Y cuándo me volví invisible para él? Porque no sé si te diste cuenta, pero no me responde mensajes ni llamadas. Es como si hubiera desaparecido del mapa.
Melanie levantó la vista, exasperada.
—No desapareció. Está ocupado. Muy ocupado, diría yo, especialmente con tus... problemas recientes.
Teo arqueó una ceja, fingiendo estar ofendido.
—¿Mis problemas? Por favor, Melanie, ¿qué clase de CEO tiene tiempo para preocuparse por un simple malentendido en una fiesta?
—Oh, ¿"simple malentendido"? ¿Así le llamas ahora a coquetear con la novia de un tipo que terminó queriendo golpearte?—replicó Melanie, cruzándose de brazos.
Teo se encogió de hombros con una sonrisa pícara.
—No es mi culpa que sea tan encantador. Mira, Melanie, esto se soluciona fácil. ¿Por qué no le dices que me llame? O mejor aún, pásame su número directo. Quizás esté llamando al celular equivocado.
Melanie soltó una carcajada seca.
—No es el número, Teo. Es que no quiere hablar contigo porque cada vez que lo hace termina gritándote. Estoy segura de que prefiere conservar sus cuerdas vocales intactas.
Teo la miró con el ceño fruncido.
—¿Estás diciendo que mi papá prefiere hablar contigo porque tú no lo haces gritar? ¿Cómo lo logras? ¿Le cantas una nana o qué?
Melanie negó con la cabeza y se levantó, rodeando el escritorio hasta quedar frente a él.
—No es tan complicado, Teo. Simplemente hago mi trabajo. Y tú deberías hacer lo mismo si quieres que algún día él te vea como algo más que un desastre ambulante.
La cercanía de Melanie lo tomó por sorpresa. Su aroma, una mezcla de lavanda y algo dulce, le invadió los sentidos. Por un instante, se distrajo mirando sus ojos serenos pero firmes, y eso lo puso más incómodo de lo que estaba dispuesto a admitir.
—¿Sabes qué?—dijo, recuperando su actitud sarcástica—. Me encanta que creas que puedes enseñarme cómo ser mejor. Es adorable. Como un dragón intentando explicar cómo ser más... ¿cómo lo diría?... ¿menos dragón?
Melanie rodó los ojos.
—Deja de perder el tiempo. Si tienes algo más que decir, dilo. Si no, vete. Tengo trabajo que hacer.
Teo retrocedió un paso, fingiendo estar herido.
—¡Siempre tan fría! Si no supiera que tienes corazón, pensaría que eres un robot.
Antes de que Melanie pudiera responder, la puerta se abrió de golpe y Fernando entró con una sonrisa arrogante.
—Espero no estar interrumpiendo nada importante—dijo, mirando de reojo a Teo.
—Lo estarías, pero dudo que eso te importe—respondió Melanie con voz plana, volviendo a su escritorio.
Fernando la ignoró y se dirigió a Teo.
—Así que este es el famoso Teodoro, el heredero del imperio. ¿Cómo te sientes siendo asistente de alguien tan... "capaz" como Melanie?
Teo entrecerró los ojos, sintiendo el tono venenoso en las palabras de Fernando.
—Me siento genial. Es una experiencia reveladora trabajar para alguien que sabe lo que hace. Deberías intentarlo algún día—respondió, sin perder la sonrisa.
Fernando rió entre dientes, fingiendo que no le afectaba el comentario.
—Claro, claro. Aunque me sorprende que alguien como Melanie haya llegado tan lejos. Pero, bueno, ya sabemos que las cosas no siempre son lo que parecen, ¿verdad?
Melanie lo miró con frialdad.
—Si tienes algo que decir, dilo directamente, Fernando. No tengo tiempo para tus juegos.
Fernando se inclinó hacia ella con una sonrisa cínica.
—Solo digo que a algunos les gusta jugar sucio para llegar a la cima. Espero que no sea tu caso, Melanie. Sería decepcionante.
Teo, que había estado observando en silencio, se adelantó de golpe y se interpuso entre ellos.
—¿Sabes qué, Fernando? Si no tienes nada útil que hacer aquí, ¿por qué no te largas? Estoy seguro de que hay espejos en algún lado esperando que los admires.
Fernando lo miró, claramente molesto.
—¿Y tú quién eres para decirme qué hacer? ¿El perro guardián de Melanie?
—Llámalo como quieras—respondió Teo, avanzando un paso más cerca—. Pero no voy a quedarme aquí parado mientras tratas de menospreciarla. Así que, ¿qué tal si te ahorras el discurso y te largas?
Fernando lo miró por un momento antes de reír sarcásticamente.
—Tranquilo, campeón. No tengo tiempo para perder con un niño rico jugando a ser héroe. Nos vemos luego, Melanie.
Cuando salió, Teo se giró hacia ella con una sonrisa triunfante.
—Admite que fue impresionante. Te acabo de salvar.
Melanie lo miró con una mezcla de incredulidad y diversión.
—No necesito que me salven, Teo. Y menos de alguien como Fernando. Pero gracias, supongo.
—¿"Gracias, supongo"?—repitió Teo, fingiendo indignación—. ¿Eso es todo? Podrías mostrar un poco más de gratitud.
—¿Qué quieres? ¿Un aplauso?—preguntó Melanie con sarcasmo.
—Un aplauso estaría bien, pero me conformo con un café. Lo tomaré como muestra de tu aprecio por mi heroísmo.
Melanie negó con la cabeza, sonriendo a pesar de sí misma.
—Sigue soñando, Teo.
Mientras ella volvía a trabajar, Teo se quedó en la puerta, mirándola. Había algo en la manera en que se enfrentaba a Fernando, en su determinación de no dejarse intimidar, que le resultaba admirable. Y aunque nunca lo admitiría, empezaba a disfrutar más de lo que debería esas pequeñas batallas con Melanie.