En un mundo donde los humanos temen a los lobos y los lobos temen a su propia naturaleza, Rachel Montemayor despierta en un calabozo, atrapada entre dos identidades. A lo largo de su vida, ha luchado por controlar su lobo interior, pero ahora, en la víspera de ser vendida como esclava en la ceremonia de ascenso de Desmond, su destino parece sellado. Mientras las ofertas se lanzan como dagas en el aire, Rachel debe decidir: ¿se someterá a la vida de un objeto, o encontrará la fuerza para reclamar su libertad y desatar el poder que siempre ha llevado dentro?
¿Es Ethan un Villano o un Héroe Trágico?
¿Puede la cercanía sanar las heridas del pasado?
¿Es posible cambiar el corazón de un hombre frío como Ethan?
En un juego de traiciones, poder y autodescubrimiento, Rachel se embarcará en una lucha que podría redefinir no solo su vida, sino el equilibrio entre humanos y lobos.
Podrá Rachel descubrir: ¿Qué hay detrás de la fachada del 'hombre de corazón frío'?
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Confabulación Mortal
...|| Desmond Morris Sildenafil ||...
La botella de whisky estaba casi vacía, y el líquido ámbar se reflejaba en la tenue luz de la habitación. Me encontraba en mi despacho, rodeado de papeles desordenados y recuerdos de decisiones equivocadas. Cada sorbo de alcohol quemaba mi garganta, pero el dolor físico era un alivio comparado con la frustración y la insatisfacción que me consumían.
—¿Cómo llegué a esto? —murmuré para mí mismo, mi voz resonando en la soledad de la habitación.
La puerta se abrió lentamente, y Sarah, la hermana de Rachel, entró con una expresión de desdén en su rostro. Se acercó a mí con una sonrisa maliciosa, disfrutando de mi estado de desesperación.
—Desmond, ¿te estás ahogando en tus propias penas? —preguntó con sarcasmo, su voz llena de veneno.
—¿Qué quieres, Sarah? —repliqué, mi voz cargada de irritación—. No estoy de humor para tus juegos.
Sarah se sentó a mi lado, su mirada fría y calculadora. Aunque compartíamos el odio hacia Rachel, su presencia solo intensificaba mi frustración.
—Solo quería ver cómo te va después de todo lo que ha pasado —dijo, fingiendo preocupación—. Parece que no estás satisfecho con el resultado.
—No, no lo estoy —admití, tomando otro trago de whisky—. Quería que Rachel sufriera mucho más. Quería verla destruida, pero en lugar de eso, parece que ha encontrado una forma de resistir.
Sarah soltó una risa amarga.
—Esa maldita siempre ha sido más fuerte de lo que aparenta. Pero no te preocupes, Desmond. Todavía podemos encontrar una manera de hacerla pagar.
La ira y la frustración se mezclaban en mi interior, y el alcohol solo intensificaba mis emociones. Sabía que Sarah tenía razón; Rachel había demostrado una resistencia inesperada, y eso solo alimentaba mi deseo de venganza.
—¿Y qué sugieres que hagamos? —pregunté, mi voz llena de amargura.
Sarah se inclinó hacia mí, sus ojos brillando con una intensidad peligrosa.
—Tenemos que ser más inteligentes, más despiadados. No podemos permitir que Rachel siga desafiándonos. Debemos encontrar su punto débil y destruirla desde dentro.
Sus palabras resonaron en mi mente, y aunque el camino hacia la venganza parecía oscuro y peligroso, no podía negar que la idea de ver a Rachel finalmente derrotada me llenaba de una retorcida satisfacción.
—Tienes razón, Sarah —dije, mi voz más firme—. No podemos permitir que Rachel siga desafiándonos. Encontraremos su punto débil y la destruiremos.
Sarah sonrió y se acercó más, sus manos acariciando mi brazo con una suavidad inesperada. Sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo mientras sus dedos se deslizaban por mi piel.
—Desmond, juntos somos invencibles —susurró, su voz cargada de promesas oscuras.
La tensión en el aire era palpable, y el alcohol nublaba mis pensamientos, haciéndome más susceptible a sus caricias. Sarah se inclinó hacia mí, sus labios rozando mi cuello, y sentí cómo mi resistencia se desvanecía.
El whisky, con su sabor amargo y su calor penetrante, se deslizaba por mi garganta como un eco de la rabia que ardía en mi pecho. Con cada sorbo, recordaba cómo Rachel había desafiado mi autoridad, cómo había tenido el atrevimiento de superar mis planes, y ahora me encontraba atrapado en una batalla no solo contra ella, sino también contra las sombras de mis propias decisiones.
Sarah me miraba con un destello de complicidad en sus ojos. Era como si ambos supiéramos que estábamos a punto de cruzar un umbral oscuro. La habitación, con sus paredes cubiertas de sombras, parecía reflejar la oscuridad de nuestras intenciones. Sarah, siempre astuta, sabía cómo manipular mi ego inflado.
—Rachel no podrá resistir para siempre —dijo Sarah mientras acariciaba el borde del vaso vacío. Su tono era casi encantador, como una melodía oscura que resonaba en mi mente.
—¡Lo sé! —respondí, levantándome de mi asiento con arrogancia—. Soy Desmond Morris, alfa de esta manada. No permitiré que nadie, y mucho menos una simple licántropa como ella, se interponga en mi camino.
La determinación crecía dentro de mí, una mezcla de orgullo y venganza que me impulsaba hacia adelante. Si alguien podía encontrar el punto débil de Rachel, ese era yo. Su resistencia, aunque admirable, se tornaba en un obstáculo que debía ser eliminado.