Ming ha amado a Valentina Jones, su mejor amiga, toda la vida, pero nunca se ha atrevido a decirle lo que siente. Cuando su madre, que está muriendo por un cáncer, le pide como último deseo que despose a Valentina, Ming pierde la cabeza. Esa locura temporal lo arroja a los brazos de Valentina, pero el miedo a decirle la verdad arruina todo.
Ahora su mejor amiga cree que la está usando y se niega a escuchar la verdad.
¿Podrá el destino unirlos o las dudas terminarán separándolos aún más?
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Ming
–Me tomas mejor de lo que soñé –gruño–. Esto es pura perfección.
–Lo sé –responde en un jadeo.
Comienzo a empujar el vibrador contra su precioso trasero y jadeo al sentir la vibración en mí.
–Más –pide empujando hacia atrás.
Me inclino y beso su columna, sacándole suspiros que calientan mi pecho.
Soñé miles de noches con tener a Val así, pero nada se acercó a la realidad.
Amo cada centímetro de esta mujer, y sé que si ella me lo pidiera le bajaría la puta luna del cielo.
Impulsado por sus gemidos, empujo el vibrador completamente dentro de su cuerpo. Val farfulla una palabra que no consigo entender, pero por la forma en que golpea su puño contra el edredón, imagino que lo está disfrutando casi tanto como yo.
Tomo sus caderas y comienzo a amarla como siempre lo he deseado.
Sexo duro, profundo y sucio.
–¿Te gusta?
Ladea su rostro. –¿Cómo puedes siquiera preguntar algo así, idiota? –devuelve y la amo más por ello–. Estoy en el séptimo cielo ahora mismo.
–Yo también –siseo cuando el movimiento del vibrador envía placer a mi cuerpo.
Me olvido de lo que esto puede hacerle a nuestra amistad y me preocupo solo de disfrutar. Disfrutar de algo que pensé, estaba prohibido para mí.
Val comienza a sollozar y luego lanza un grito que debe escucharse en todo el edificio cuando vuelve a terminar.
Sus paredes se contraen, y me toma con fuerza, empujándome al borde, pero soy mejor que eso, y no pierdo ni el ritmo ni la concentración. Quiero hacer mucho más esta noche.
–Ahora te quiero a ti –susurra entre jadeos.
Vuelvo a besar su columna vertebral y luego muerdo el nacimiento de su nuca, sacándole un suspiro que me inflama el corazón.
Tomo su barbilla y la beso con desesperación porque yo también necesito sentirla en todas partes.
Hoy estoy cumpliéndole el sueño a mi yo adolescente.
Sus ojos violetas brillan de una forma que me juro jamás olvidaré. Nunca podré recuperarme de esta noche, nunca podré superarla. Ahora estoy seguro.
–Nunca pensé –susurra en mis labios–, que sería así de bueno.
Sonrío. –Estamos solo empezando, Val.
Quito el vibrador de su trasero mientras lucho por controlar el calor en mi espalda baja, que pide a gritos un alivio.
–¿Estás segura de esto?
–Lo estoy –responde.
Tomo su cabello en mi mano y tiro de él hasta que su espalda está pegada a mi pecho. Paso mis labios por el contorno de su barbilla y luego mi nariz, disfrutando de su dulce aroma.
Beso su mejilla y paso mi lengua por el contorno de su oreja.
–Ming –jadea con los ojos cerrados–. Esto es maravilloso.
–Lo sé –digo antes de volver a capturar sus adictivos labios–. Seré gentil –prometo.
Enreda sus dedos en mi cabello y me acerca por otro beso. –Quiero que seas tú –devuelve–. Quiero recordar esto siempre.
Gruño y entierro mi nariz en su cuello. Esta mujer acabará conmigo.
Salgo de su cuerpo y entierro mis dedos en sus caderas, ansioso por tomar una parte de su cuerpo que no ha sido tomada antes.
Me hubiese gustado tener todas sus primeras veces, pero fui un idiota y no estuve a la altura. Por lo menos ahora tendré esto.
Comienzo a empujar, lentamente al principio, probando qué tan lejos puedo llegar, pero Val se impacienta y comienza a empujar hacia mí.
Mi hermosa e impaciente chica.
–Quiero sentirte –susurra entre pequeños jadeos–. Quiero más, siempre querré más contigo.
Sus palabras comienzan un incendio que nada ni nadie podrá apagar jamás.
Tomo su cadera y me impulso completamente dentro de ella.
–¡Sí! –sisea Val.
Aprieto mis dientes al sentir como el placer recorre todo mi cuerpo, dejándome sin aliento.
Maldita sea, esto se siente como el puto cielo.
Beso su espalda y espero unos momentos a que se acostumbre a mí. Acaricio sus pechos y pellizco sus puntas hasta que su cuerpo se relaja a mi alrededor.
Quisiera decirle que la amo, pero lo retengo. No es el momento.
–Oh, Ming, yo… yo…–susurra–. No quiero olvidar esto nunca.
–No lo harás –susurro antes de moverme y sacarnos un gruñido a ambos–. Eres maravillosa.
Sujeto su cadera y comienzo a moverme de verdad, necesitando un alivio a todo esto que estoy sintiendo.
Val gimotea mientras sus dedos acarician su montículo.
Verla es una agonía.
Un silbido sale de mi boca cuando el placer es casi doloroso. Mi cuerpo está en llamas y el de Val también, puedo sentir el calor de su cuerpo irradiando con fuerza.
Val lanza otro grito cuando termina y esta vez la sigo.
El aire se evapora de mis pulmones y caigo sobre su cuerpo, todavía con mis pantalones a medio sacar.
Mi chica tiembla bajo mi cuerpo, atacada por cientos de temblores que le sacan un grito tras otro.
Mi pecho sube y baja, violentamente, tratando de buscar oxígeno, pero es difícil. Al parecer el fuego que emanó de nuestros cuerpos lo consumió todo.
Me obligo a buscar las fuerzas para salir de su cuerpo y no aplastarla. Me acuesto a su lado y miro el techo de su habitación mientras trato de entender qué es lo que acaba de pasar.
Sonrío cuando entiendo que acabo de tener sexo con la mujer que he amado toda mi vida.
Estiro mi brazo para alcanzarla y la pego a mi costado. Beso sus ojos cerrados y luego busco su boca. Subo su pierna sobre mi cuerpo y la beso hasta que la cabeza me da vueltas.
–¿Qué haces? –pregunta entre cada beso–. El sexo se terminó, no tienes que seguir aquí si no quieres hacerlo.
Tomo su mejilla y sonrío. –Quiero hacerlo. Eres adictiva, Val –susurro antes de volver a besarla–. Y tan mía.
Val suspira en mi boca antes de enredarnos en un beso que parece hacernos levitar. Al menos así me siento, flotando sobre una nube con mi chica en mis brazos.
Me alejo solo para mirar la perfección de su belleza antes de volver a besarla.
–No sabías que eras de esos que le gustaban los mimos después de terminar –susurra con una hermosa sonrisa.
–Yo tampoco lo sabía –devuelvo antes de volver a besarla–. Culpo a tus labios –digo antes de bajar a su cuello y besar todo el camino hasta su clavícula para luego saborear sus pechos–. ¿Qué te parece si nos damos una ducha y luego jugamos un poco más? –pregunto mientras le enseño uno de los vibradores que están sobre la cama.
Val asiente y es todo el incentivo que necesito para tomarla en mis brazos y llevarla a su baño.
La noche apenas comienza.
******
Acaricio su mejilla y sus pestañas revolotean antes de levantarse y dejarme ver esos preciosos ojos violeta.
–Buenos días –susurro y le entrego una taza con su té favorito.
Sonríe, pero luego se tensa y sale disparada de la cama.
–Mierda. Mierda. Mierda –sisea mientras corre a su walking closet–. Tienes que irte –grita–. Milton puede llegar en cualquier momento. Se supone que desayunamos juntos hoy.
–¿Milton? –siseo–. Olvídate de él.
Aparece en la habitación mientras lucha con un brasier. –No es gracioso, Ming. Tienes que irte.
Dejo la taza de té sobre la mesa auxiliar al lado de su cama y tomo su rostro entre mis manos.
–No lo amas –digo porque es imposible que pueda amar a otro hombre cuando anoche se entregó a mí de la forma en que lo hizo–. Milton es historia.
Acaricia mis manos que sostienen su rostro. –Tengo que hacer las cosas bien, Ming. Milton no merece esto. Y entre nosotros no hay nada…
La beso para que no termine esa frase.
–Claro que hay algo entre nosotros, Val.
–Fue hermoso, Ming, pero ocurrió de la nada. No sabemos qué es lo que sentimos el uno por el otro, y tampoco sabemos si esto tiene algún futuro.
–Cásate conmigo –exijo–. Manda al diablo a Milton, y cásate conmigo. –Val comienza a reír–. ¿Qué es tan gracioso? –pregunto molesto.
–Tú –devuelve entre risitas–. ¿Quién eres y qué hiciste con mi mejor amigo, el hombre que escapa de los compromisos como si estos tuvieran un virus mortal?
–Yo…–callo antes de decirle que la amo–. Pasé la mejor noche de mi vida contigo anoche.
–No te casas con alguien solo porque hayas congeniado en la cama.
–¿Congeniado? –pregunto ofendido–. Lo de anoche fue mucho más que congeniar, y lo sabes.
–Semántica –devuelve–. No te casas por una noche de buen sexo, no importa lo increíble que haya sido.
–Mírame a los ojos, Val, y dime que no crees que lo nuestro funcionará.
Sus ojos revolotean en los míos. –No lo sabemos, Ming. Somos buenos amigos, pero una relación es diferente, y tú nunca has tenido algo parecido a una relación.
Tomo su barbilla con fuerza. –¿Y acaso tú sí? –pregunto furioso–. Mírate, sigues saliendo con idiotas que no merecen tu tiempo ni mucho menos tu compañía.
–Ming –sisea en advertencia.
–Tienes que casarte, mujer. ¡A tus papás les partiría el corazón ver que su hija va a cumplir treinta y cinco años y sigue soltera!
Sus ojos se nublan con lágrimas y sé que metí la pata, y como confirmación recibo una fuerte bofetada, lo que me enfurece más.
–No metas a mis padres en esto.
–¡Estás en camino a convertirte en una solterona! Deberías estar agradeciéndome por la alternativa que te ofrezco, mujer.
Val me da la espalda. –Vete de mi casa, Ming.
–¡No me iré! Sé sensata, por favor.
Vuelve a enfrentarme y mi pecho duele al ver unas lágrimas colgando de sus pestañas.
–¿Qué pasó?
–¿Perdón?
–¿Qué pasó? –insiste–. ¿Por qué tanta insistencia con el matrimonio?
Rasco mi garganta cuando me siento atrapado. Sé que debería decirle que la amo, que siempre la he amado, pero el miedo al rechazo me impide hacerlo.
–Fue Mei, ¿no? –pregunta en un susurro–. ¡Contéstame! –explota.
–Sí, mi mamá me pidió que me casara contigo, Val. Tengo que hacer esto por ella.
Mira el suelo y niega con su cabeza. –Crees que soy idiota, ¿verdad?
–No –respondo de inmediato.
–Lo crees –devuelve–. Crees que soy tan idiota que aceptaría una propuesta de matrimonio después de unos cuantos orgasmos –escupe–. Siento desilusionarte, pero no lo soy –dice mientras me apunta con su dedo–. Y ten por seguro que tú eres el último hombre con el que me casaría. ¡Prefiero estar muerta!
Siento como la ira hierve dentro de mi cuerpo. Lanzo la taza de té lejos, ansioso por poner mis manos sobre alguien. Ansioso por matar a alguien. Ansioso por olvidar.
–Bien –gruño–. ¡Quédate sola para siempre, pero no vengas llorando a mí cuando tu departamento se llene de gatos! –le grito antes de salir de su habitación.
–¡No quiero volver a verte en mi vida! –grita antes de lanzarme un florero, que esquivo por poco.
Doy un portazo cuando salgo de su departamento y en cuánto estoy en mi auto sé que cometí un error.
Y probablemente sea el peor error de mi vida.
Espero que esto no cambie nada los resultados🥺😬