Su personalidad le permitió continuar con una vida que no recordaba.
Su fortaleza la ayudó a soportar situaciones que no comprendía.
Y su constante angustia la impulsó a afrontar lo desconocido; sobreviviendo entre una fina y delicada pared que separa lo inexplicable de lo racional.
NovelToon tiene autorización de 𝐏𝐨𝐢𝐬𝐨𝐧 para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Y siempre con el mismo ambiente
^^^14 de diciembre del 2022^^^
^^^Holdes, capital de Hiuston^^^
^^^19: 48 pm^^^
Varias cintas policiales rodearon la planta del edificio donde horas atrás, la mujer que esperaba mi salida terminó dejándose caer de espalda por las barandillas metálicas de los pasillos al aire libre; su vida acabó al instante que impactó contra el suelo.
Las personas mayores de cada familia asomaron la cabeza entre las cortinas para ver lo sucedido en el segundo piso, mi piso. La arrendadora acompañó a los oficiales hacia las bodegas, lugar donde se encuentran cosas como equipos de limpieza en general, cajas electricas y el sistema de vigilancia.
Un hombre canoso avanzó despacio con su espalda encorvada en dirección a la bodega. A diferencia del resto, vestía unos jeans índigo y un chaquetón marinero con un bordado difícil de visualizar desde la distancia en su espalda. Momentos después, una joven con la misma indumentaria lo siguió.
— ¿Son detectives?
— Posiblemente —contestó Dagan apoyado en la barandilla. Mantenía su expresión relajada, pero podía percibir cierta tensión en su mano—. Es el cumpleaños de Roxan, ¿quieres que vaya contigo? Compré un regalo por los dos, está en la moto —sonrió.
— Deberíamos esperar a la policía primero —dije, pensativa—. Hablé con ella antes, de seguro lo verán en las grabaciones y querrán hacer preguntas.
Mis momentos de risa con Dagan y cualquier situación divertida me habían enseñado algo de él: su especialidad es la actuación y ambigüedad. Algo en él era intrigante y casi, enigmático. Podría ser mi paranoia, secuelas de la habilidad.
— Eli, yo hablaré con ellos. Ve a arreglarte para irnos.
Y ahí está, sus palabras lejanas solo aumentan mis extrañas paranoias en las que él no es alguien común y corriente. Ésta habilidad, el pasado de Eliana, la perdida de memoria y su conexión con ella y conmigo, no son coincidencia; estoy completamente segura.
Pero no puedo preguntar si él no decide contarme, así que tampoco le contaré sobre mi y mi estado actual.
— Bien, lo dejo en tus manos.
Sin darle tantas preocupaciones a qué vestir fui por la clásica gabardina negra y un buzo beige de cuello alto; combinaciones ordinarias para la rudeza del invierno. Antes de salir, usé el celular para avisarle a Roxan que iría con Dagan.
Al observar la puerta, recibí el inesperado recuerdo de cuando los niños empujaron a la mujer mientras desgarraban su piel. Un frío recorrió mis manos, pero no por lo anterior, sino por ese instante en el que pude observar al ente mayor.
— ¿Y si somos la misma persona? —murmuré.
El “toc, toc” de la puerta me alejó de lo absurdo a mi cuestionamiento anterior. Salí únicamente con mi celular en mano. El hombre que antes se dirigió a la bodega, hablaba con Dagan al inicio de las escaleras. Frente a mi estaba la menor que lo había seguido.
— Eliana Jerd, ¿correcto? —se dirigió a mi en un tono suave, aunque con un apretón de manos bastante firme.
Solamente asentí. Me dio es sensación femenina de sentirse inferior al encontrar a alguien de aspecto impecable; su cabello largo y con unas ondulaciones perfectamente definidas la hacían relucir entra la poca iluminación de la noche. Pero esa paranoia volvía a inquietarme, ¿en serio se trataba de eso?
— ¿Necesita algo? Es que estamos de salida.
Su falta de respuesta me incomodó. Nos quedamos ahí, mirándonos sin mediar palabra alguna durante unos instantes. La tensión de su rígida postura, menor a mi, hizo aparecer comentarios en mi interior.
“Tiene más control. Tiene más poder. Es superior a ti, retrocede.“ En la desesperada búsqueda a una respuesta, mi mente me gritó que era el mismo instinto de una presa ante su depredador natural. Su silencio era cazería y si revelaba mi inquietud sería su señal de ataque; o al contrario, solo difrutaba jugar.
Volví a respirar cuando Dagan hizo de pared entre ella y yo.
— ¿Sucede algo? —preguntó el hombre de mayor edad. Al vernos, soltó un regaño que a juzgar por su expresión, no era la primera vez—. ¡Ah, Mikaely! ¿Cuántas veces tengo que repetirte lo que no debes hacer? Te dije que no te acercaras a nadie.
Ella sonrió y se disculpó con él, pero Dagan no dejó el tema tranquilo.
— Si estás en integración al servicio activo debes acatar órdenes —dijo con firmeza—. Desobedecer no es diferente a faltarle el respeto a tus superiores, aprende eso.
Sin decir más, rodeó su brazo por mi espalda para alejarnos de allí, claro, no sin antes escuchar lo que la menor tenia que decir.
— Es interesante que resalte las disciplinas policiales siendo un mero civil —mencionó, fingiendo extrañeza—. Supongo que debo callar, no debería igualar a alguien capaz de interferir en una investigación policial —concluyó.
Ambos oímos lo que dijo, sin embargo, no hubo motivos para opinar algo al respecto. Continuamos de largo hacia las escaleras al final del pasillo recibiendo una fría brisa por todos lados. Varios oficiales siguieron en lo suyo mientras que nosotros pasábamos muy ajenos al caos.
Al menos, algo se había aclarado, ni uno de los tres éramos personas ordinarias.
La casa de Roxan no quedaba lejos del centro de la ciudad, a diferencia de la gran residencia de su abuelo que quedaba a pocos metros de la playa. Dagan conducía con precaución por la humedad de las calles que lucían las bellas sombras de árboles sin hojas, había estado nevando toda la tarde.
Nos detuvimos algunas veces a comprar bebidas calientes y a ponerle gasolina a la motocicleta. En lo que llegamos a la mansión del abuelo de Roxan, el cumpleaños número veinticinco de mi mejor amiga, terminó.
— ¡Lo siento, lo siento, lo siento! —repetí constantemente con la cabeza abajo—. ¡Te prometí estar aquí y aún así..!
Nos encontramos justo en la entrada frente al alineado cercado de estilo oriental.
— Está bien, no pasa nada —sonrió despreocupada. Se acomodó el vibrante cabello rojo en una coleta rápida—. ¡Ya sé! Quédate a dormir conmigo como compensación, me la debes.
Bueno, con todo lo ocurrido en mi departamento, podría considerarse incluso un favor su ofrecimiento.
— Lo siento joven, pero yo me quedaré con ella, así que ya puede irse —le dijo condescendiente aunque bastante forzado—. Tenga un buen regreso, ¡nos vemos!
— ¡Hasta luego señorita, cuidese mucho y abríguese bien! —extendió la mano para despedirnos.
Atravesamos la entrada principal, unos cuántos invitados —conocidos de sus padres, seguramente—, hasta llegar al amplio comedor donde devoramos los bocadillos que Roxan habia separado para nosotras. Tras tanta ingesta de azúcar nos desvelamos con sus favoritos juegos de mesa: ajedrez y monopoly.
— ¿Por qué vinieron juntos? —preguntó acostada en la cama. Terminé de colocarle sus mascarillas caseras. Mirando al pulcro techo gris cenizo, decidí hablar.
Le conté lo sucedido omitiendo las partes anormales, ya sean mis presentimientos sobre esa chica y su interacción con Dagan, quien por cierto, no explicó o aclaró nada después de todo eso.
— ¿Tú estás bien? ¿Te sientes igual que antes?
— ¿A qué te refieres?
— Dicen que después de ver algo así, la persona queda en un estado de shock —alzó la rodaja de pepino sobre su ojo para mirarme—. No estás traumada, ¿o sí?
— Ja, ja, ja, estoy bien —reí—, no es nada.
— Perfecto, todo en orden —soltó la rodaja y exhaló más relajada que antes. Supuse que preguntaría otra vez cuando su voz salió algo neutra—. ¿Hubo algún recuerdo?
Al darle un “no, nada” mi mente me dio un breve recorrido hacia nuestro primer encuentro. No al momento dónde conoció a Eliana, sino a mi.
La tarde era nublada, pero dentro del cuarto de hospital se sentía muy cálido. Las ventanas se encontraban empañadas por el choque del clima interno y externo. Al inicio fue miedo y confusión de no saber qué hacía ahí o quienes eran las dos personas frente a mi, fue cuestión de segundos para que esas emociones desaparecieran naturalmente. Algo dentro de mi se alivió al instante de manera inexplicable.
...“… No recuerda nada, es todo lo que les puedo decir.“...
Desde donde estaban, ambos lloraron. Ocultaron los sollozos entre sus brazos y apartaron la mirada para después acercarse a darme un abrazo.
— Gracias por no enojarte y —volví al presente—, lo siento.
— Basta, nunca me enojaría por eso, deja de preocuparte —sonrió—. Te dejaré en la universidad mañana.
— ¿No irás?
Dejó un corto silencio y un suspiro antes de contestar.
— Convocaron a gente de poder, como heredera de mi abuelo, debo asistir.
Todavía seguía sin entender a qué se dedicaban, pero lo más extraño de todo era el porqué le pidieron asistir cuando es la última hija fuera de un matrimonio. Sin mencionar la típica discriminación a su autoridad por ser mujer.
— Eres genial, estarás bien —sonreí.
— Ja, ja, ja, eso ya lo sé —empezó a bromear con aires de grandeza—. Me preocupan todos esos vejestorios que tendrán que verme desde abajo.
Lo mío no fue un decir. Una pelirroja con excelente contextura y altura no pasaría desapercibida en un ambiente de mujeres y hombres mayores, su impacto con tonos rojizos pareciera que el color carmesí fue hecho por y para ella.
— Descansa, no te preocupes por nada —mencionó somnolienta—. Yo voy a cuidarte, Eliana.
Eliana, eh.