En el corazón de una vibrante ciudad, un centro cultural. Fundado por Claudia Romero, Martínez y Laura Gutiérrez, el centro ha transformado la vida de muchos. Sin embargo, la paz y el éxito del centro se ven abruptamente interrumpidos por un incendio devastador que arrasa gran parte de sus instalaciones.La revelación de que el fuego fue intencional añade una capa de traición a la tragedia.
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En la Neblina de la Confusión
Capítulo 4: En la Neblina de la Confusión
La noche había caído y la ciudad estaba envuelta en una densa niebla. Las calles se veían difusas y fantasmales, y el ruido de los coches se amortiguaba por el espesor de la neblina. Era la perfecta cobertura para un asesino que sabía cómo usar el ambiente a su favor.
En la comisaría, la presión estaba al máximo. Claudia Romero y el capitán Javier Martínez estaban revisando una lista de personas que podrían tener una conexión sentimental con objetos valiosos, basándose en el patrón que habían identificado. La tensión era palpable; cada minuto contaba y la ansiedad de que el asesino pudiera atacar nuevamente se sentía en el aire.
—Aquí tenemos una lista de personas que encajan en el perfil —dijo Claudia, señalando una hoja de papel—. Cada una de ellas tiene un objeto personal significativo que podría ser el próximo objetivo del asesino.
—Necesitamos priorizar esta lista —respondió Martínez, frunciendo el ceño—. Haremos un seguimiento inmediato. Que todo el personal se prepare para moverse.
Mientras tanto, Alejandro estaba en su apartamento, revisando los detalles de su próximo movimiento. La medalla que había adquirido estaba en su mesa, y Alejandro la miraba con una mezcla de admiración y anticipación. Había planeado cada detalle con cuidado, y esta noche no sería diferente.
Se levantó y se preparó para salir. La niebla proporcionaba una cobertura perfecta para sus acciones. Alejandro había seleccionado una víctima cuidadosamente, alguien que se ajustaba perfectamente al patrón que había establecido. La conexión sentimental de la víctima con un objeto especial le proporcionaba la justificación perfecta para su siguiente movimiento.
La víctima elegida era Laura Gutiérrez, una artista local conocida por su trabajo en el mercado de antigüedades. Alejandro había estado observando sus exposiciones y sabía que tenía una colección de objetos antiguos que incluían varias piezas valiosas y personales. La medalla que había adquirido encajaría perfectamente en su colección.
Alejandro se dirigió hacia el estudio de Laura. La niebla se arremolinaba alrededor de él mientras caminaba, el ambiente opaco ayudaba a disimular sus movimientos. La luz tenue de las farolas creaba sombras que se estiraban y encogían, añadiendo un aire inquietante a la noche.
Llegó al estudio de Laura, una elegante casona antigua convertida en un taller y galería. La puerta estaba cerrada pero no era una barrera para Alejandro, que tenía las herramientas necesarias para abrirla sin dejar rastro.
Dentro, el estudio estaba silencioso y oscuro, con las sombras danzando en las paredes gracias a las pocas luces que quedaban encendidas. Alejandro se movía con precisión, buscando el objeto perfecto para su próximo acto. En la vitrina principal del estudio, un lugar destacado mostraba una serie de medallas antiguas, cada una con su propia historia y valor.
Alejandro eligió una medalla que coincidía con el objeto que había planeado añadir a la colección de Laura. La medalla estaba enmarcada junto a otras piezas, y al estar en un lugar tan destacado, era evidente que tenía un valor sentimental para Laura. Con cuidado, Alejandro reemplazó la medalla original con la que había traído consigo, asegurándose de que todo pareciera intacto.
De repente, escuchó un ruido. Laura estaba en la entrada, acababa de regresar a casa. Alejandro se movió rápidamente hacia un rincón oscuro, ocultándose entre las sombras.
Laura entró al estudio, encendiendo las luces y revisando su colección. No parecía notar inmediatamente la alteración en la vitrina. Alejandro la observaba desde su escondite, esperando el momento adecuado.
—¿Qué ha pasado aquí? —preguntó Laura en voz baja, acercándose a la vitrina y examinando los objetos.
Laura comenzó a sentir una inquietud, algo que no podía identificar completamente. La medalla que Alejandro había colocado allí tenía un toque extraño, una presencia que no encajaba con el resto de la colección. Laura, sin embargo, no tenía tiempo para pensar demasiado en ello. Sus pensamientos estaban ocupados por los preparativos para su próxima exposición, y dejó el estudio con un sentimiento incómodo pero sin comprender del todo la razón.
Cuando Laura se fue, Alejandro salió de su escondite. La operación había sido exitosa, y la medalla añadida se convertiría en una pieza más en su juego. Alejandro dejó el estudio tan sigilosamente como había entrado, deslizándose nuevamente en la niebla.
De regreso a la comisaría, Claudia y Martínez estaban revisando la lista de personas que estaban bajo vigilancia. La niebla había comenzado a disiparse, pero la preocupación de que el asesino pudiera moverse en cualquier momento seguía presente.
—Necesitamos enfocarnos en las víctimas de nuestra lista —dijo Claudia—. Cualquier pista sobre los objetos personales es crucial.
—De acuerdo —respondió Martínez—. Mantengamos a todos en alerta y revisemos las posibles conexiones entre los objetos y las víctimas.
El capitán Martínez miró el reloj en su muñeca. La noche había sido tensa y llena de incertidumbre. Mientras la ciudad despertaba a un nuevo día, ambos sabían que el tiempo estaba corriendo. Alejandro estaba aún en juego, y la policía debía cerrar el cerco antes de que el asesino pudiera moverse nuevamente.
