Bajo El Rostro De La Violencia~

¡CLICK!

Eiran abrió la puerta de la habitación de Damon y lo encontró concentrado en su teléfono.

—Veo que sigues encontrando formas de llamarme, aunque no lo admitas —dijo Eiran mientras avanzaba hacia él, manteniendo su habitual tono neutral, aunque sus ojos reflejaban una ligera irritación.

Damon levantó la vista hacia Eiran, su mirada oscura evaluándolo con calma. Sin previo aviso, tomó el frasco de medicinas que estaba sobre la mesa de noche (El mismo que le había recetado Eiran el día anterior) y, sin dudarlo, lo lanzó directamente hacia el omega. El frasco golpeó a Eiran en la mejilla antes de caer al suelo con un sonido seco.

—¿Qué demonios estás haciendo? —preguntó Eiran, su tono mostrando un destello de molestia mientras recogía el frasco del suelo.

—Soy alérgico a este medicamento. ¿Ni siquiera te molestaste en revisar mi historial médico antes de recetarlo? —respondió Damon con voz fría y autoritaria, sus feromonas de alfa dominante llenando la habitación como un recordatorio de su posición.

Eiran frunció el ceño mientras inspeccionaba las medicinas. Damon tenía razón: había cometido un error. En su expediente contaba claramente la alergia al antibiótico. Había sido un descuido provocado por el estrés del día anterior y las emociones intensas que Damon despertaba en él.

—Yo... no lo hice intencionalmente…

—No es excusa, doctor Eiran. ¿Qué habría pasado si hubiera tomado ese antibiótico? ¿Un paro respiratorio, quizás? ¿Y tú? ¿Te habrías limitado a escribir una disculpa? —le cortó Damon, su voz helada y cargada de intención.

Damon sabía que el incidente no era tan grave como lo hacía parecer, pero estaba usando la situación como una excusa perfecta para poner a Eiran en su lugar después de la confrontación del día anterior.

¡CLICK!

La puerta volvió a abrirse, revelando a un hombre mayor que entró con paso apresurado. Era Ronald, el director del hospital, quien ya había sido informado del incidente gracias a Tommy.

—Señor Ruiz, lamento profundamente este error. Nos encargaremos de resolverlo de inmediato —dijo Ronald con voz temblorosa, consciente del poder e influencia que el apellido Ruiz tenía no solo en la ciudad, sino también en el hospital.

Luego, dirigió una mirada severa a Eiran.

—Doctor Eiran, necesito que se reúna conmigo en mi oficina más tarde.

Eiran permaneció inmóvil, sin responder, pero la tensión en sus hombros lo delataba. Sabía que había cometido un error y que ahora estaba en el centro de atención de la peor manera posible.

—¿Qué castigo le darás? —preguntó Damon con un tono casi entretenido, mientras sus labios se curvaban en una ligera sonrisa de satisfacción.

—Eso lo discutiremos en una reunión interna, señor Ruiz —respondió Ronald, intentando mantener la calma.

—Suspéndelo y recórtale el salario —exigió Damon, su mirada fija en Eiran, como si disfrutara viendo al omega bajo presión.

Eiran, que había permanecido en silencio hasta ese momento, alzó la cabeza y miró directamente a Damon, sus ojos grises brillando con furia contenida.

—No eres tú quien decide mi castigo, señor Ruiz —replicó con firmeza, dejando escapar un leve rastro de sus propias feromonas dominantes, un aroma cítrico y fresco que se enfrentó al opresivo aroma de Damon.

—¡Doctor Eiran! —lo regañó Ronald en voz baja, claramente incómodo por la situación.

—Consideraremos su sugerencia y tomaremos una decisión, señor —añadió Ronald con tono conciliador, intentando apaciguar a Damon.

—Recuerda que mi familia dona grandes sumas para las investigaciones de este hospital —añadió Damon con arrogancia, disfrutando del evidente desequilibrio en el ambiente.

Eiran apretó los puños, conteniendo las ganas de responder. Aunque reconocía su error, estaba seguro de que Damon había utilizado deliberadamente la situación para hacerlo quedar mal. Después de todo, Damon sabía de su alergia y no había tomado las pastillas; solo había esperado el momento perfecto para exponerlo frente al director.

Cuando la conversación terminó, Ronald salió de la habitación primero, seguido por un Eiran visiblemente tenso. Antes de cruzar la puerta, el omega lanzó una última mirada desafiante a Damon, quien se limitó a sonreír con satisfacción.

—Interesante… —murmuró Damon para sí mismo, sus ojos siguiéndolo hasta que desapareció por completo.

Tommy, que había permanecido en silencio durante todo el intercambio, seguía con la cabeza gacha.

—¿Mi coche ya está listo? —preguntó Damon mientras retiraba la sábana que lo cubría, ignorando la incomodidad que su herida le provocaba.

—Sí, señor. Pero no creo que sea prudente que se marche aún. No ha sido examinado —respondió Tommy con cautela.

Damon lo miró con desdén mientras se ponía de pie, como si el dolor en su abdomen no existiera.

—Estoy acostumbrado a heridas como esta. No necesito que un omega incompetente o cualquier otro me diga si estoy bien o no. Estoy perfectamente bien —dijo mientras caminaba hacia la puerta con un paso tranquilo pero decidido.

Tommy solo pudo suspirar y seguirlo. Sabía que discutir con Damon Ruiz era un esfuerzo inútil.

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