Josiane no quería estar allí, pero se vio obligada a ir a terapia debido a las reglas del refugio en el que vive.
Patrícia, su psicóloga, estaba acostumbrada a tratar casos difíciles, pero nada la preparó para Josiane.
Entre la ética y el amor ¿cuál prevalecerá?
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Capítulo 5
Quinta Sesión
Patricia acomodó el cuaderno en su regazo mientras observaba a Josiane acomodarse en el sofá. Había algo diferente en la postura de la terapeuta ese día. Después de la conversación con Caroline, y de reflexionar mucho sobre sus propios fallos, Patricia se había preparado para esa sesión con un nuevo enfoque. Esta vez, estaba decidida a no reaccionar a las provocaciones de Josiane. Nunca más.
Josiane, por otro lado, entró en la sala con la misma expresión neutra y el andar calculado. Se sentó sin prisa, cruzó los brazos sobre el pecho y desvió la mirada hacia la ventana. El silencio que siguió parecía un ritual.
— Buenos días, Josiane. — dijo Patricia con una sonrisa leve, pero sin exagerar.
Josiane no respondió. No desvió la mirada, no hizo ningún movimiento. Patricia, sin embargo, no pareció incomodarse. Se volvió hacia el cuaderno, hojeando algunas páginas como si el silencio fuera lo esperado.
— ¿Qué tiempo hace hoy? No me he fijado al llegar. — preguntó la terapeuta, de manera casual, como si hablara con una compañera de trabajo.
— No sé, normal. — respondió Josiane automáticamente, sin emoción, sin mirarla.
Patricia no insistió. Simplemente asintió e hizo una pequeña anotación. Josiane, acostumbrada a provocar una reacción de frustración o irritación, se extrañó de la tranquilidad de la terapeuta.
— A veces, el silencio es bueno. — dijo Patricia después de unos minutos, cerrando el cuaderno y reclinándose en la silla. — Nos da espacio para pensar, reorganizar las ideas.
Josiane permaneció callada, pero su postura cambió ligeramente. Patricia lo notó.
— Si quieres, podemos quedarnos en silencio hoy. — añadió Patricia, aún con la misma serenidad.
Josiane lanzó una mirada rápida a Patricia, como si tratara de descifrar sus intenciones. La terapeuta sostuvo la mirada, pero sin desafiarla. Aquello incomodó a Josiane más que cualquier pregunta invasiva.
El silencio se instaló de nuevo, pero esta vez parecía diferente. Josiane se sentía incómoda, como si Patricia estuviera tomando el control de algo que era suyo. Odiaba el silencio, pero lo usaba como arma. Y ahora, su arma parecía inútil.
— ¿Crees que eso va a resolver algo? — preguntó Josiane de repente, su voz cargada de una ironía contenida.
Patricia sonrió internamente. Era la primera vez que Josiane iniciaba un diálogo, aunque fuera una provocación.
— Depende. ¿Tú qué crees? — respondió Patricia con calma, sin ceder al tono hostil de la paciente.
Josiane entrecerró los ojos, como si analizara a Patricia.
— Creo que no. Creo que todo esto es inútil. No va a cambiar nada. — Gesticuló vagamente, señalando la sala de sesiones.
Patricia mantuvo el tono sereno.
— ¿Por qué crees eso?
Josiane dudó. No había planeado hablar tanto, pero algo en la postura de Patricia la desarmaba.
— Porque siempre es lo mismo. — respondió, cruzando los brazos con más fuerza. — Yo me siento, tú haces preguntas, y después te vas. Al final, todo sigue igual.
Patricia se inclinó ligeramente hacia delante, demostrando un interés genuino.
— ¿Siempre ha sido así para ti?
Josiane miró hacia la ventana, como si buscara refugio. Pero las palabras comenzaron a salir, incluso en contra de su voluntad.
— Siempre. Desde que mi madre me dejó en un orfanato. Decía que era solo por un tiempo, hasta que consiguiera trabajo... pero nunca lo consiguió. — Josiane rió sin humor, el sonido seco resonando en la sala. — Enfermó. Neumonía. No tenía dinero para medicinas. Y yo... fui de un orfanato a otro. Siempre las mismas reglas, las mismas personas mandando en mi vida.
Patricia permaneció en silencio, escuchando con atención. No tenía prisa, ni interrupciones.
— Todo es una obligación. Esta sesión es una obligación. Solo vengo aquí porque, si no lo hago, pierdo el lugar donde vivo. ¿Es eso lo que querías saber? — Josiane miró a Patricia a los ojos por primera vez en mucho tiempo, con la mirada cargada de resentimiento.
Patricia sintió el peso de las palabras, y de la mirada fría, pero no retrocedió.
— Obligación o no, estás aquí. Y estás hablando conmigo ahora. Eso significa algo.
— Significa que no tengo elección. — replicó Josiane, con una risa amarga. — Ustedes fingen que les importa, pero no importa lo que diga o haga, mi vida sigue siendo una mierda. Y para ustedes no soy más que un número en sus agendas.
Patricia respiró hondo, conteniendo el impulso de responder. Sabía que ese momento era importante.
— Vamos, dime que estoy equivocada, Señora terapeuta.
— No puedo cambiar lo que te pasó, Josiane. Pero estoy aquí para escucharte, sin juzgarte. Eso, al menos, podemos construirlo juntas.
Josiane se quedó en silencio durante unos segundos, pero la mirada en su rostro indicaba que estaba procesando todo. Pero no lo estaba asimilando bien. Cuando finalmente habló, su voz era más baja, pero cargada de rabia.
— Odio esto. Odio tener que venir aquí, mirarte a la cara, fingir que esto supone alguna diferencia. Lo odio todo. Te odio.
Patricia sintió la hostilidad en sus palabras, pero se mantuvo firme.
— Entiendo que te sientas así. Y es importante que me lo digas.
Josiane desvió la mirada de nuevo, respirando con dificultad. Por un momento, pareció que iba a levantarse y marcharse, pero permaneció en su lugar.
El silencio volvió, pero esta vez era diferente. Patricia no intentó llenarlo, y Josiane parecía perdida en sus propios pensamientos. A pesar de la tensión, había habido un pequeño intercambio, un avance significativo.
Josiane miró varias veces a Patricia, para luego desviar la mirada hacia la ventana, con el ceño fruncido en una expresión que mezclaba rabia y desprecio. El silencio era denso, pero Josiane parecía a punto de romperlo, y Patricia sabía que necesitaba esperar.
Finalmente, Josiane volvió su rostro hacia Patricia, con la mirada dura como la piedra.
— ¿No querías saber qué tiempo hace hoy? — comenzó, la voz llena de ironía y desprecio. — Está nublado. Como mi vida. Nublado.
Patricia sostuvo su mirada, sin alterar su expresión tranquila. Josiane apretó los brazos contra su cuerpo, como si intentara contener la marea de emociones que comenzaba a desbordarse.
— ¿Quieres algo más para que lo anotes en tu libretita más tarde? — continuó, con un tono cortante. — No sirve para una mierda, pero, si quieres, tengo mucho que contar sobre mí. ¿Qué quieres saber?
El aire parecía cargado. Patricia, sin embargo, se mantuvo serena, sabiendo que cualquier movimiento en falso podría hacerle perder el terreno ganado.
— Si quieres contarme, Josiane, yo te escucho. — respondió con la misma tranquilidad de antes, sin dejarse abatir por el tono agresivo de la paciente.
Josiane miró a Patricia fijamente durante unos segundos más, con la mirada aún cargada de rabia, pero esta vez, no dijo nada más. Solo se recostó en el sofá, cruzando los brazos de nuevo, mientras desviaba la mirada hacia la ventana.
Patricia lo comprendió. Aquello no era solo hostilidad; era un reflejo del dolor que Josiane cargaba y que, sin darse cuenta, había comenzado a dejar escapar. La terapeuta, sin embargo, sabía que presionar ahora sería un error.
Respiró hondo, se acomodó en el sillón e hizo una anotación breve, pero solo para registrar el momento, sin romper el ritmo. Aquello que Josiane había dicho, por muy hostil que fuera, era un pequeño tesoro.
La rabia, aunque incómoda, había sido necesaria para provocar una apertura, por pequeña que fuera. Era la primera vez que Josiane se exponía de forma tan directa, aunque escudándose en el sarcasmo y la ironía.
Patricia cerró el cuaderno con calma y levantó la vista hacia Josiane, que permanecía callada, con la mirada perdida en la ventana. Sabía que no necesitaba forzar nada más en ese momento.
— Por hoy, podemos dejarlo aquí, si quieres. — dijo Patricia, con la misma serenidad.
Josiane no respondió, pero su cuerpo pareció relajarse ligeramente. Patricia respetó el silencio, permitiendo que este llenara el espacio entre ellas hasta el final de la sesión.