Diana Johnson, una mujer exitosa pero marcada por la traición, muere a los 36 años tras ser envenenada lentamente por su esposo, Rogelio Smith, un hombre frío y calculador que solo la utilizó para traer de vuelta a su verdadero amor, Maribel Miller. Sin embargo, el destino le da una segunda oportunidad: reencarna en el cuerpo de Mara Brown, una joven de 20 años sin hogar, desamparada pero con una belleza natural escondida tras la suciedad y la miseria. Con todos los recuerdos, habilidades y contactos de su vida pasada, Diana (ahora Mara) planea retomar lo que le arrebataron y vengarse de quienes la traicionaron.
Pero en su camino de venganza, conoce a Andrés García, un seductor mujeriego que parece tener más capas de las que muestra. ¿Será Mara capaz de abrir su corazón al amor otra vez, o la herida de su traición pasada será demasiado profunda?
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Jugando con fuego
El fin de semana transcurrió sin sobresaltos para Mara. Después de la agitada noche del viernes, decidió refugiarse en la tranquilidad de su hogar. Pasó el sábado viendo películas, permitiéndose por unas horas olvidar su plan de venganza. El domingo lo dedicó a organizar su agenda, repasando mentalmente los pasos que debía seguir para mantener su fachada impecable en la empresa.
El lunes llegó con la misma rutina: ropa sencilla pero profesional, una sonrisa tímida y una actitud impecable. Pero esta vez, algo había cambiado.
Rogelio, quien casi nunca interactuaba con los empleados de menor rango, se acercó a Mara después de la reunión matutina.
—Señorita Brown, ¿podemos hablar un momento? dijo, con una amabilidad calculada que puso en alerta a Mara.
—Por supuesto, señor Smith respondió ella, mostrando una ligera sonrisa de nerviosismo, aunque por dentro estaba completamente preparada para lo que fuera.
La llevó a su oficina, un lugar imponente con enormes ventanales que ofrecían una vista panorámica de la ciudad. Rogelio se sentó en su silla de cuero detrás del escritorio y le hizo un gesto para que tomara asiento frente a él.
—He estado observando su desempeño desde que llegó a Vitalia Foods, y debo decir que estoy impresionado comenzó, entrelazando los dedos sobre el escritorio. Tiene una dedicación y un potencial que no se ve todos los días.
Mara inclinó ligeramente la cabeza, fingiendo modestia. Muchas gracias, señor. Solo trato de dar lo mejor de mí.
Rogelio sonrió, pero en sus ojos había algo más que simple admiración profesional. Quiero ofrecerle una oportunidad para crecer en esta empresa. A partir de ahora, será mi asistente personal. Trabajará directamente conmigo, aprenderá más sobre el manejo administrativo y tendrá acceso a proyectos más importantes.
Mara disimuló su sorpresa. Sabía que esto era parte de su plan, pero no esperaba que Rogelio diera ese paso tan pronto. Con una sonrisa tímida, respondió:
—Es un honor, señor Smith. Agradezco mucho su confianza en mí.
—Confío en que no me defraudará dijo Rogelio, levantándose para estrecharle la mano.
Cuando sus manos se tocaron, Mara notó un leve roce que no era accidental. Sus sospechas se confirmaron: Rogelio estaba cayendo en su trampa.
Los días siguientes fueron un baile delicado. Mara adoptó la actitud de una joven profesional ansiosa por aprender. Hacía preguntas sobre los proyectos, tomaba notas detalladas y cumplía con cada tarea que Rogelio le asignaba con una eficiencia impecable.
Pero también sabía cómo jugar sus cartas. Cada vez que le entregaba un documento, rozaba "accidentalmente" sus dedos con los de Rogelio. Cada vez que él pasaba cerca de su escritorio, le dirigía una mirada fugaz, suficiente para captar su atención, pero no lo bastante obvia como para parecer intencionada.
Por su parte, Rogelio estaba completamente cautivado. Había algo en Mara que lo intrigaba, una combinación de inocencia y misterio que lo hacía desear saber más sobre ella. Aunque intentaba mantener su profesionalismo, encontraba excusas para pasar más tiempo con ella: reuniones que podían haber sido correos electrónicos, revisiones de documentos que no necesitaban su supervisión directa, y pequeños momentos de conversación que alargaba deliberadamente.
El jueves por la tarde, justo cuando Mara estaba a punto de salir de la oficina, Rogelio apareció en la puerta de su escritorio.
—Señorita Brown, ¿tiene algún plan para esta noche? preguntó, con una sonrisa amigable.
Mara levantó la vista, fingiendo sorpresa. No, señor. Solo pensaba descansar.
—Perfecto. Quiero invitarla a cenar. Considerémoslo parte de su formación profesional. Es importante que conozca cómo se manejan las relaciones en un entorno más informal.
Por dentro, Mara sonrió. Sabía que esta era una excusa de Rogelio para acercarse más a ella, pero mantuvo su expresión neutral.
—Claro, señor. Estaré encantada de acompañarlo.
La cena fue en un restaurante exclusivo, donde las luces tenues y la música suave creaban un ambiente íntimo. Rogelio, siempre carismático, habló sobre su carrera, sus logros y los retos que había enfrentado para construir Vitalia Foods. Pero también dejó entrever un lado más personal, hablando sobre las decisiones difíciles que había tenido que tomar "por el bien de la empresa".
Mara escuchaba atentamente, fingiendo admiración mientras analizaba cada palabra. Cada vez que Rogelio mencionaba el sacrificio o el éxito, ella veía detrás de sus ojos la frialdad de un hombre que había asesinado a su propia esposa para cumplir sus deseos.
Cuando la cena terminó, Rogelio la acompañó hasta un taxi. Antes de que se fuera, tomó su mano y la miró con intensidad.
—Es un placer trabajar contigo, Mara. Espero que esta sea la primera de muchas noches como esta.
Mara sonrió tímidamente y asintió. Mientras el taxi la llevaba de regreso a su apartamento, no podía evitar sentirse satisfecha. Estaba más cerca de Rogelio, más cerca de su objetivo. Y aunque sabía que el camino aún era largo, estaba dispuesta a jugar el juego hasta el final.
"La venganza se sirve fría", pensó, recordando su mantra. No importaba cuánto tiempo le tomara; Rogelio pagaría por todo lo que le había hecho a Diana.