Cuando el demonio egocéntrico Dashiell termina atrapado en el mundo humano, conoce a Brooke, una estudiante de arte que oculta sus propios secretos. Transformado en un husky que ella rescata, se convertirá en su inesperado protector. Pero, con Noche Buena acercándose y donde la luna se convertirá en carmesí, Dashiell deberá decidir si volver a su mundo o quedarse junto a la humana que ha empezado a significarlo todo.
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BAJO LA MIRADA DE UN HUSKY (parte 1)
De alguna forma, el sueño parecía haberse apoderado de mí desde que me transforme en esto. No podía culparme, claro está, pues mantener la perfección que poseo requiere descansos estratégicos. Me acomodé para retomar mi sueño glorioso, cuando mi comunicador se activó de repente. Lynne apareció frente a mí, y antes de que pudiera decir una palabra, empezó a reírse como si acabara de ver el espectáculo más hilarante del mundo.
—¡Qué ridículo te ves! —se burló entre carcajadas—. ¿Aún no puedes convertirte en demonio?
—¿Terminaste ya? —respondí con un gruñido, sintiendo cómo mi paciencia, que ya de por sí era limitada, disminuía aún más.
Cuando Lynne por fin dejó de reírse, retomó su tono habitual de seriedad, aunque todavía con esa chispa de diversión que tanto me irritaba. Me preguntó por el mapa que había copiado en mi búsqueda del cetro que nuestro monarca tanto ansiaba. Le conté que había logrado trazarlo en detalle, pero, según su reporte, ese mapa parecía haberse esfumado.
—¿Desaparecido? —repetí con incredulidad—. ¡Qué idiotez! ¿Cómo puede algo desaparecer tan fácilmente?
Para empeorar las cosas, Lynne me informó que ese grupo de aprendices inútiles, los mismos que habían suplicado acompañarme, habían dicho que nunca habían hablado conmigo. ¡Que ni siquiera me habían visto! Si los tuviera frente a mí, les daría una paliza tan épica que la recordarían por milenios.
—Tranquilízate, Dashiell —dijo Lynne, mientras yo ardía en indignación—. Necesito que me cuentes en detalle los lugares que recorriste para llegar a esa cueva.
—Tsk, como si lo hubiese olvidado. Anota.
Mi memoria, por supuesto, es perfecta. Comencé a relatarle cada rincón, cada giro, cada detalle del recorrido. Lynne tomó nota de todo, impresionada, aunque no lo admitiera en voz alta.
Al terminar, mencionó que partiría pronto con un equipo de expedición que mantendrían la boca cerrada. Y también me comentó que había oído unos rumores que indicaban que el maestro Serhan estaba buscándome.
Eso me heló la sangre. Bueno, metafóricamente hablando, claro está.
El maestro Serhan… Un demonio reliquista veterano al que respeto profundamente. No, más que respeto, lo admiro. Es alguien cuya grandeza todos reconocen, y en quien me he inspirado para convertirme en el demonio que soy. Aunque, claro, todavía me queda mucho por superar, pues es evidente que mi talento natural ya es algo digno de ser leyenda.
—¿Y por qué me busca el maestro? —pregunté, intentando sonar despreocupado.
—Tal vez tenga que ver con ese grupo de iniciados a los que les diste una paliza hace poco... —Lynne sonrió, como si supiera exactamente lo que pasaba por mi mente—. ¿Acaso creíste que el maestro lo dejaría pasar?
Era posible. Mi humor hacia esos iniciados había sido breve pero intenso. Se habían atrevido a mostrarme sus habilidades mediocres como si fueran dignas de mi atención, así que les enseñé lo que un verdadero demonio es capaz de hacer. Claro, podría haberme contenido un poco, pero ellos lo pidieron.
Ahora, sin embargo, parecía que el maestro quería darme una lección. No era raro, siendo alguien tan disciplinado y estricto. Pero aun así… No pude evitar sentir un pequeño nudo en el estómago.
—Espero que solo sea un regaño… —murmuré con un toque de nerviosismo, aunque rápidamente me corregí.
«No, no hay forma de que el maestro Serhan me reprenda tan severamente. Después de todo, soy su discípulo más prometedor», suspiré, pero no por preocupación. Sinceramente, si todos fueran tan competentes como yo, estas molestias no existirían.
Antes de que Lynne se desvaneciera y el comunicador regresara al silencio, decidí comentarle un asunto:
—Últimamente… he estado durmiendo demasiado —dije, intentando que mi tono sonara casual, aunque sabiendo que ella no lo dejaría pasar.
Tal como lo esperaba, Lynne arqueó una ceja y, sin perder tiempo, sacó su grimorio. Sus dedos se movieron ágilmente, recitando un hechizo tras otro mientras analizaba mi forma actual. No pasó mucho tiempo antes de que llegara a una conclusión.
—Esto no es obra de tu maná —afirmó con confianza, cerrando el grimorio de golpe—. Quizá sea el cetro… Algo en él parece haber afectado tu estado y está bloqueando tu transformación completa.
Aquello no era precisamente lo que quería escuchar. Pero antes de que pudiera quejarme, Lynne añadió:
—Por ahora, no hay nada que hacer. Tendrás que mantenerte en esa forma. Cuando recuperes tu estado demoníaco, concéntrate en ahorrar tu maná para regresar a nuestro mundo.
No fue una respuesta satisfactoria, pero al menos era algo. Lynne desapareció poco después, dejándome con un ligero malestar. Odiaba sentirme impotente, pero sabía que eventualmente recuperaría mi magnificencia total.
Mientras reflexionaba, sentí un cambio en el ambiente. La presencia de Brooke se acercaba rápidamente. Apenas unos segundos después, la puerta se abrió con fuerza, y ella corrió hacia mí. Antes de que pudiera reaccionar, me envolvió en un abrazo cálido y firme.
Sentí su felicidad. Su emoción vibraba en cada parte de su ser y ese calor que irradiaba... era peculiar.
—¡Al fin! —exclamó, con lágrimas en los ojos—. ¡Los doctores dijeron que mi mamá podría abrir los ojos muy pronto!
Por alguna razón, el tono emocionado de su voz me conmovió, aunque nunca lo admitiría. Sus lágrimas caían, pero eran de pura alegría. Después de calmarse, se sentó a mi lado, acariciándome las orejas suavemente.
—Eres mi amuleto de la suerte —dijo, con una sonrisa que, lo admitiré, tenía algo especial.
Por supuesto que lo era. ¿Quién no querría tenerme cerca? Desde que llegué a este mundo, era obvio que me quedaría a su lado luego de observar a muchos humanos, nadie es más interesante que ella. No tenía alternativa más que aceptar quedarme cerca. Aunque… es divertido observarla tan de cerca y ver cómo lidia con sus asuntos.
Sin embargo, lo que vino después fue un golpe a mi orgullo.
—Debería darte un nombre, ¿no crees? —preguntó, claramente hablando más para sí misma que para mí.
Y entonces, comenzó a sugerir nombres. Nombres tan anticuados y ofensivos que sentí que mi dignidad se reducía con cada palabra que salía de su boca.
—"Firulais", "Max" como el perro del Grinch o quizá "Rufus". No, espera ¿qué tal "Copito" por tu pelaje?
«¿Copito? ¿Acaso esta humana está jugando conmigo? Si pudiera hablarle en su idioma, le enseñaría de inmediato cómo debe respetarme».
Justo cuando estaba a punto de perder la paciencia, dijo algo diferente.
—¿Y si… te llamo Sky? Es una palabra en inglés y hace referencia al cielo, como el color de tus ojos.
Eso me hizo detenerme.
«Sky», repetí. Había algo en ese nombre que resonaba conmigo. Quizá era cómo se pronunciaba, suave pero firme, o tal vez era la referencia a mis ojos, que incluso en mi forma actual conservaban su brillo imponente. Un azul celeste profundo y cristalino, como un trozo del cielo despejado después de una tormenta. En mi verdadera forma demoníaca, esos ojos siempre habían sido motivo de seducción y temor entre mis iguales. Y ahora, incluso atrapado en esta forma, seguían siendo un vestigio de mi grandeza.
De alguna manera, ese nombre… no me desagradó.
—Sky… —repitió ella, acariciándome detrás de las orejas—. Sí, creo que es perfecto para ti.
«Bueno, es un progreso», pensé con altivez, recordando los otros horribles nombres que había propuesto. Podría permitirle llamarme Sky… por ahora.