Un hombre que es muy poderoso y dueño de todo un imperio tendrá que lidiar con una mujer que al principio le parecía la espía o enemiga sin saber que pronto se enamoraría de ella.
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Capítulo 4: La Red se Estrecha
El sol apenas había salido cuando la mansión Calderón se despertó al sonido de los pájaros y el bullicio matutino de la ciudad. Pero dentro de sus paredes, la tensión era palpable. Alejandro y Mateo habían estado discutiendo en el despacho desde temprano, y la atmósfera estaba cargada de incertidumbre.
Isabella, consciente de que el tiempo se agotaba, decidió que era el momento de actuar con mayor determinación. Se dirigió al jardín, buscando un momento de tranquilidad para ordenar sus pensamientos. Sabía que cada movimiento tenía que ser calculado, cada palabra medida.
Mientras paseaba entre los rosales, escuchó pasos detrás de ella. Se volvió para encontrar a Mateo, quien la miraba con una mezcla de curiosidad y desconfianza.
"Necesitamos hablar," dijo Mateo, su voz tensa.
Isabella asintió, indicando un banco cercano donde ambos se sentaron. "¿De qué se trata, Mateo?"
Mateo la observó detenidamente antes de hablar. "Sé que no eres quien dices ser. Hay algo en ti que no encaja. Alejandro confía en ti, pero yo no estoy tan seguro."
Isabella mantuvo la calma, aunque su corazón latía con fuerza. "¿Y qué crees que soy, Mateo?"
"Una intrusa," respondió Mateo, sus ojos fijos en los de ella. "Alguien con sus propios planes. Pero aún no sé cuáles son."
Isabella sonrió ligeramente, intentando desviar la conversación. "Todos aquí tenemos nuestros propios planes, Mateo. La clave es asegurarse de que nuestros intereses se alineen con los de Alejandro."
Mateo frunció el ceño, no del todo convencido. "Espero por tu bien que así sea. Porque si descubro que tienes otras intenciones, te aseguro que no saldrás viva de aquí."
Isabella mantuvo la sonrisa, pero sus ojos mostraban una determinación feroz. "No tienes de qué preocuparte, Mateo. Estoy aquí para ayudar."
Mateo se levantó y se alejó, dejando a Isabella sola en el jardín. Ella sabía que el reloj seguía corriendo y que necesitaba acelerar su plan.
Esa noche, Isabella se encontró nuevamente en el despacho de Alejandro. La habitación, iluminada por la suave luz de una lámpara de escritorio, parecía más intimidante que nunca.
"He estado revisando la información que me diste," dijo Alejandro, sin levantar la vista de los documentos. "Es precisa y detallada. Buen trabajo."
Isabella inclinó la cabeza en señal de agradecimiento. "Solo quiero ser útil, señor Calderón."
Alejandro levantó la vista, su mirada intensa. "Lo eres. Pero también hay algo que debes saber. He estado investigando tu pasado, y hay cosas que no cuadran. ¿Por qué estás realmente aquí, Isabella?"
El corazón de Isabella se detuvo por un momento. Sabía que este momento llegaría, pero no estaba preparada para enfrentarlo tan pronto. Respiró hondo, intentando mantener la compostura.
"Estoy aquí porque busco justicia," respondió finalmente. "Mi familia fue asesinada por un traidor dentro de la organización. Quiero ayudar a encontrar a los responsables y asegurarme de que paguen por lo que hicieron."
Alejandro la observó detenidamente, evaluando cada palabra. "Eso es noble. Pero recuerda, en este mundo, la justicia es un lujo que pocos pueden permitirse. La lealtad y la supervivencia son lo único que importa."
Isabella asintió, comprendiendo la advertencia implícita. "Lo entiendo. Y estoy dispuesta a hacer lo que sea necesario."
Alejandro sonrió ligeramente, pero sus ojos seguían fríos. "Muy bien. Entonces sigue investigando y asegúrate de que no haya más traidores entre nosotros."
Esa noche, Isabella se retiró a su habitación, sus pensamientos enredados en una maraña de planes y sospechas. Sabía que Alejandro comenzaba a dudar de ella, y que Mateo seguía vigilándola de cerca. Necesitaba encontrar una manera de avanzar sin levantar más sospechas.
El tiempo se agotaba, y la red se estrechaba a su alrededor. Pero Isabella estaba decidida a seguir adelante, sin importar el costo. Había jurado vengar a su familia y no permitiría que nadie, ni siquiera Alejandro Calderón, se interpusiera en su camino.
Con cada día que pasaba, el peligro aumentaba y las apuestas se volvían más altas. Pero Isabella estaba preparada para enfrentarlo todo. Porque en el oscuro mundo de la mafia, solo los más fuertes sobreviven, y ella estaba dispuesta a demostrar que era más fuerte que todos ellos.
