Primer libro de la saga Lobo.
⚠️ CONTENIDO (+18)⚠️
Ella es una hermosa peliroja vendedora de flores, que trabaja duramente para la mujer que la recogió después de la trágica muerte de su familia, la cual fue cruelmente asesinada.
Él es el futuro líder de la mafia italiana y para poder posicionarse en ese puesto primero su padre le exige matar a un traidor, y luego le exige también una Dama que gobierne a su lado. Un día cualquiera conoce a una vendedora de flores que lo deja cautivado desde el primer instante, se obsesiona con ella y la rapta para que sea su Dama, su Reina, su esposa...
Lo que ambos no saben es que tanto su pasado como su futuro están relativamente unidos.
¿Nacerá el amor o el odio?
¿Podrán perdonar o condenarse?
¿Podrán olvidar y superar?
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Fátima.
Angélica.🌺
Una joven empleada aparece y también hace una casta reverencia.
—Buenas tardes, señor Lobo —saluda la chica con la cabeza baja.
—Buenas tardes, señorita —se dirige a mí—. La señorita Fátima se encuentra en la primera habitación a mano derecha de la primera planta.
Miro al mafioso y él me indica que suba, mientras se queda acomodado en un cómodo sofá.
Aprieto el colgante del pequeño bolso que cuelga en mi hombro y subo ansiosa las escaleras que me llevan a la habitación donde se encuentra mi amiga. Respiro hondo cuando estoy frente a la puerta, toco dos veces y, sin que me hablen, abro despacio y entro. Ella está sentada sobre la cama, recostada contra el cabezal, con las piernas flexionadas y pegadas a su pecho. Está llorando.
Nuestras miradas se conectan y corre hacia mí enseguida. La estrecho contra mi pecho y su llanto se intensifica; no puedo evitar llorar también. Me duele lo que le ha pasado.
—Mi propio hermano me hirió de la peor manera —solloza sobre mi hombro—. Me vendió como si yo fuera un animal… me hicieron mucho daño, amiga, y más cuando descubrieron que yo ya no era virgen.
Su llanto me quema, imaginar todo lo que le hicieron me destruye.
—¡Lo siento! —musito despacio—. Yo...
—Tú no tienes la culpa. El culpable es quien yo creía mi hermano, quien yo creía que me amaba y que siempre me cuidaría, como lo había hecho desde pequeños. Aún me cuesta creer que el mismo que me leía cuentos para dormir fue el mismo que me vendió para que me prostituyeran.
Nos mantenemos abrazadas, no sé por cuánto tiempo. Cuando nos separamos, su llanto ha mermado. Le reparo el rostro: tiene ojeras, los ojos hinchados y golpes notorios en las mejillas y los brazos. Se aleja un poco de mí y desliza su bata para mostrarme su espalda. Un escalofrío recorre mi columna cuando noto todos los latigazos que tiene.
—Todos por no ser lo que esperaban. Y tú ibas a reivindicar mi problema. Dionisio quería venderte a ti también, para tapar la falta que cometió conmigo. Angélica, mi hermano mató a mi novio… lo hizo frente a mis ojos. No sé en qué momento se convirtió en un monstruo.
—Yo tampoco lo sé. Dionisio me propuso que nos fuéramos a vivir juntos, justo como tú lo habías hecho con tu novio… porque eso fue lo que me hizo creer. Me dijo que nos iríamos a Brasil y que tú nos esperabas allá. Yo le creí, porque era mi novio, porque lo quería… y también porque quería alejarme del mafioso aquel que me compró todas las flores el otro día. Está enamorado de mí y quiere que sea su esposa. Bueno, lo cierto es que acepté su propuesta y lo esperé en el parque de siempre. Allí nos encontramos; se me hizo raro no ver su equipaje y, cuando quise saber más, aparecieron unos tipos que intentaron llevarme. De repente, también apareció el mafioso con sus hombres… y mataron a los que querían llevarme, entre ellos, a tu hermano.
Ella se queda pensativa, como analizando todo lo que le dije.
—¿Está muerto? ¿Dionisio murió?
—Sí, lo mató Maximiliano Lobo Lombardi —musito despacio. Sé que era su hermano y, si a mí me duele, no quiero imaginar lo que siente ella.
—No creo que la muerte haya sido castigo suficiente para él. Al igual que conmigo, también vendió a varias chicas a las que enamoró, engañó y luego entregó en manos de esos cerdos asquerosos.
—Me alegra tanto que estés aquí conmigo. Sé que lo que pasó fue muy traumático, pero te prometo que juntas lo vamos a superar —la vuelvo a abrazar y beso su cara muchas veces—. ¡Te quiero, Fátima! ¡Te quiero mucho, hermana!
—¿No te importa que yo sea hermana del hombre que intentó hacerte daño?
—No. No tenemos por qué cargar con las culpas de otros. Él me falló, pero tú no. Yo te quiero mucho y deseo apoyarte, ayudarte a superar este trago amargo.
—¡Yo también te quiero mucho, hermana!
Nos volvemos a abrazar, y esta vez es ella quien besa mi rostro.
—Ahora quiero que me cuentes… ¿cómo es todo ese tema del mafioso? —me lleva hasta la cama y nos sentamos.
—Bueno, todo comenzó... —le cuento todo lo que pasó desde el principio, con pelos y señales. También le pregunto si quiere irse conmigo a la mansión de Maximiliano o si desea ir a otro lado.
—Me quedo contigo, una y mil veces. Si tú me apoyas, yo también te apoyaré. Así como tú estás hoy para mí, yo lo estaré para ti. Sé que no será fácil, pero si estamos juntas todo será más llevadero.
Segundos después entra la empleada que nos recibió antes, con varias bolsas para Fátima: ropa, calzado, artículos de aseo, maquillaje, perfumes y algunas cremas.
—Esto lo pidió el señor Lobo para usted —le entrega las cosas a Fátima y luego se marcha.
Ayudo a mi amiga a darse una ducha de agua tibia y luego a vestirse.
—Tu futuro esposo tiene buen gusto —dice, medio sonriendo, cuando se para frente al espejo.
(Fátima Martini)