¿Morir por amor? Miranda quiere salvar la vida de Emilio, su mejor amigo. Pero un enemigo del pasado reaparece para hacerla sufrir por completo. ¿Cómo debe ser la vida cuando estás a punto de perderlo todo? ¿Por qué a veces las cosas no son como uno desea? ¿Puede haber amor en tiempos de angustia? Miranda deberá elegir entre salvar a Emilio o salvarse a ella. INEFABLE es el libro tres de la historia titulada ¡Pídeme que te olvide!
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ES MI NECESIDAD PROTEGERTE
*Emilio*
Ya casi amanecía y yo me había pasado toda la noche en vela. ¡Maldito yeso incómodo! ¡Maldita lesión! No puedo negar que, la neta, si me siento demasiado enojado con todo esto que me paso. Hay segundos en los que creo que todo esto es algo injusto y hasta me dan ganas de golpear la pared con todas mis fuerzas.
Pero entonces la miro con atención, veo su rostro despreocupado y sus manos muy cerca de mi mano. Tiene los ojos cerrados, sus pestañas parecen brillar con la luz de las lámparas y realmente me siento tranquilo cuando ella está a mi lado. ¡Tantas cosas nos habían alejado!
Se suponía que íbamos a tener nuestra pijamada en el hospital, si quería verla desvelarse junto a mí como en los viejos tiempos, pero, sencillamente, algo había cambiado entre nosotros y eso no lo podía olvidar.
Miranda siempre ha sido un cofre de secretos, sentimientos ocultos e incomprendidos. Una parte de mí, sabía, soy bien consiente de que ella quiere ayudarme con todo esto que me paso. ¡Canijos accidentes! Ella está cuidando de mí porque se siente con esa necesidad de corresponder al cuidado que yo también le he dado.
Que, si me pongo a ver las cosas por el lado positivo, también me siento agradecido de que esto me hubiese pasado porque solo así, ella volvió a mi lado de una forma más íntima. ¿Íntima? Por primera vez en la vida me vio desnudo, a piel encuerada y a miembro suelto. ¿Eso estuvo mal? ¿Fue demasiado? Quizá sí, pero, era algo necesario. Y como bien dijo, yo hubiese hecho lo mismo por Miranda. ¿Verla desnuda? Verla en todos los sentidos para que pueda recuperarse y si la he visto. ¡En realidad es muy hermosa!
Sus labios están entreabiertos y siento el deseo de poder besarle de forma fugaz, un toque rápido y suave.
—¡Me gustas Miranda! —Digo acariciando su mejilla.
No tengo miedo de que ella se despierte y escuche la realidad de mi corazón. Que si estoy enamorado, entregado y perdido a querer que ella me quiera más que como a un "mejor amigo". ¡Qué lástima que me quitaron el celular! Este era el momento perfecto para poder tomarle fotografías y guardarlas en mi galería.
¡Bien dicen que el amor nos convierte en la versión más ñoñita de nuestra alma!
*Miranda*
—¿No tienes sueño? —Le pregunté al ver que sus ojos estaban decorados con unas ojeras enormes.
Eran las once de la mañana y yo estaba luchando por no quedarme dormida otra vez. ¡Me sentía muy cansada!
—No. La neta no, ayer estuve durmiendo casi todo el día. Y tú estabas muy cansada, te dormiste a medio capítulo de Stranger Things.
Sonreí de forma borracha, fue cierto. Después de haber bañado a Emilio nos pusimos a ver la serie y me quede tiesa en el sillón donde yo estaba sentada.
—La verdad sí. No he dormido bien estos días.
—¿Y eso? ¿Por qué te has estado desvelando estos días?
La habitación del hospital olía a una combinación de medicina y a perfume de hombre. ¡Perfume de Emilio!
—Ando terminando de acomodar mis cosas en la casa y tengo algunos pendientes en San Francisco.
—¿Regresarás a vivir a la casa que está en La Vista?
—No. Bueno, al principio si pensaba en eso, pero...
—¿Pero...?
La puerta se abrió de golpe y Salvador entró.
—¡Buenos días! ¿Cómo sigues, muchacho?
—¡Buenos días, doctor! —le respondimos al unísono.
—Pues ya me siento mejor. Ya me acostumbré a tener la pierna tiesa. ¡No siento nada!
Con su puño izquierdo, Emilio dio un golpe en la corteza de yeso.
—Es bueno escuchar eso. Estuve revisando las placas y radiografías que sacamos de tu pierna. El peroné está mejor y la tibia, bueno, tomará su tiempo para que estés al cien. ¡¿Pero ya estás mejor que al principio?
—¿Cuánto tiempo doctor? —Emilio tenía curiosidad.
Yo permanecía en silencio, solo me limité a observar y escuchar el informe médico.
—Tendrás que esperar algunos meses. No sabría decirte con exactitud. No todas las recuperaciones son iguales.
—¿Podré volver a jugar?
¿Cómo le debes decir a alguien que su vida cambio a causa de...? El médico se mantuvo silencioso por varios segundos y yo interpreté su silencio de forma negativa.
—Yo espero que las terapias de recuperación te puedan ayudar a regresar pronto a la cancha del fútbol —informó el médico.
En los ojos de mi querido Emilio destello la esperanza, aquella ilusión con ganas de seguir adelante para poder cumplir con sus sueños. ¡Él era muy fuerte!
—¡Ojalá pueda recuperarme pronto!
—Yo espero lo mismo. Solo debes ser paciente y estar despreocupado.
—Bien, supongo que puedo intentar eso —mi amigo dirigió su mirada a mí y con una sonrisa muy bella me guiño el ojo para confirmarme que se sentía bien.
—Ahora déjame revisar ese pie. Parece un poco inflamado.
—Quizá es porque he estado mucho tiempo acostado.
—No creo, pero a ver, intenta mover todos los dedos.
Salvador parecía realmente atento. Los únicos dedos que no se movieron para nada, fueron el dedo gordo y el chiquito.
—No puedo mover esos.
—Trata de hacer un esfuerzo. Arrugó la frente, su boca hacía muecas que reflejaban esa lucha interna que ahora tenía con poder controlar su cuerpo.
—¡Es que no puedo! Ya le hice con todas mis fuerzas y no puedo. ¿Es normal que me pase eso?
—Por el momento sí. Pero por eso es que debes tomar estas terapias que te digo, para que puedas retomar la movilidad completa. ¿Cómo ves? ¿Estás dispuesto a tomar las terapias?
—¿Que días me tocarán esas terapias?
—Regularmente, son dos días por semana. Solo es cuestión de que tú elijas.
Mi amigo se giró a mirarme por algunos segundos. ¿Qué estaría pensando? ¿Qué sentimientos tendría en su corazón justo ahora? ¡Mi querido estaba pasando por una etapa complicada!
—Está bien doctor, yo...
Mi celular comenzó a sonar, las vibraciones me hicieron abrir los ojos de golpe y no dude en contestar. Era Marcos.
—Miranda.
Salí de la habitación.
—Hola Marcos. ¿Qué pasó?
—¿Cómo está Emilio?
Se escuchaba una canción de fondo y el ruido de los vehículos.
—Él está mucho mejor. Ahorita lo está checando el doctor y dice que es muy probable que ya lo den de alta.
—¡Oh! Que bien. Es bueno escuchar eso. ¿Cuánto ya pasó?
—Más de una semana.
—¿Y cómo lo ves?
—Él está muy animado, ya sabes; siempre positivo y demasiado sonriente. Ayer nos desvelamos viendo una serie en Netflix y tiene más vida que yo.
—¿Cómo que tiene más vida que tú?
Si tan solo fuera más fácil poder expresar todo lo que me está sucediendo. ¡Mi cuerpo está lleno de agotamiento!
—¡De verdad! Hoy me siento muy cansada. No he dormido bien estos días —me limité a decirle.
Hubo un silencio en nuestra conversación. En el pasillo del hospital el movimiento era moderado. Enfermeras caminando, uno que otro paciente de aquí para allá y yo, observando cómo la vida a veces nos sigue dando cosas inesperadas.
—¿Tienes miedo?
Su pregunta me puso a pensar.
—No, más bien. ¡Mmmmm! Estoy un poco pensativa por todo lo que sucedió.
—Pero Édgar ya se encargó de poner vigilancia en tu casa y en casi todos los lados a los que vas, así que puedes estar tranquila. ¡Todo estará bien!
—Eso lo sé. Pero... Fíjate que no es esa mi preocupación, o sea, más bien, no me preocupa que vaya a suceder algo malo de nuevo, eso no me causa temor.
—¿Y qué te causa temor?
Sentí una corriente suave de aire recorrer por el pasillo del hospital.
—El hecho de saber que Aldo ha vuelto. ¡Ese maldito tuvo la culpa de lo que le paso a Emilio! No tengo duda.
—¿Te aterra su presencia?
—¡Algo anda mal! Sé que él busca venganza.
—¿Crees que quiera vengarse de ti por todo lo que paso?
—Más bien, quiere vengarse de mí por la forma en cómo me cobre su estupidez, según él, yo le arruine la carrera como futbolista. Y por eso hizo lo que hizo. ¡No es justo que quiera intentar meterse con Emilio! Esta vez fue demasiado lejos.
—¿Temes a que lastimen a más personas cercanas a ti?
Y es que esa era la verdadera cuestión de mi preocupación. Cien por ciento, yo estaba acostumbrada a sufrir en silencio, pero, que lastimen a mis amigos, eso era otro nivel. ¡Me inquietaba pensar que volverían a lastimar a mis seres queridos!
—¡Exactamente! No quiero que nadie más sufra por algo en lo que solo estamos metidos Aldo y yo. No me gusta que la gente sufra por mi causa.
—Te entiendo, en parte entiendo tu sentir. Pero bueno, tú sabes que no estás sola.
—Si eso lo sé. Gracias por estar al tanto de mí y de Emilio.
—Eso es lo que hacen los amigos. Y ya sabes, si necesitas que alguien te ayude con el trabajo sucio, aquí estoy, dispuesto a mancharme.
Sonreí.
—¡Lo sé! Solo espero que nadie se ensucie las manos por mí. No está vez.
—Vale. Te dejo, iré a comprar unas cosas y ya casi inicia mi curso preuniversitario. Samuel vendrá conmigo.
—Con cuidado. ¡Te lo encargó! Si se porta mal me dices.
Escuche una risita.
—Sí. Cuenta con ello. Y avísame si dan de alta a Emilio. ¡Hay que hacerle una sorpresa de bienvenida!
—¡Claro! Te aviso entonces.
Finalizamos la llamada.
Recargue mi cabeza contra la puerta de madera y deje escapar un suspiro. ¿Por qué estaba pasando esto? ¿Es que acaso el pasado no me quería dejar en paz? ¿Por qué...?
Acomode mi playera y me estire un poco. Decidí entrar de nuevo. Ambos se giraron a mirarme.