Inefable

Inefable

INTRO

...INEFABLE es una historia de IRWIN SAUDADE (CHICO LITERARIO)...

...Este es el libro 3 de una trilogía que está disponible aquí en NovelToon, este es el orden:...

...Libro 1 ¡PÍDEME QUE TE OLVIDE! ...

...Libro 2 EL AMOR QUE NO TE PUEDO DAR...

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...© Todos los derechos reservados © Irwin Saudade...

...Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, ya sea mediante medios digitales e impresos, sin el consentimiento del autor....

...DEDICATORIA...

...Para el niño herido que vivió en mí durante muchos años. ...

...Para todos los que alguna vez sufrimos en silencio por no tener el valor de gritar nuestros sentimientos. ...

...Para mi familia, para mi médico, para ti. ¡Estas líneas te pertenecen!...

...INEFABLE es una historia basada en hechos reales....

...INTRO...

—¡Vas a estar bien! ¡Tranquilo! ¡Todo va a estar bien! —Quise calmarlo, se veía muy angustiado. Nuestras manos estaban unidas y la fuerza de su dolor me partía el corazón.

Le dolía mucho, ni siquiera pudo terminar de jugar.

—¡Me duele mucho! —Emilio se quejaba con gritos intensos, estaba sufriendo mucho, era como si se le estuviera quemando el corazón por tanto dolor.

—¡Estarás bien! Te lo prometo —fue lo último que alcancé a decirle.

Los enfermeros no me dejaron entrar con él, se lo llevaron a toda prisa para poder atenderlo e instalarlo en su habitación. Mis manos estaban húmedas por sus lágrimas y cuando me detuve a mirar mi palma izquierda, descubrí que algo no andaba bien en mí.

¿Qué era eso? ¿Un chancro? ¿Una ronchita? El aroma del duelo me causa inestabilidad, no tengo cordura y mis pies comienzan a alejarse de la tierra. ¡Mi garganta comienza a arder! Quiero sentir que puedo cumplir con mis metas, quiero luchar por lograr alcanzarlas y a veces, la vida me patea con mucha fuerza. ¡Me siento destrozada por todo lo que nos está pasando!

¡Todo esto me aplasta! Verlo a la deriva, sufriendo por mi culpa. ¡Emilio no se merece esto! ¡Nadie merece sufrir por mí! Siento que estoy muriendo, que lentamente mi corazón se está enfermando y me duele no poder expresar como me siento en realidad. ¡Porque algo hice mal! Permití que mi corazón se abriera ante una persona que me utilizo para entrar en mi cuerpo de una forma despiadada. ¿Y qué ha pasado? ¿Que gane yo al quedarme callada por tanto tiempo? ¿Cómo termine?

...¡Sigo aprendiendo a vivir con el duelo de no estar contigo!...

Mis fuerzas luchan por sacarme a flote, me duele el pecho por las noches y el llanto inunda la habitación donde duermo, completamente no me siento bien. ¿Por qué? Me dolió mucho saber que mis consecuencias fueron el resultado de querer vivir en silencio. ¿Por qué sentirme culpable? ¿Por qué ponerme tan dramática en un momento como este? ¡Todo me inquieta!

De momento siento un dolor intenso que mi alma no logra superar. ¿Qué es eso? ¿Por qué un sentimiento así de fuerte? ¡Quiero llorar y no puedo! Me obligo a aparentar fortaleza. Abro los ojos y quiero no estar aquí, pero mi cuerpo lo necesita. ¡Debo curarme el alma! El médico me hace pasar a su consultorio, la puerta se cierra y cuando me siento frente a él, mis nervios aumentan. ¡No quiero estar aquí! ¡Pero si quiero!

¡Necesito aclarar mis sentimientos! Me animo a tocar la puerta de su despacho.

—¡Adelante! —Responde él.

Abro la puerta, mi corazón late con mucha intensidad. Sus ojos se enfocan en mí, sonríe con amplitud y me invita a tomar asiento frente a él. 

—Tu amigo ya está en su habitación, le tomarán unas placas para ver el estado de su lesión.

—Que bueno que ya lo están atendiendo.

—Sí, está grave.

¿Qué tan grave podría estar mi querido Emilio?

—Trataré de ser paciente y ojalá pudieran ayudarlo a recuperarse pronto.

—Por supuesto, de hecho, estoy por ir a verlo. ¿Quieres acompañarme?

—Sí. Bueno, antes de ir a ver a Emilio, yo... —me quede callada, mi dolor emocional era tan fuerte que no podía pronunciarlo.

—¿Puedo ayudarte en algo? —Su voz me causa un sismo emocional.

—Sí, de hecho quiero comentarle algo.

—Por supuesto. 

—Creo que estoy mal —esta vez pude decirlo.

Salvador es el nombre del médico y Édgar se había encargado de contactarlo. Al parecer eran conocidos.

—¿En qué estás mal?

¿Cómo mierda puedo expresarlo de forma resumida? Los latidos de mi corazón son cada vez más intensos que antes y solo quiero que esto se acabe.

—Creo que estoy enfermando.

—¿Por qué lo crees?

El color de su bata blanca no me impresiona mucho y siento un escalofrío cuando veo sus ojos. ¡Entre más rápido mejor!

—Creo que... —me cuesta trabajo poder expresarme—. Bueno, yo, me he dado cuenta de que no puedo sanar y el corazón me ha comenzado a doler más de lo normal. ¡Y Emilio está sufriendo! Eso me mata por completo.

Sus ojos parecieron examinar mi semblante.

—¿Cómo es ese dolor? ¿Qué tan intenso y recurrente es?

No me sentía con muchas ganas de profundizar en aquel sentimiento. ¿Tener que recordar lo que ya había logrado superar? ¿Volver a desenterrar aquello que me hizo tanto mal?

—Descubrí algo en la palma de mi mano —evité sus preguntas.

Enfoca su vista en mi mano, la examina a detalle.

—¿Puedo revisar tu boca?

—Sí.

El chequeo fue rápido y la angustia no desaparecía de mí.

—Tengo sospechas de algo, voy a hacer unas pruebas —dice él.

—Está bien.

—¿Alguna vez...? —Su pregunta me hizo doler aún más.

—¿Y si comienza de una vez con las pruebas y evitamos las preguntas profundas? —Sugerí para evitar la charla que desenterraba mis recuerdos.

—¡Claro! Aunque debo llenar un formato, por eso te estoy haciendo esta breve entrevista. Pero si quieres, pasaremos a que tú firmes un permiso de consentimiento.

Tragué saliva, quise imaginar que no estaba aquí, aunque mi realidad era otra. ¿A dónde podría huir? ¿Volver a San Francisco para encontrar calma en mi alma? ¿Intentar regresar el tiempo?

Un recuerdo vino a mi mente: el cielo estaba nublado, las montañas se veían impresionantes y los mezquites, eso era lo que yo veía a través de la ventanilla. En los auriculares sonaba Gibran Alcocer con Idea 15, el aire acondicionado me estaba causando escalofríos.

A mi mente vino el recuerdo del último viaje que hice en autobús y en cómo es que ahora todo iba a cambiar. ¡La vida nos estaba jugando chueco a Emilio y a mí! Parecía que ahora me encontraba frente a la oportunidad de poder curar todo el dolor que esta vida nos había obligado a tener que aguantar. Pero también, existía la posibilidad de no salir victoriosa. Esta vez no podría huir, no debía salir corriendo para buscar mi propia paz. ¡Yo tenía que ser valiente!

—¿Terminaste de firmar? —La voz del médico me hace volver a la realidad.

Obligue a mi cerebro a controlar mis pensamientos. ¡El pasado no se podía arreglar! Nada se podía cambiar hasta este punto y entonces, por eso, estamos aquí.

—Ya firme —respondí apenas audible.

—¡Excelente! Te reitero que esta información será confidencial. ¡No te preocupes!

¿No preocuparme? ¿Tenía motivos para no hacerlo? ¡Todo me preocupaba en este momento! Quería que estuviéramos bien. Emilio y yo, a salvo. ¡Juntos!

—No puedo evitar preocuparme. Tengo muchos pensamientos inquietantes.

Sus ojos se enfocaron más en mí, la serenidad de Salvador me hizo dudar de la realidad.

—Supongo que descansaras cuando al fin...

—¿Puede comenzar ya? —Fui directa—. Tampoco quiero que Emilio esté mucho tiempo solo en su habitación. Me gustaría ir con él.

Asintió. Se quedó en silencio, mirándome con atención. 

El aroma de su oficina era una mezcla a medicamentos y aromatizante de citronela. Tragué un poco de saliva, mis nervios aumentaron más y de verdad, quería poder terminar con todo esto. ¿Por qué nos estaba pasando algo así? ¿Por qué tenía que acabarse nuestra felicidad? ¿Por qué no duró más? ¿Por qué nada es eterno en esta vida?

—¡Por supuesto! Tomaré unas muestras de sangre. No va a doler, puedes estar tranquila.

Mis pensamientos no estaban quietos, Emilio y su dolor era lo que principalmente no podía olvidar. Mi dedo índice temblaba, el médico rompió la envoltura de una prueba y alistó todo.

—Me tiembla mucho el dedo, yo creo...

Rápidamente, me sujeto la mano y aprisionó mi índice con sus dedos.

—¡Tranquila! Está bien, lo entiendo. ¡Todo estará bien!

Sentí un ligero piquete, presionó mi dedo y la gota de sangre fue absorbida por el gotero.  Apretó un poco más, exprimió para obtener más sangre. Me ofreció un algodón con alcohol y cubrí la diminuta herida.

—¿De verdad cree que todo pueda estar bien? —Me animo a preguntarle.

Sonríe muy tenuemente.

—Aunque las cosas se estén poniendo difíciles, nunca dejes de ser optimista —sus palabras resultaron ser un consejo.

¡Ojalá todo estuviera bien!

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Elizabeth Sánchez Herrera

Elizabeth Sánchez Herrera

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2024-06-07

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