Ansel y Emmett han sido amigos desde la infancia, compartiendo risas, aventuras y secretos. Sin embargo, lo que comenzó como una amistad inquebrantable se convierte en un laberinto emocional cuando Ansel comienza a ver a Emmett de una manera diferente. Atrapado entre el deseo de proteger su amistad y los nuevos sentimientos que lo consumen, Ansel lucha por mantener las apariencias mientras su corazón lo traiciona a cada paso.
Por su parte, Emmett sigue siendo el mismo chico encantador y despreocupado, ajeno a la tormenta emocional que se agita en Ansel. Pero a medida que los dos se adentran en una nueva etapa de sus vidas, con la universidad en el horizonte, las barreras que Ansel ha construido comienzan a desmoronarse. Enfrentados a decisiones que podrían cambiarlo todo, ambos deberán confrontar lo que realmente significan el uno para el otro.
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📌Novela Gay.
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Capítulo 07. Cabrón desconocido.
Emmett pellizcó levemente el cuello de su amigo, provocando que Ansel soltara un pequeño jadeo y se retorciera en su asiento. Él disfrutaba de verlo así, tan indefenso bajo su control.
—Emmett... —murmuró Ansel, aferrándose a la solapa de la camisa de su amigo, los ojos aún cerrados.
Las manos de Emmett estaban frías, y el hormigueo que Ansel sentía comenzó a propagarse rápidamente a lugares que no debía. El suave toque de Emmett bajaba por su brazo hasta llegar a su cintura, sus movimientos lentos, casi deliberados, intensificaban cada sensación, haciendo que Ansel perdiera el poco autocontrol que le quedaba.
Una sonrisa de satisfacción adornó el rostro perfecto de Emmett al ver cómo Ansel mordía su labio inferior, aferrándose a él con más fuerza. Sin detenerse, deslizó su mano un poco más abajo, introduciéndola bajo la camisa de Ansel. La piel cálida y suave le causó un leve cosquilleo en los dedos. Al pellizcar la cintura de Ansel, sintió cómo su amigo temblaba en sus brazos.
—Basta... —jadeó Ansel al sentir la mano de Emmett recorriendo su espalda y cintura sin restricción alguna—. Estamos en el cine, Emmett.
Pero Emmett no prestó atención. La mano que había estado inmóvil detrás del cuello de Ansel se movió, tirando de su cabello castaño hacia atrás. Ansel abrió los ojos sorprendido, encontrándose con la mirada intensa de Emmett. Los ojos azules de su amigo brillaban con una mezcla de deseo y determinación.
El rostro de Emmett estaba tan cerca que Ansel pudo verse reflejado en sus ojos. Su propio rostro estaba sonrojado, con una mezcla de deseo y anhelo evidente. Pero no le importaba cómo lo veía Emmett en ese momento; solo pensaba en volver a probar sus labios, en perderse en el calor de su lengua.
—An... —susurró Emmett, moviendo sus labios apenas sobre los de Ansel sin llegar a besarlo del todo. Estiró el labio inferior de Ansel con sus dientes antes de chuparlo con fuerza, provocando que Ansel hundiera los dedos en su hombro.
—Emmett... —jadeó Ansel, sus ojos brillando con una mezcla de emoción y vulnerabilidad. Ver a su amigo tan sumiso, con la respiración entrecortada, hizo que la nuez de Adán de Emmett rodara nerviosamente.
Emmett estaba al borde de perder el control por completo y besar a Ansel como tanto deseaba, pero en ese momento las luces del cine se encendieron bruscamente, sacándolos de su trance. Ambos se separaron de inmediato. Ansel rápidamente se acomodó la camisa y Emmett tomó un largo sorbo de su soda, tratando de recuperar la calma.
—Vamos, Ansel —dijo Emmett después de terminar el medio litro que quedaba en su vaso. Ansel asintió en silencio y se levantó. Ambos caminaron hacia la salida sin decir una palabra, el aire entre ellos cargado de tensión. Ansel caminaba con la mirada clavada en el suelo, sus manos apretadas nerviosamente frente a él. Tomó una bocanada de aire, dispuesto a hablar.
—Emmett...
—¿Te molesta si te regresas solo? —lo interrumpió Emmett, deteniéndose en medio del pasillo—. Es que me acordé de que quedé de verme con Alex para comprar algo, y ya voy tarde.
Ansel mordió su labio y levantó la mirada. Emmett se sujetaba el cuello y miraba hacia otro lado, claramente evitando el contacto visual. La excusa que había dado sonaba tan absurda que ni él mismo parecía creérsela. En ese instante, Ansel se sintió como un tonto.
—Entonces... adiós.
Sin esperar una respuesta, se alejó casi corriendo, con los ojos ardiendo por las lágrimas que amenazaban con desbordarse.
—Eres un idiota, Ansel, un maldito idiota —murmuraba mientras corría entre la multitud.
Antes, cuando estaban en la oscuridad de la sala de cine, sintió que Emmett lo deseaba tanto como él. Con la poca luz de la pantalla, pudo ver el brillo del deseo en el rostro de su amigo. Las manos de Emmett lo acariciaban y apretaban su piel, como si quisieran ir más allá de esos besos ardientes.
Pensó, equivocadamente, que al menos lo veía como una posible pareja. Sin embargo, ahora que Emmett le había mentido para poder alejarse, todos sus sentimientos fueron aplastados y arrojados a un vacío del que no quería dejarlos salir nunca. Anhelaba encadenar ese amor estúpido que lo enloquecía y mantenerlo en una jaula de desinterés, hasta que con el tiempo y, quizá, la llegada de una nueva persona a su vida, muriera.
Sus manos temblaban de impotencia y sus ojos ya estaban húmedos por las lágrimas que comenzaban a brotar. No podía culpar a Emmett por su dolor. Después de todo, fue él quien decidió seguir ayudándolo, y aunque su mente le pedía que se alejara, su corazón lo guiaba por el camino del sufrimiento, un sendero que estaba dispuesto a recorrer sin importarle si lo llevaría a un hermoso paraíso o a un horrible infierno.
Levantó la mirada, empañada por las lágrimas, y divisó una banca lejana. Era de noche, y las personas comenzaban a ser menos en las calles, lo cual le resultaba un alivio; no quería que nadie lo viera llorar. Caminó sin mucho ánimo hasta la banca y se dejó caer en el frío metal, echando la cabeza hacia atrás y cerrando los ojos.
Ellos se conocían desde niños. Habían entrado juntos a la guardería, comenzaron a caminar casi al mismo tiempo, e incluso celebraron algunos cumpleaños el mismo día. De niños, prometieron estar juntos siempre, e incluso en aquellos juegos infantiles juraron ser padrinos de las bodas del otro. Pero él se había enamorado, y probablemente sería el único en ver cómo Emmett caminaba hacia el altar, de la mano de una hermosa mujer.
No era su intención amar a su amigo de esa manera. Nunca pensó que se enamoraría de él tan tonta y perdidamente. Quizá fue que Emmett le prestaba más atención que a los demás, o tal vez esos hermosos ojos, tan azules como el mar, lo habían cautivado, hundiéndose sin remedio en ellos. Ni siquiera él sabía cuándo ni cómo sucedió, pero ya no había vuelta atrás, y eso era lo que más le dolía.
Ahora que Emmett lo había ignorado y buscaba la manera de alejarse con una excusa absurda, era solo una pequeña muestra de lo que podría pasar si algún día le confesara sus sentimientos. Ansel soltó una carcajada sarcástica para sí mismo, mientras las lágrimas corrían más intensamente por su rostro.
—¡Hey! —un grito fuerte lo hizo incorporarse de golpe en la banca. Miró hacia el origen de la voz y se encontró con un chico rubio, alto, con el cabello un poco largo hasta los hombros, atado en una media coleta. El tipo dio dos pasos torpes hacia él, levantando la mano en la que sostenía una botella de whisky—. ¿Te rompieron el corazón? —El desconocido se sentó a su lado y Ansel frunció el ceño—. El amor es una mierda, ¿verdad?
—Lo es —respondió, volviendo a su postura anterior—. Y es peor cuando no eres correspondido y te ilusionas solo, porque en tu mente ya hasta te casaste con esa persona, adoptaron un perro y tienen una gata persa presumida que se llama Nia. —Ansel esbozó una sonrisa impotente, sorprendido de estar hablando de sus problemas amorosos con un desconocido borracho.
El chico terminó la botella y miró a Ansel fijamente por un rato prolongado. Justo cuando Ansel comenzaba a sentirse incómodo y pensaba en irse, el tipo habló de nuevo, su aliento a alcohol le golpeó de lleno en la cara.
—Perdóname —dijo entre sollozos—, fui un cabrón, pero te amo.
Ansel se sorprendió por sus palabras y quiso retroceder, pero el tipo lo impidió, agarrándolo con fuerza por el rostro.
—De verdad, perdóname, no quise engañarte.
Ante esas palabras, Ansel rodó los ojos. Este imbécil había sido infiel y ahora estaba borracho pidiéndole perdón a la persona equivocada. Sintió una leve satisfacción al verlo así. No sabía nada de la otra persona, pero los infieles siempre son unos cabrones.
—Bueno, si fuiste infiel, te mereces sufrir.
—Lo sé, lo sé, pero no quiero separarme de ti. Él fue quien me besó y quien me emborrachó. Yo no quise. Te amo, te lo juro. Leo, por favor, perdóname.
Antes de que Ansel pudiera decir una palabra, el tipo se lanzó sobre él y lo besó a la fuerza. Los brazos del desconocido lo rodearon con fuerza y su boca se movía con demanda sobre la suya. No fue hasta que Ansel le dio un rodillazo que lo soltó. Al intentar besarlo de nuevo, Ansel le propinó un puñetazo en la cara.
—Ahora entiendo por qué te dejaron, cabrón de mierda —Ansel se puso de pie, se limpió la boca con la mano y escupió al suelo. Estaba a punto de gritarle al tipo, pero antes de que pudiera hacerlo, lo vio caer al suelo, inconsciente—. Oye, despierta, no puedes quedarte aquí —lo movió con el pie, pero el desconocido solo murmuró el nombre de Leo, pidiendo perdón—. Sé que me voy a arrepentir, pero no puedo dejarte aquí.
Soltó un largo suspiro y, con esfuerzo, lo levantó hasta ponerlo de pie. Estaban en el centro de la ciudad y había varios hoteles cercanos. A pesar de estar asqueado por el beso forzado, no podía dejarlo tirado en la calle, y entendía que el alcohol había sido el culpable.
—Qué mala suerte tengo. El mismo día que me rechazan indirectamente, un cabrón desconocido me besa —murmuraba mientras arrastraba al tipo sin ningún cuidado.