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Eros, ¿Un Dios Distraído?

Eros, ¿Un Dios Distraído?

Status: En proceso
Genre:Romance / Malentendidos
Popularitas:2.8k
Nilai: 5
nombre de autor: Maria Esther

Existen muchas probabilidades que la muerte de cada uno de nosotros dé lugar a problemas de orden legal. El fallecimiento de una persona puede implicar el pago de una doble indemnización con cargo a una póliza de seguro. Esta misma póliza puede contener una cláusula en la que se señale que la compañía no pagará un solo centavo si el beneficiario se suicida dentro de los dos años siguientes a la fecha de entrada en vigor del documento.

NovelToon tiene autorización de Maria Esther para publicar essa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

El sujeto y el "lazo".

Cuando una persona tiene un perro, se esfuerza por saber dónde para a cada momento. Se niega a dejarlo correr de acá para allá, por la vecindad. En cambio, las que poseen gatos se lavan siempre las manos, no quieren responsabilidades. Esos horrorosos animales se metían entre mis matorrales, intentando atrapar a mis pajaritos. Comuniqué a mis vecinos que por el hecho de dedicarme yo a cuidar de unos pájaros, debían procurar que sus gatos no salieran de sus casas. Y como todo continuó igual, me hice por último de un veneno muy activo, untando con él unos trocitos de carne, que coloque en diversos sitios con la esperanza de acabar con aquellas odiosas bestias.

¿Y qué más?, inquirió la señora Rodríguez, más interesada que nunca.

A continuación, el sujeto contestará: ¡Válgame Dios! Tenemos sin duda los mismos gustos. La verdad es que yo también me he entretenido cuidando de varios pájaros y sacándoles fotografías. Conseguí algunas muy buenas... Luego, aparecieron los gatos. Lo cierto, es que no fui tan lejos como usted, pero si es verdad que coloqué en un sitio idóneo un poco de veneno destinado al más agresivo de los gatos, uno que no se movía prácticamente de mi casa.

A esto, el "lazo" contestará: ¿Tuvo usted dificultades a la hora de conseguir el veneno? Y entonces, el sujeto se explayará y dará toda clase de detalles acerca del sitio en que obtuvo el veneno, refiriendo todo lo concerniente del caso.

El "lazo" es, desde luego, un detective privado muy inteligente, que improbablemente, lleva convenientemente escondido en su indumentaria un pequeño magnetófono, en el que graba todo lo que el sujeto le cuenta respecto al envenenamiento del gato. Tal procedimiento es caro, por supuesto. Ahora bien, en ocasiones uno tropieza con gente dispuesta a aportar todo el dinero que haga falta con tal de llegar a conclusiones definitivas y rebatibles.

Le he comprendido perfectamente, declaró Kendra Rodríguez sin que en su voz se notara ninguna inflexión especial.

¿Se ha hecho usted últimamente de alúun amigo o amiga a quien haya confiado o piense confiarse?, le preguntó Martínez.

Kendra Rodríguez se quedó pensativa, tras unos segundos de silencio, contestó:

Pues sí... en cierto modo.

Hábleme de esa persona.

La señora Rodríguez repuso:

Me disponía a asistir a una conferencia sobre México y la civilización maya. Deseando poseer algunos conocimientos generales sobre el tema, me dirigí a una biblioteca donde localicé varios libros que se ocupaban de Yucatán.

La mujer que llegó allí para sentarse al otro lado de la mesa, consultaba también unos libros que trataban de Yucatán. Se dio cuenta de lo que yo estaba leyendo. Yo noté a mi vez qué era lo que había atraído su atención. Intercambiamos una sonrisa y le expliqué que me estaba documentando para comprender mejor la conferencia a que pensaba asistir a aquella noche. Resultó que ella abrigaba el mismo propósito que yo...

¿Cuál era su nombre?, preguntó Martínez.

Rosa Lara.

¿De qué edad?

La mía, aproximadamente.

¿Casada o soltera?

Viuda.

¿Se han estado viendo?

Tomamos café después de la conferencia, la invité a tomar un cóctel conmigo esta noche.

¿Y a cenar?

Estoy citada con una persona para la cena.

Martínez enarcó las cejas.

Repentinamente, Kendra Rodríguez cambió de tema.

Bueno, señor Ruiz... aquí todos andamos ocupados. El señor Martínez ha tenido la amabilidad de recibirme entre dos entrevistas. Estimo en mucho su diferencia. ¿Cuanto dinero tengo que entregarle?, ¿cuándo cree usted que podemos empezar?

Puede usted entregarme $150 respondió Ruiz, mi colaborador le costará $50 por día y hay gastos que cubrir: los de taxis y otros por el estilo.

La vigilará a partir del momento en que abandone este edificio. Cuando el hombre que ha estado siguiéndola se deje ver, saque su pañuelo y páseselo por el ojo derecho, como si le hubiese entrado en el mismo alguna motita de polvo. Luego, se guardará el pañuelo, mirando al hombre por un momento. Seguidamente, apartará la vista de él.

¿Qué tengo que hacer seguidamente?

Nada, repuso Ruiz.

Kendra Rodríguez se puso en pie.

Han sido ustedes muy atentos conmigo y deseo que sepan que les estoy muy agradecida.

El Señor Martínez me facilitó el nombre de la agencia de detectives Ruiz, y yo extendí un cheque por $200, al disponer abonar al señor Martínez la cantidad por él fijada como abogado.

Ahora, supongo que usted querrá que entre en su despacho para que su colaborador me conozca, para que nos conozcamos los dos.

Todo lo contrario, manifestó Ruiz, estimo que es mejor que usted no sepa quién es él...

Pero es que así sabré cuando empieza a seguirme.

Tratándose de uno de mis colaboradores, no lo descubriría nunca, manifestó Ruiz. Además, él no va a seguirla a usted, andará detrás de su perseguidor.

Entonces, ¿qué es lo que he de hacer?

Un momento.

Luis descolgó el teléfono de Martínez y marcando apresuradamente un número dijo:

Pablo Ruiz al habla. 33, 86 y 92, inmediatamente.

A continuación, colgó.

¡Dios mío!, le veo un tanto misterioso, declaró Kendra Rodríguez.

Ruiz se echó a reír.

Se trata de una comedia que solemos representar de vez en cuando. ¿Quiere usted acompañarme al escenario, señora Rodríguez?

Ella sonrió.

De esta manera, su colaborador podrá localizarme, ¿no?

Ruiz movió la cabeza, denegando.

Vamos, vamos, dijo la señora Rodríguez. Él utilizará el ascensor al mismo tiempo que yo y no voy a ser tan ingenua que...

Seré yo quien descienda con usted en el ascensor, indicó Ruiz. Pienso comprar un puro en el puesto existente en el vestíbulo.

Comprendido, contestó ella.

Ruiz abrió la puerta del despacho, inquiriendo: ¿nos vamos?

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