Esta es la historia de Sébastien Lafertè Dumont, un alfa que se mantiene alejado de los romances pues su prioridad son los tres grandes imperios que maneja junto a sus primos.
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Don Ver-gas!
¿Por qué justo ahora? Se cuestionaba, no era posible que esa mujercita con pinta de niñita de 13 años, fuera su mate, ni siquiera tenía pechos, ¿hermosa? Definitivamente lo era, sin embargo, a él no le interesaba tener a su mate ahora mismo.
''No la vas a rechazar, ella es nuestra mate y no podemos causarle más sufrimiento'' - habló Paris, el lobo de Sébastien.
''¿Más sufrimiento?'' - preguntó.
''¿No la hueles?'' - indagó.
Efectivamente, allí estaba ese olor, olor a tristeza. Había llorado demasiado, las lágrimas olían recientemente. Aquella sensación le compungió el corazón, tenía que saber qué es aquello que la lastima tanto.
- Su currículum dice que es colombiana, ¿de qué lugar viene?
- Vengo de un pequeño pueblo llamado La Esperanza, es cerca de la ciudad de Cali, ¿conoce Colombia?
- Sí, tenemos varios hoteles allí, en Cali tenemos uno también.
La chica asintió, sin duda estaba frente a alguien muy importante dentro del mundo de los negocios, había leído en revistas de negocios artículos completos donde se hablaba del más joven de los Dumont, al que lo precedía toda una dinastía de hombres notables en los negocios.
- ¿Y su familia qué dice de su estadía en Francia? - percibió entonces que el olor a tristeza aumentó al 1000 por ciento.
- Ellos siempre me apoyaron. - su mirada se apagó.
- Puede retirarse, más tarde tenemos que ir a la sala de juntas, téngame preparado la carpeta negra que debe estar en uno de los cajones. - quiso cortar el momento incómodo.
Sandra se retiró, para su mal, que le preguntaran acerca de su familia era necesario, no los quería olvidar, no, ella solo quería apagar el dolor de saber que ya no vería nunca más a su Amita, ni a su Taita, ni tampoco a sus hermanos John Jairo, Andrés y Juan Esteban. Sus ojos se cristalizaron por un momento, respiró profundo y se calmó.
Sébastien no lograba concentrarse en nada, el aroma a canela y miel era intenso, inhalaba la frescura del olor de su mate para llenarse de él.
Se levantó para ir a la sala de juntas, al abrir la puerta, la vio concentrada tecleando en la computadora.
- Señorita Jaramillo, ya es tiempo de ir a la sala de juntas. - habló pasando de largo sin siquiera mirarla.
- Como ordene Don Ver-gas. - susurró tan bajo, que por el solo hecho de ser un hombre lobo, fue que logró escuchar.
Caminaron o más bien, ella iba casi corriendo detrás de él, de verdad que el tipo tenía piernas largas. Al llegar a la sala de juntas, todos observaron a los recién llegados, en especial a la nueva asistente del CEO.
Gerald el encargado del área de publicidad, no le sacaba los ojos de encima, cosa que notó el alfa, quien gruñó por lo bajo.
- Buenas tardes, señores. - saludó el lobo real.
Todos se pusieron en pie e hicieron una reverencia, que era más por su estatus de alfa real que por ser un CEO, aún así, a Sandra le pareció exagerado. El hombre se sentó a la cabeza de la mesa y ella se sentó en una silla detrás en un rincón.
- Veo que tienes nueva asistente, ¿no la presentas? - dijo Gerald con mirada propia de depredador.
- Ella es la señorita Sandra Jaramillo, quien es Mi nueva asistente personal, MÍA, ¿entendido? - remarcó la palabra mía, haciéndoles entender que ella era intocable.
Todos bajaron la mirada ante la voz de Paris, quien había tomado el control en ese momento. Sandra no comprendía por qué todos actuaban tan sumisos ante ese hombre. Todos eran muy extraños, comenzando por su jefe que a veces gruñía como un animal salvaje.
La junta terminó y el alfa salió de la sala con un humor de perros, debía ver cómo se podía deshacer de esa humana. Aunque Paris no quería rechazarla, estaba dispuesto incluso, a abandonar a su humano si hacía tal idiotez.
