Diana es una mujer que llegó a la gran ciudad cuando apenas era una adolescente, tuvo que trabajar en diversos oficios, hasta que conoció a Lucas, el hombre que la llevaría a conocer el mundo de las Damas de compañía...
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Bienvenida a la familia
Teodoro.
¡Dios, esto debe ser una broma! ¿Cómo se le ocurre venir vestida así? Mira nada más ese par de melones que casi saltan de ese maldito vestido infernal, ella es la hija de Lucifer, y está disfrutando que casi me muero de un infarto. Pero mis padres que ahora se les ha dado por volver a la honda hippie de su adolescencia, parece encantarles la vulgaridad de esta mujer. Ya tengo dolor de cabeza con solo verla.
- Cuéntanos, Diana, ¿de dónde eres? - pregunta mi mamá.
- Soy de Bárcena Mayor.
- ¡Oh, alguna vez fuimos allí, es un lugar precioso, bastante rural.
- Demasiado, diría yo. - musito entre dientes.
- Sí, es precioso. - contesta la zor... la rubia, con una preciosa sonrisa, la odio.
Creo que la vena de mi frente se marca.
- Hijo, ¿te encuentras bien? - me pregunta el neo-hippie de mi padre - Te ves terrible.
- Sí, padre, solo hace un poco de calor, es todo.
La rubia me mira con expresión de burla. Estoy seguro de que está disfrutando mucho toda esta situación que me causa incomodidad.
- Bien, creo que nos iremos a descansar, el vuelo fue agotador y bueno, ya saben, supongo que ustedes viven juntos ya - habla mi madre.
¡Joder! No había pronosticado eso ¡Mierda! ¡Me cago en mi mala suerte!
- De hecho... - comienzo.
- Claro que sí, mi caramelito y yo no podemos vivir separados. - asoma, la punta de su lengua viperina por un costado de su sensual boca. Vamos mi amorcito, hoy nos toca darnos cariño.
- Sí... vaquita. - me mira con ganas de matarme.
¡Strike 1!
- Sí, vamos, conejito, le digo así por lo chiquito. - hace una señal de poquito con sus dedos.
La odio tanto, si no fuera por ese afán de mis padres de verme emparejado, ahora mismo estaría teniendo salvaje con alguna mujer, no tendría que soportar la presencia de esa perturbadora mujer de grandes atributos y cintura angosta. Parece actriz nopor.
Cada uno va a su habitación, obvio me tocó irme con la bruja sensual, de cabellos dorados.
- Dormirás en el sofá, yo en la cama. - ordena organiza la descarada, yo enarco una de mis cejas - ¿Qué? - se hace la inocente.
- ¡No! Tú dormirás en el sofá, eres una mujer rural, en cambio yo soy un hombre de ciudad y dormir en ese mueble solo me dejará mal de la espalda.
- Que te den por culo, soy la invitada, si no, tú mami y tu papi, sabrán que mi querido novios es un hijo de puta. - me dice simulando arreglar mi camisa.
- Llevamos 5 horas juntos y ya te odio. - le digo mientras retiro sus suaves y pequeñas manitas.
- En cambio yo ya te estoy queriendo.
Se da vuelta caminando al baño, solo que realmente se dirige al closet, así que la voy a dejar ir a la puerta equivocada, solo por el placer de verla cometer un error.
- Coño, esto es un cuarto de ropa, ¿para qué necesitas tanta ropa?
- ¿Será porque soy un CEO? ¡Dah! - ella es un grano en el culo.
- Ay, pero que malhumorado eres querido novio.
Entra ahora si, al baño. No sé qué tanto hace en el baño, pero estoy que me meo.
Y, ¡Madre mía! ¿Acaso me quiere matar de un infarto?
11
''Maldito Teodorito, no me traiciones con la hija del de abajo'' - pero es tarde, ya el muy traidor se ha levantado y creo que tendré que aplicar las enseñanzas de mi liberada tía Martha en el baño.
Entro más rápido que un bólido, debo alejarme de ella, sino, voy a caer bajo sus encantos malignos.
- Salte de mi cabeza, rubia pecadora. - me repito como un preces - Mañana iré a ver al Padre Benito para que me de penitencia.
Salgo del baño con mi pijama puesta, no pienso mostrarle mi cuerpito a esa desfachatada hija del mal.
Me acuesto en el sofá, con toda la intención de dormir, pero no, a la niña se le da por entablar conversación y espantarme mi tan preciado sueño.
- ¿Qué te hace ser tan amargado tío? ¿Acaso una noviecilla infiel?
- No, no soy hombre de traumas, tampoco soy amargado.
- Yo creo que deberías ser más como tus padres, ya sabes, ellos son buenas personas.
- No soy una mala persona, es solo que para mí la vida no es tan, ¿alegre?
- Pobre, de verdad te compadezco, yo si que amo mi vida alegre.
Todo se queda en silencio, levanto un poco la cabeza y me doy cuenta de que la rubia se ha quedado dormida. Puede decirse que hasta tierna se ve cuando duerme.
- Pobre