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El Diablo que Me Ama

El Diablo que Me Ama

Status: Terminada
Genre:Yaoi / Mafia / Doctor / Maltrato Emocional / Malentendidos / Reencuentro / Amante arrepentido / Completas
Popularitas:346
Nilai: 5
nombre de autor: Belly fla

Josh es un joven psicólogo que comienza su carrera en una prisión de máxima seguridad.
¿Su nuevo paciente? Murilo Lorenzo, el temido líder de la mafia italiana… y su primer amor de adolescencia.
Entre sesiones de terapia peligrosas, rosas dejadas misteriosamente en su habitación y un juego de obsesión y deseo, Josh descubre que Murilo nunca lo ha olvidado… y que esta vez no piensa dejarlo escapar.

NovelToon tiene autorización de Belly fla para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 7

Josh observó los tatuajes que serpenteaban por los brazos de Murilo, algunos escondidos bajo las mangas del chaleco de fuerza, otros visibles — patrones intrincados, símbolos oscuros y, en el rostro, una **cruz negra** estilizada cerca del ojo derecho.

— *Percibo que tienes tatuajes* — comentó Josh, manteniendo el tono casual.

Murilo alzó un poco la cabeza, los ojos brillando con diversión.

— *¿Te gustaron?*

— *Me encantaron. Dime... ¿por qué tantos tatuajes?*

Murilo se inclinó lo máximo que el chaleco permitía, como si estuviera compartiendo un secreto.

— *Cada uno representa algo que yo hice en mi vida. Algo que... quedó marcado.*

Josh no tuvo la certeza de si quería saber qué "marcado" significaba en el vocabulario de Murilo. Pero él ya estaba aquí, entonces podía al menos intentar entender.

— *¿Y la cruz en el rostro?* — preguntó, apuntando hacia el símbolo.

— *Me parece genial* — Murilo rió, como si fuera la pregunta más graciosa del mundo. — *Tengo una más en la pierna... y una que es mi favorita.*

Él giró el brazo derecho lo máximo que las esposas permitían, revelando una **rosa negra y roja**, tan detallada que parecía saltar de la piel.

Josh sintió un frío en la espina dorsal.

— *¿Te gustan las rosas, Murilo?*

— *Adoro* — Murilo sonrió, los ojos fijos en Josh como si estuviera leyendo sus pensamientos.

— *¿Entonces me estás diciendo que eres tú quien manda a poner las rosas en mi cuarto?*

Murilo se recostó, la sonrisa transformándose en algo más sombrío.

— *Tal vez sí, tal vez no. Hay cosas que yo no puedo contar, doctor Josh.*

Josh anotó algo en su bloc, intentando disimular el temblor en las manos. Él sabía que aquella sesión ya había alcanzado un límite peligroso.

— *Bueno, la sesión acabó por hoy. Pero mañana nosotros continuamos.*

Murilo no reaccionó, apenas observó a Josh con aquella mirada penetrante.

— *Doctor Josh...* — lo llamó, cuando Josh ya estaba en la puerta.

— *¿Sí?*

— *Usted viene mañana, ¿verdad?*

Era una pregunta. Una orden. Una amenaza.

Josh tragó seco.

— *Sí. Yo vengo.*

Y entonces él salió, dejando a Murilo solo con sus tatuajes, sus rosas y sus secretos.

Pero una cosa era cierta: cada tatuaje en aquel cuerpo contaba una historia.

Y Josh estaba comenzando a temer que, en breve, **él** se convirtiera en parte de ellas.

Josh cerró la puerta del apartamento con el cuerpo, los hombros pesados como si cargara el peso de todas las palabras no dichas de Murilo. La sesión de hoy lo había perturbado más de lo que le gustaría admitir. *¿Cómo un mafioso preso en una celda de seguridad máxima para criminales insanos consigue mandar rosas para mi cuarto?* Y peor: *¿Por qué diablos él está obsesionado conmigo?*

Su mirada fue atraída hacia la cama.

**Allí estaba.**

Otra rosa roja, solitaria, perfecta, como si hubiera sido colocada allí por manos invisibles.

— *¿Pero cómo?* — Josh murmuró, pasando los dedos por el tallo. *Hoy yo no salí de casa. Ayer no apareció ninguna justamente porque me quedé aquí todo el día.*

Él miró alrededor, como si esperara ver a alguien escondido en el armario, detrás de la cortina, bajo la cama. Nada. Apenas el silencio sofocante del apartamento y aquella flor, insistente, como un recordatorio de que Murilo — o alguien actuando por él — estaba siempre un paso adelante.

Con un suspiro, Josh pegó la rosa y la colocó en el pequeño vaso donde las otras ya estaban marchitándose. *Tres días. Tres rosas.*

El estómago rugió, recordándole que él no había comido nada desde el desayuno. Abrió la aplicación de delivery y pidió una hamburguesa — no tenía cabeza para cocinar.

Mientras esperaba, decidió tomar un baño, intentando lavar no apenas el sudor, sino la sensación de estar siendo observado. El agua hirviendo quemó su piel, pero no consiguió apagar la imagen del tatuaje de Murilo: **aquella rosa negra y roja**, tan parecida con las que ahora adornaban — o asombraban — su cuarto.

El interfono tocó.

— *¡Delivery!* — anunció una voz ronca.

Josh enrolló una toalla en la cintura y pegó la cartera. Al abrir la puerta, sin embargo, no había nadie. Apenas un saco de comida en el suelo y...

**Un sobre negro.**

Su corazón aceleró. No era del restaurante.

Con dedos temblorosos, él lo pegó y abrió. Dentro, una única foto: **él mismo, durmiendo, tomada de dentro del cuarto.**

Y un mensaje:

**"Incluso pareces un ángel durmiendo. Casi da pena despertarte. — M."**

Josh tiró la foto lejos, como si hubiera pegado fuego en sus manos.

*Él estuvo aquí.*

*Dentro de mi cuarto.*

*Mientras yo dormía.*

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