Aurora Parisi es una joven de 20 años, recién egresada de la universidad a su corta edad, estudio negocios y administración, es dulce, amable y muy correcta, ella es hija adoptiva de los Parisi.
Perla Parisi tiene 20 años y es la hermana de Aurora, es egoísta, caprichosa, manipuladora y odia a su hermana, le ha hecho la vida imposible y le ha quitado todo lo que puede.
Aurora siempre se ha negado en trabajar en el negocio familiar, en la mafia, pues, es muy correcta, a pesar de todo adora a su hermana, pero todo cambia cuando Perla se queda con el prometido de Aurora, allí es cuando ella se olvida de sus principios y aceptara la propuesta de su abuelo entrando a un mundo oscuro donde lo conocerá a él y se dejara llevar por la pasión y lo prohibido.
Él, Massimo Caruso un Mafioso cruel, frío, despiadado, sexy y ajeno, hará que la dulce Aurora caiga en la red de lo prohibido.
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Beso.
Aurora.
Mi abuelo se subió a una tarima, toma el micrófono y habla.
— Señoras y señores es para mí un placer presentarles a mi amada nieta Aurora Parisi, mi mayor orgullo y mi nueva sucesora._ Dice llamándome y yo estoy sorprendida.
— Abuelo yo... Pero...— digo susurrando.
— Pero nada, nadie mejor que mi niña.—
Me presento ante todos y doy un discurso improvisado para luego seguir con la fiesta.
Estos eventos me aburren mucha hipocresía, salgo al jardín y mi teléfono suena y contesto con todo lo que mi odio da.
— Mira pedazo de mierda, no me busques ni me llames, que no entiendes que te odio.— Dije y comerte la llamada, suspiré y pegue mi cabeza al barandal de la terraza.
El teléfono me suena nuevamente y me preparo para estrellarlo, cuando mi teléfono es arrebatado por una mamo, ese olor, ese temblor en mi cuerpo es él.
— He, calma, él no tiene la culpa— Dice Massimo y me toma las manos, luego se da cuenta del momento incómodo y se aleja
— Vine por qué llamaron, atraparon a un soplón y cantó sobre la ubicación de los demás.— dice y asiento.
— entonces vamos.— digo y él camina delante y yo detrás, al salir hay varias camionetas listas y un Bugatti negro, él sube a ese auto y me hace entrar, nos dirigimos al lugar, en el camino la tensión está a flor de piel este hombre e intimida y me provoca.
El carro estaciona con cuidado unos metros antes del objetivo, entonces al salir del auto me mira y dice.
— Irás a matarlos con tu elegancia.— dice y ante los ojos curiosos de todos nuestros compañeros que ya llegaron miro a Darrell y le digo que me entregué mi bolso, él ya lo traía en la mano me lo lanza y quito mi vestido sin ver quién carajos me mira, saco de la bolsa un pantalón negro y una camiseta del mismo color, me pongo mis botines corridos, saco mi arma y estoy lista, mientras me vestía veía a Massimo hacer señas, pero no le presté atención al terminar de colocarme el arnés y las chaquetas volteo y están todos mis compañeros de espaldas a mí y a Massimo cruzado de brazos.
— Tú y yo hablamos después, listo señores, no quiero errores— dice y salgo disparada con mis armas y sus silenciadores puestos, mientras camino voy disparando, uno, dos, tres... Diez, muchos más caen, se me acerca un tipo y comenzamos a luchar, golpeo su cara y le doy en la boca, luego le doy una patada partiendo sus dientes y dejándolo en el piso.
Me acerco a otro, luego al siguiente, hasta que agarramos de los huevos a estos pendejos, camino hasta llegar al que reconozco, es uno de los integrantes de la mafia de la Foggia, es una nueva mafia, no es muy conocida, es, pero es violenta, peligrosa y descuida, es algo así con un neófito en sus primeros días de vida.
— Tu bastardo habla, dime quién está detrás de todo esto — le pregunto apuntando su cabeza.
— No te diré nada perra asquerosa.—duce y lo golpeó con mi arma.
— Darrell cuantos prisioneros hay — pregunto mirando a la escoria que tengo frente a mí.
— Hay siete, zafiro.— Contesta y delante de sus compañeros le disparo.
— Vuelve a contar, creo que hay menos.— le digo y camino hasta otro infeliz.
— Hola, idiota, necesito que me digas para quien trabajas— saco mi navaja y la entierro en su pierna, contemos uno, dos, tres, digo a la vez que hago los cortes.—
— No te diré nada, ellos son más despiadados que tu niñita.— dice y sonrío con malicia.
— Darrell me das mi estuche de maquillaje, por favor, el señor necesita que le empolve la nariz— Darrell saca de mi bolso un estuche, rosado, digno de una mujer caprichosa.
— En serio me vas a maquillar para que hable._ dice y se ríe, pero su sonrisa desaparece al ver el primer artículo que sale del pequeño maletín.
Es una mini cierra eléctrica de color en rosa, me encanta esta herramienta, es como yo hermosa y delicada por fuera pero letal y altamente peligrosa.
Tomo la cierra y la coloco cerca de su cara, él al igual que todos está amarrado a una silla.
— te preguntaré una vez más, dónde están tus jefes, quiero nombres ya — digo y este contesta todavía creyendo que solo estoy amenazándolo.
— No sé nada.— dice y sonrío.
— Sabías había un muñeco de madera que si decía mentira le crecía la nariz... Cómo la tuya está bien enorme de tantas mentiras, le haremos un retoque.
Enciendo la cierra eléctrica y la potencia da miedo, todos me miran perplejos y sin ningún remordimiento le remuevo su nariz, es que de verdad es enorme, le estoy haciendo un favor, el sujeto grita despavoridamente y empieza a ahogarse con su sangre es tanta que entra en su boca.
Saco un pañuelo y hago presión.
—Vas a hablar— le pregunto.
Este solo se concentra en su dolor y me mira.
— Bien.— digo y pongo una herramienta en su boca que la mantiene abierta, saco una tenaza y arranco su lengua.
Allí queda muriéndose solo y me acerco al siguiente.
— Y tú, hablarás o empiezo a divertirme.— digo y ni un pajarito canta tan lindo como él, me dice lo que necesito y más, volteo y salgo del lugar, pero un brazo me detiene.
— A dónde vas.— me pregunta Massimo haciéndome temblar con su agarre.
— Voy a recuperar la mercancía y a saldar deudas.— digo se para frente a mí.
— No, tú vas a descansar ahora mismo y es una orden.— dice serio.
— Ahora soy tan jefe como tú.— le digo firme.
— No, yo sigo en la cima de la jerarquía._ dice y a regañadientes asiento.
— Bien, adiós jefe.— Digo y me jala del brazo hasta el auto.
— Yo te traje, yo te llevo._ dice y nos vamos en él, me regala miradas y me recuesto quedándome dormida por minutos.
— Vamos, dice y estamos en un departamento hermoso, todo es negro, blanco y gris.— veo todo extrañada y le pregunto.
— en dónde estamos, me voy tomaré un taxi.—digo y me detiene.
— no te dejaré ir, así que ven y ponte cómoda, te traeré cafe— dice palmeando el mueble.
— No debería estar aquí, usted es casado y no quiero a una loca gritándome y con razón.— digo y este se me acerca dándome la taza de café.
— El que esté casado no cambia nada, seré directo, me gustas, me encantas desde que te vi.— Dice y me río.
— ¿desde hoy?.— digo y me acuna la cara en sus manos.
—Desde así, casi cuatro meses cuando viste a ese hombre comprometerte con tu hermana, estabas tan afectada por ese imbécil que ni me notaste — dice y abro mis ojos a más no poder.
— estaba allí... No te noté, siento el desplante, me disculpas—digo y se acerca a mis labios, puedo ver con claridad sus ojos son verdes con gris, ahora de día son más grises que verde.
— Lo hago si me lo pides con un beso.— dice el muy descarado.
— Que parte de tú tienes esposa y yo no quiero dramas, tú no entiendes.— digo y me besa y maldita, sea que besó, creo que no solo necesito otra braga, sino también otro pantalón y un baño de agua muy helada.
— Que te pasa... No te voy a golpear, eres mi jefe, pero si no quieres que use mi cierra en tu verga no lo vuelvas a hacer.— digo y me mira arrogante.
— No lo harías...— Dice y río, al parecer no te quedó claro en la bodega que no me tiembla la mano.
— Sé que si eres capaz, pero con otro que no sea yo, me deseas y si la cortas con te diviertes.— dice y bufo.
— idiota.— espeto molesta y con el corazón palpitando, yo creo que hasta tengo otro corazón en mi zona baja, ya que también palpita igual...
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