Adrian creía que la suerte rara vez estaba de su lado, especialmente cuando perdió su trabajo debido a la homofobia. Su vida se complicó aún más cuando un accidente lo dejó atropellado, lo que le costó una entrevista de trabajo crucial. Sin embargo, lo que no podía prever era que la suerte a veces se manifiesta de maneras inesperadas. Ser atropellado por Benicio no solo cambiaría la trayectoria de su vida, sino que también desataría una serie de sentimientos intensos y lo llevaría mucho más allá de lo que jamás imaginó.
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Capítulo 4
Después de dejar a Carla en su casa y despedirse de manera algo fría, Benicio se dirigió a su apartamento. Al llegar, se dio una ducha. Bajo el chorro de agua, apoyó una mano en la pared y empezó a pensar. Tanto su familia como Carla le instaban a que se casaran pronto. Sin embargo, mientras contemplaba esta salida a su dilema, se veía a sí mismo atrapado en un matrimonio infeliz y frustrante.
Al terminar con la ducha, Benicio envió un mensaje a su terapeuta pidiéndole una cita urgente, pues se sentía al borde de un ataque de pánico. Luego, se sirvió un trago de su bebida favorita y se paró frente al gran ventanal de su sala. Se quedó allí, sumido en sus pensamientos, consciente de que esa sería otra noche de insomnio.
Mientras Benicio se encontraba inmerso en sus preocupaciones esa noche, Adrián acabó de leer unas páginas del libro que estaba siguiendo y luego se preparó para acostarse. Quería descansar bien para la importante jornada que tenía por delante. Había recibido otra oportunidad y estaba resuelto a no desperdiciarla.
A la mañana siguiente, ambos retomaron sus rutinas. Sin embargo, Adrián intentó mantener la concentración en su trayecto, evitando la ansiedad que le había afectado el día previo para prevenir percances. Por su parte, Benicio se levantó de mal humor. Había dormido poco, sufría un dolor de cabeza y se sentía sumamente irritado.
Dado su estado, Benicio optó por no conducir ese día y dejó que su chófer lo llevara al trabajo. El dolor de cabeza era intenso y no quería arriesgarse a provocar otro accidente, como el que había ocurrido antes. Al llegar a la oficina, se dirigió directamente a su despacho y pidió a su secretaria que le consiguiera un analgésico para la migraña. Tenía muchos asuntos pendientes y necesitaba estar en plena forma para abordarlos.
Adrián llegó justo a tiempo al lugar de la entrevista. La primera parte se llevaría a cabo en el departamento de recursos humanos, y quienes superaran esta etapa serían entrevistados personalmente por el presidente de la empresa, ya que una de las vacantes era para el puesto de asistente presidencial.
Adrián destacó entre los aspirantes y fue uno de los tres escogidos para la siguiente fase. Su currículum impresionó y sus respuestas en la entrevista fueron precisas y coherentes. Se había convertido en un serio candidato para el puesto.
Los tres candidatos esperaron en una sala anexa antes de ser llamados para la entrevista con el presidente, que tendría lugar en la sala de juntas. El primero entró y tardó algo de tiempo en salir. Luego le tocó el turno a Adrián, quien ya se imaginaba cuál sería la reacción del presidente al verlo como uno de los posibles aspirantes al puesto.
Cuando Adrián accedió al lugar, encontró a Benicio cerca del ventanal. Benicio parecía incómodo, ajustándose la corbata, pero se dirigió a Adrián sin mirarle.
—Tome asiento, ya comenzaremos — dijo, mientras seguía ajustando su corbata.
Adrián hizo lo que se le sugería y se sentó, observando con el ceño fruncido que Benicio no se encontraba bien. Pronto, el hombre frente a él se giró y lo miró con sorpresa.
—¡Tú!
—Buenos días, señor. Vine por la entrevista —explicó Adrián inmediatamente.
—¿No me digas que venías a esta entrevista ayer? —Benicio estaba genuinamente sorprendido.
—Sí, pero tuve la suerte de que se aplazó,— respondió Adrián con una sonrisa tímida.
—Yo no estaba en condiciones para eso ayer, pero es una coincidencia interesante. No imaginaba que podría haber atropellado a un aspirante a un puesto en mi empresa. Sin embargo, ya que está aquí, quiere decir que es competente. Tome asiento de nuevo; continuemos.
Benicio comenzó a examinar el currículo de Adrián y a hacerle preguntas. Aunque tenía la oportunidad de compensar por el incidente pasado, siguió actuando como un empresario, decidido a seleccionar al candidato más cualificado para el puesto.
De cierta manera, se alegraba de que Adrián fuera un aspirante cualificado, pues así podría ofrecerle el puesto al hombre al que había herido accidentalmente. Benicio estaba a punto de anunciar que Adrián estaba seleccionado cuando de repente, empezó a sufrir una intensa falta de aire.
Se llevó una mano al pecho y aflojó más su corbata. Su respiración se aceleró y sus manos comenzaron a temblar visiblemente. Lo que temía había ocurrido; estaba padeciendo otra crisis de pánico.
Adrián se dio cuenta de que Benicio no estaba bien desde que entró en la sala. Al ver la situación agravarse, se levantó de la silla y fue a socorrer a Benicio. Aflojó aún más la corbata de éste, le desabrochó dos botones de la camisa y empezó a hablarle con calma.
—Señor, escúcheme. Atienda a mi voz y míreme. — Agarró las manos de Benicio, colocándolas contra su propio pecho — Siga mi respiración e intente acompasarla.
Adrián siguió hablándole a Benicio, manteniendo una postura inclinada hacia delante, cerca, y procurando que se sintiera seguro. Benicio empezó a fijarse en los ojos verdes del hombre frente a él, que parecían transmitir calma y serenidad, justo lo que desesperadamente necesitaba para superar la crisis.
Solo tras unos minutos, Benicio consiguió calmarse un poco. Su respiración empezó a normalizarse, aunque todavía no soltaba la mano de Adrián.
—Voy por un poco de agua para usted —dijo Adrián serenamente.
Solo tras estas palabras, Benicio se percató de que tenía sujeta la mano de Adrián con firmeza. La soltó y apartó la mirada. Adrián se apresuró a buscar un vaso de agua para Benicio y, después de beber un poco, se sintió capaz de hablar.
—Gracias por su ayuda. ¿Cómo sabía qué hacer? Ha mantenido la calma impresionantemente.
—También he sufrido de ataques de pánico antes, después de que mis padres fallecieran en un accidente de automóvil. Tuve que pasar por eso. Estaba hablando por teléfono con mi madre cuando todo sucedió.
Adrián abrió su corazón en aquel instante. Hablar de sus propias ansiedades podía ayudar a Benicio a abrirse y compartir sus sentimientos. Guardárselo todo para sí mismo nunca era bueno. El sentimiento de culpa por la muerte de sus padres lo había llevado a desarrollar ese síndrome, pero con el apoyo adecuado logró superar esa etapa de su vida. Quizás pudiera hacer lo mismo por Benicio y estaba dispuesto a ayudar.