una masacre, una venganza, dos corazones que se enamoran y dos países capaces de todo para destruirse.
¿que pasaría si tienes frente a ti a quien mato a tu madre? ¿qué pasaría si tienes que aliarte con alguien para vengar a toda tu familia muerta? ¿podrá el amor que sienten ser más fuerte que el odio que los rodea?
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capitulo 5
Madame LeFleur nos esperaba en su preciosa tienda de alta costura, mi hermana amaba los vestidos qué ella le ofrecía, aunque su debilidad eran los bolsos y carteras.
¿Otro más? Niz ya no sé donde vas a meter tantas carteras por dios. A penas tienes 9 años y tu guardarropa es el doble del mío, sin contar los baúles donde guardas varias de tus abrigos- le dije divertidas, mientras la observaba agarrar una cartera de cuero negra con detalles en plateado.
Nat que tú no seas tan femenina, no quiere decir que todas debamos ser iguales. Todavía recuerdo que para la fiesta de tus 18 casi matas a la modista por el vestido que te llevo- sonríe pícaramente.
No hubiese sido un casi, si madre no se hubiese metido. En fin, no es mi culpa que no me guste ser tan "femenina" como dices- le dije haciendo las comillas con mis dedos.
Oh mis preciosas niñas ¿qué hacen acá?- Madame LeFleur llegaba de hacer el inventario en el sótano.
La francesa era muy, pero muy sofisticada para mi gusto, pero mi hermana la amaba desde que vio su tienda, a la que por cierto trajo nuestra madre. LeFleur tenía aproximadamente 50 años o quizás más, pasa que con todo el maquillaje que usaba no se le notaba ni usa sola arruga. Llego hace poco más de 20 años a Moscú, mi madre le dio techo y comida y la ayudo a montar su negocio, según tengo entendido era sometida por su esposo y obligada a prostituirse así que escapo de su trágico destino y aquí monto su tienda, la cual sin decir mucho era reconocida en toda Rusia.
Algo parecido había pasado con la señora Ming, escapo de Japón cuando mataron a su marido por deudas, ella estaba embarazada y allá quedó un hijo de 5 años, que la Mafia Yakuza se quedó para solventar los gastos del hombre muerto y que obviamente ella jamás volvió a ver. Mi madre en ese tiempo era una niña de 15 años y salió de un encargo cuando la encontró durmiendo en la calle y la acogió en su casa a pesar de las negativas de mi abuela. Le compro una modesta casita y cuando su hijo fue un poco más grande, la tomó como empleada en la casa.
Me llevaré estas cosas- dijo Niz sacándome de mis pensamientos.
Bien preciosa- podía notar que LeFleur estaba algo nerviosa, así que mientras mi hermana miraba un par de vestidos del escaparate me acerque a ella.
¿qué ocurre?- pregunte poniéndome a su lado. Podía sentir como se tensaba y disimuladamente miraba hacia afuera de la tienda. Saco del mostrador un collar de perlas y me lo mostró.
¿Sabías que Lidia está embarazada? Pues su padre descubrió que es de tu hermano y puso precio a las cabezas de ustedes- me dijo entregándome el collar. Sabía lo que intentaba hacer, era todo una distracción para que nadie supiera si nos vigilaban de que me hablaba ella.
Mi madre de seguro lo sabe- dije poniéndome el collar en el cuello y mirando mi reflejo en el espejo que ella me tendía.
No es seguro que estén solas en las calles, por favor, vuelvan a su casa- las manos le temblaban de tal manera que no podía verme en el espejo.
Nos vamos Niz- dije pegando un suave grito.
Mi hermana salió de donde estaba revisando ropa y se sorprendió al verme con un collar.
Odias esas cosas, aparte no hace juego con tus ojos- me dijo mirándome de forma rara.
Ya cállate, nos vamos- le dije, dejando el collar en manos de LeFleur y algunas monedas de oro por la información.
Niz me miró sorprendida por la fuerza con la que la saque del brazo, no objeto nada, pero dentro de ella sabía que algo andaba mal.
No hicimos dos cuadras en la moto, cuando note el auto qué nos seguía. Idiotas, la mayor ventaja de la moto es que puedo ir por las veredas a contra mano para perderlos y ahora que mi hermana está conmigo no tengo tiempo de pensar en otra cosa más que ponerla segura. No pude ver el auto azul que había salido detrás de nosotras en la mansión. Las mejores opciones que ahora tenía eran ir al burdel de la familia y pedir ayuda ahí, al menos para que mi hermana estuviese a salvo.
Llama a nuestro padre, dile que vamos a Castle. Nos están siguiendo- le dije sabiendo que con el transmisor del casco me había escuchado.
Pude notar como aferro su mano izquierda a mi panza y con la otra marcaba el celular. Ella aún no había entrenado lo suficiente a pesar de manejar bien las armas de fuego, era muy mala en combate cuerpo a cuerpo. La gente nos maldecía por la velocidad a la que iba y más por estar en la vereda esquivando mesas y peatones. En realidad mi hermana no tenía que llamarlo, nuestros celulares tenían un sistema de auxilio que avisaba no solo a nuestros padres, sino también al jefe de seguridad. Ella solamente tenía que tocar 3 veces el botón y poner solo una palabra, se activaba la función de ubicación y sabrían rápidamente donde estábamos.
La sangre me hervía, eran estas cosas las que más odiaba de Diego, el ponernos en peligro sin importarle nada, solamente porque era un pelotudo. Faltaban solo 5 cuadras para llegar al destino, cuando al doblar en una calle, la rueda delantera de la moto estalló, seguro fue una bala. No necesito describir el dolor físico que ambas sufrimos con la caída, lo único que lo hizo más leve, es que al estar por doblar había bajado un poco la velocidad.
Levante a mi hermana rápidamente del piso, bajo la atenta mirada de todos los curiosos y salimos corriendo del lugar, por suerte jamás salgo de casa sin un mínimo de armas y esta vez en mi mochila tenía pequeñas bombas de humo qué había hecho un día antes y necesitaba probarlas.
cúbrete- le grité a Niz.
Hermana hay gente inocente- me dijo llorando.
Es solo humo, nos servirá para escapar, estamos cerca Nizza- le dije tirando la primera bomba.
En cuestión de segundos la calle se llenó de una espesa neblina, podía ver y escuchar a la gente correr desesperada, había llegado a visualizar dos hombres grandes siguiéndonos y antes de que todo se terminará de pudrir, empuje a Niz dentro de una cafetería y la cubrí bajo una mesa, el mantel llegaba casi al piso lo que nos daba un escondite medianamente bueno. El dueño del lugar y los camareros nos miraron de forma rara, pero con mostrar mi arma supieron lo que estaba ocurriendo.
El dueño del lugar se paró al lado de la mesa y nos dijo que nos quedáramos tranquilas qué él nos cubría. Eso era lo bueno de que nuestra madre ayudará a todos los negocios, teníamos más amigos de los que se podía contar, aunque no sabía cuanto era el precio de nuestras cabezas.